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KEYNES: ESTADO DE BIENESTAR Y HEDONISMO |
Estamos siguiendo una vía
indirecta hacia la comprensión política del neoliberalismo, fenómeno que poco
tiene que ver con las cadenas de ecuaciones matemáticas de la obra académica de
Milton Friedman. Primero hemos identificado aquella doctrina económica que,
durante mucho tiempo, fue considerada la "negación" del ideario
neoliberal, a saber, el keynesianismo. Pudimos comprobar también, empero, con
estupefacción, que el "keynesianismo" no fue más que la forma
"políticamente correcta" de designar y adaptar a los valores de las
sociedades hedonistas europeas de posguerra un modelo socio-económico cuyo
origen habría que rastrear en dos direcciones: 1/ la Alemania imperial
bismarkiana; 2/ los fascismos o "socialismos nacionales" derrotados
por la alianza liberal-comunista.
Dicho modelo suele denominarse pudorosamente
"economía mixta" y, en el caso alemán, fue erigido por el
nacionalsocialismo como baluarte para evitar el "contagio" europeo de
la revolución bolchevique, con toda la barbarie que ésta implicaba y que a la
sazón, estando ya perfectamente documentada antes del ascenso al poder de Adolf
Hitler, provocó la justificada alarma de viejas naciones cultas como Alemania.
Para los fascistas se trataba así de impulsar una sinergia entre los aspectos
positivos del mercado, el patriotismo y el socialismo, con medidas correctoras
y protectoras en favor de los trabajadores, todo ello bajo un Estado
autoritario que frenase, mediante el uso de la fuerza si necesario fuere, el
avance del comunismo y en defensa de la "civilización occidental".
Desde luego, la opinión que los "liberales" tenían del fascismo en
los años veinte y treinta en nada se parece a lo que nos cuentan ahora los
neoliberales del cheque escolar. Veamos, por ejemplo, cómo describe Ludwig von
Mises (el primer doctrinario histórico de lo que medio siglo después será el
neoliberalismo) a los futuros aliados de EEUU e Inglaterra, los revolucionarios
comunistas:
“ Estas últimas concesiones al liberalismo desaparecieron cuando,
concluido ya el gran conflicto, accedieron al poder los socialdemócratas
marxistas, convencidos como estaban de que la era liberal-capitalista había
concluido para siempre. La tercera internacional justifica cualesquiera medios
que puedan, en su opinión, contribuir a la consecución de los fines
perseguidos. Quien no comulgue íntegramente con la línea del partido, merece la
muerte; amenaza que, desde luego, no deja hacerse efectiva, sin respetar ni
edad ni sexo, en aquellas zonas donde los marxistas puedan libremente operar. /
Esta mentalidad de aniquilar al disidente, recurriendo incluso al asesinato, ha
dado lugar al nacimiento de amplios movimientos de oposición. Se les han
abierto, de pronto, los ojos a los detractores antimarxistas del liberalismo.
Porque éstos, hasta hace poco, admitían que, incluso en la pugna política, por
agria que ésta fuera y por odioso que el contrario resultara, existían ciertas
reglas que no podían ser transgredidas; nadie, por ejemplo, podía nunca
recurrir al homicidio para imponer sus propias ideas. Por eso, mal que bien,
respetaban los medios de expresión, escritos y orales, de la oposición. Pero,
de pronto, advirtieron, sobresaltados, que habían surgido unas gentes que
hacían mofa de todo lo anterior, hallándose dispuestas a emplear cualesquiera
artes para triunfar (Mises, L., Liberalismo, Barcelona, 1994, pp.
68-69, original alemán Liberalismus, del año 1927).
¿Quiénes eran estos antimarxistas
detractores del liberalismo a los cuales, de repente, se les habrían
"abierto los ojos"? Pues precisamente, según Mises, los fascistas:
La idea fundamental de los aludidos
movimientos, que cabe designar en términos generales como fascistas, de acuerdo
con el nombre del correspondiente partido italiano, el mayor y más
disciplinado, supone recurrir, en la lucha contra el socialismo, a los métodos
despiadados y sin escrúpulos que él mismo emplea (Mises, L., op. cit.,
ibidem).
Y añade:
Los recientes desmanes y asesinatos de los soviets han hecho que
alemanes e italianos olvidaran los tradicionales frenos de la justicia y la
moralidad, lanzándose por el camino del sangriento contraataque. Los actos de
los fascistas son reacciones reflejas, provocadas por la indignación que lo
efectuado por los marxistas en todas partes desatara. Pasado el inicial momento
de iracundia, sin embargo, el fascio ha ido moderándose, lo que seguramente se
acentuará con el paso del tiempo (Misses, L., op cit., p. 70).
Los liberales apoyan de alguna
manera a los fascistas, ¿por qué? Mises lo explica en 1927, pero, por ejemplo,
"Intereconomía" nunca se atrevería a recordar fragmentos como los
citados o el siguiente:
Hay quienes apoyan a los fascistas, pese a su
programa intervencionista, por cuanto piensan que se detendrán a medio camino,
sin alcanzar nunca los extremos destruccionistas, carentes de sentido, de los
archienemigos de la civilizacíón, los comunistas (ibidem).
Desde luego, Mises ofrece una
visión muy idealizada de los liberales, a los que presenta como caballeros
respetuosos de la ley a pesar de las atrocidades que ya habían perpetrado mucho
antes de que el comunismo existiera, pero lo cierto es que la barbarie
comunista legitimó en su momento una contra violencia fascista y el temor al
ocaso de la civilizacíón que el régimen de Moscú representaba por su mera forma
de proceder menos que por sus ideas. No obstante, los países occidentales,
liberales de pro, terminaron aliándose con la URSS contra Alemania. ¿Por qué?
La excusa no puede consistir aquí en relatar una vez más "los crímenes
cometidos a la postre por los fascistas", siendo así que, cuando se
celebra esa alianza entre Occidente y "los archienemigos de la
civilización" (1941), los bolcheviques ya cuentan en su haber con 13
millones de víctimas, mientras que el holocausto, incluso en la versión
oficial, ni siquiera ha empezado (!sólo comenzará a finales de 1942 y una vez
iniciada la campaña inglesa de bombardeos incendiarios contra los civiles
alemanes!). El verdadero factor explicativo es quizá "económico": el
fascismo ha sorprendido a los liberales, quienes pensaron que no estaban ante
un régimen socialista "de verdad" y que los fascistas "se
detendrían" antes de llevar "hasta sus últimas consecuencias" el
modelo de economía mixta. El proyecto "socialista nacional"
-comprendiéronlo ahora de pronto los banqueros-, no contemplaba una dictadura
transitoria, pantomima pseudo patriótica que evitara a los ricos la ignominia
de tener que beber hasta las heces el amargo caliz de la colectivización
comunista: en las entrañas del fascismo anidaba un "sistema socialista
propio", con posibilidades de viabilidad económica y social, tan peligroso
o más que el marxista-leninista, pues no se basaba en la barbarie
revolucionaria (las revoluciones fascistas escasa sangre derramaron, y Hitler
llegó al poder democráticamente), sino en un principio prusiano, alternativo al
inglés, de civilización europea, donde lo social y lo nacional subordinaban el
imperativo económico del beneficio a los intereses superiores de la política y
de la cultura. En consecuencia, el fascismo debía ser exterminado. En 1941 se
filtró en un libro titulado Germany must perish el tipo motivaciones genocidas
de la guerra occidental contra Alemania. Fue el conocimiento de ese plan por
parte de las autoridades alemanas el que generó las condiciones del holocausto.
Pero después de la Segunda Guerra Mundial, los vencedores se cuidaron muy mucho
de aplicar un programa neoliberal y de desmantelar las economías mixtas ideadas
por los fascistas. Salvaron el esqueleto de la estructura y lo rellenaron de
pautas de conducta (consumo) basadas en criterios hedonistas, con los que, sin
embargo, no podría funcionar a la larga; forjaron en fin un "Estado social
y democrático de derecho" perecedero con la doble misión de desacreditar
al comunismo y de impedir que el fascismo volviera a resurgir. Es este montaje,
el pseudo socialismo consumista de mercado, el que recibió el nombre de
keynesianismo, cuya clave está en los "valores de bienestar" pero
que, respecto a este punto, se coloca en las antípodas del fascismo. Para
documentar la importancia de los valores en el keynesianismo recomendamos la
lectura del artículo de Robert Skidelsky "La rebelión contra los victorianos":
El intento de basar la revolución
keynesiana en una nueva toma de conciencia puede, pero no debería, chocar al
economista profesional. Cada sistema económico depende de una apropiada
disposición psíquica o "ética". (...) Los ataques al ahorro, que
aparecen en los escritos económicos de Keynes, desde mi punto de vista pueden
ser rastreados hasta su nueva ética personal. La aceptación política y social
de la revolución keynesiana puede, a su vez, rastrerase hasta una conciencia
social modificada, cuya base material fue provista por el comienzo de una
economía de consumo masivo a finales del siglo XIX (Skidelsky, R., El fin de la
era keynesiana, Barcelona, Laia, 1977, pp. 20, 21).
El cambio subjetivo de valores
burgués que va a convertirse en modelo para las posteriores "sociedades de
consumo" tiene su expresión en palabras del propio Keynes citadas por
Skidelsky:
"Nuestros objetivos fundamentales en
la vida eran el amor, la creación y el disfrute de la experiencia estética y la
búsqueda del conocimiento. Entre ellos, el amor era con mucho el
principal" (in op. cit., p. 25).
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HITLER: EL SOCIALISMO HEROICO |
Desde luego, cuando la mutación
burguesa de valores llegue a las capas inferiores de la escala social, los
resultados no serán tan refinados. Puede describirse esta evolución como la
consecuencia de la crisis de las doctrinas religiosas entre la propia burguesía
(op. cit., p. 22) y como la evolución de un eudemonismo de la felicidad, basado
en la creencia en la salvación del alma, a un "materialismo" del placer
inmediato que niega el ahorro. En efecto, el ahorro, para los puritanos
victorianos, equivalía a una renuncia al placer. El éxito económico se
convertía en un signo divino de la propia elección. Pero la bancarrota de esta
fe entendida así como "pacto comercial entre Dios y el creyente",
tiene consecuencias materialistas cuando esa creencia se desmorona y una de las
"partes" del contrato no puede "cumplir" sus obligaciones
soteriológicas. Es famosa la frase de Keynes: "A largo plazo, todos
muertos" (op. cit., p. 24). Pero, aunque Skidelsky no lo dice, encuentra
su equivalente en las mismísimas Sagradas Escrituras: "Si los muertos no
resucitan comamos y bebamos que mañana moriremos" (Primera Carta a los
Corintios, 15, 32). En suma, a pesar de su aparente ascetismo, en el
puritanismo, que es lo más próximo en occidente al judaísmo, se encontraban
enquistados los gérmenes del hedonismo:
El objetivo de la autodisciplina, en el
sistema puritano, era destruir la alegría espontánea de vivir y así librar
tiempo y energía para el serio negocio de amontonar dinero y éxitos para mayor gloria de Dios y
la seguridad del alma inmortal de cada uno (Skidelsky, R., op. cit., p.
24).
El puritanismo remonta sus
orígenes al calvinismo y se encuentra en la base del programa neoliberal, el
cual no es sólo un programa económico, sino ante todo un intento de restablecer
las condiciones religiosas que hacen posible el ahorro (interpretando de alguna
manera las tesis del sociólogo conservador Daniel Bell, véase foto a la
izquierda). Para los orígenes puritanos del calvinismo, Skidelsky es claro:
allí donde el keynesianismo muestra su disposición psicológica y ética
hedonista de base, la más clara forma de vinculación entre economía, psicología
y valores la ilustró Max Weber con sus estudios sobre las raíces religiosas del
capitalismo moderno:
La más famosa asociación de esta clase es la establecida entre
protestantismo y capitalismo. Max Weber argumentó que la intensa ansiedad
creada por la doctrina calvinista de la predestinación produjo una ética de
"ascetismo mundano" favorable al capitalismo, en particular, la idea
de una vida dirigida hacia una meta, en la que un programa de proyectos a
desarrollar se liga sistemáticamente a recursos limitados de tiempo y energía, fue
esencial para el desarrollo de la racionalidad capitalista. Por tanto es
difícilmente sorprendente que el cambio de prioridades económicas implicadas en
a revolución keynesiana hubiera tenido su origen en un cambio de
"ética" (Skidelsky, R., op. cit., p. 20).
En su famosísimo estudio del año
1976 The Cultural Contradictions of Capitalism, Daniel Bell analiza la
contradicción central entre "sociedad de producción" y "sociedad
de consumo" en el seno del capitalismo o, dicho en otros términos, el
cortocircuito de keynesianismo y puritanismo. La sociedad de producción y, por
ende, el capitalismo, no pueden perpetuarse por mucho tiempo asentadas en una
base psicológica y ética hedonista. Una consecuencia que se puede extraer del
análisis de Bell es la de un programa de desmantelamiento de la sociedad de
consumo. Pero, y hete aquí lo más importante, esta doctrina comporta, según
como se lea, "recuperar" los fundamentos religiosos del sistema
capitalista, es decir, la actitud ética que hace posible el ahorro y, por ende,
la constante reinversión del capital. El
proyecto neoliberal genera una agenda política neoconservadora ligada a un
fundamentalismo que ya no es calvinista, sino explícitamente judío, es decir,
cristiano-sionista. Y aquello que se desmorona no es tanto el consumismo en sí,
cuanto la economía mixta de protección social que ha permitido el acceso al
consumo de amplias capas de la población. En su lugar, aparece la sociedad
oligárquica del siglo XXI, polarizada entre una "élite"
hiperminoritaria ("pueblo elegido cristiano sionista") y una masa
amorfa semiesclava ("gentiles fascistas"), sociedad que deberá
consumir si produce en gran escala, ciertamente, pero no ya bienes de carácter
hedonista para una mayoría de los ciudadanos, sino al servicio de "lo
religioso puritano-judío", en una suerte de faraonismo mesiánico de
guerras santas ligado a la construcción estadounidense del Eretz Israel.
Excurso sobre el fascismo
El único elemento importante en
que la socialdemocracia superaba a las economías mixtas del Eje era la
democracia, incluso en su dudosa versión liberal, frente a dictaduras
carismáticas cuya continuidad, como sistema político, era por definición
imposible, al depender de la azarosa aparición de líderes y personalidades de
características únicas. El pacifismo socialdemócrata, en cambio, era sólo una
consecuencia de su hedonismo. En el caso específico del nacionalsocialismo (no
del fascismo en general), el racismo constituye un handicap tan importante que
a la postre resultará determinante en la derrota alemana en el frente del Este
y, por ende, en el resultado de la Segunda Guerra Mundial.
Después de la Segunda Guerra
Mundial, las finalidades de los regímenes liberal-democráticos a la hora de
promover en Europa occidental el keynesianismo, es decir, una economía mixta,
no fueron, pues, del todo distintas a las de los fascistas, a saber, evitar que
todo el continente cayera en manos de Moscú, pero los principios axiológicos y
éticos que guiaron esa combinación de mercado y protección social desde el año
1945 eran de tipo hedonista, no heroico-patriótico, de manera que la sociedad
de consumo surgida bajo los auspicios del antifacismo estaba condenada a la
quiebra. En efecto, la "protección social", en un contexto axiológico
consumista del "bienestar", degenera en parasitismo como consecuencia
de la propia lógica del marco cultural, del que referentes públicos de la
sociedad como los políticos corruptos son los primeros responsables. El Estado
social deviene un lastre insoportable por la sobrecarga de demandas amparadas
en un anhelo pasivo de felicidad que las autoridades deben supuestamente
satisfacer. !Los propios "representantes del pueblo" dan ejemplo! Las
políticas keynesianas de estímulo de la demanda no pueden a la postre impedir
el colapso fiscal del sistema. A esto se añade, a partir del año 1989, el hecho
de que el comunismo ha dejado de representar una seria amenaza para occidente.
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FEDER: ECONMISTA "ANTIMAMONISTA" |
Las intenciones de los gobernantes y de las élites burguesas
capitalistas no eran precisamente humanitarias cuando gestionaron el
keynesianismo, como no lo fueron tampoco las de los regímenes fascistas. Una
vez concluida su función de escaparate consumista frente al Telón de Acero, los
democráticos estados del bienestar europeos estaban destinados al
desmantelamiento. Los actuales acontecimientos que se viven en Europa señalan
el final de un proceso para el que los propios europeos hemos estado ciegos. Y
los indignados que protestan por los recortes, no pueden imaginarse que ni tan
siquiera con la mejor de las voluntades, el tipo de sociedad que ellos añoran
no volverá jamás porque es contradictoria en sus mismos fundamentos. Además,
han logrado convencerles, gracias a impostores como Stéphane Hessel, que los
"recortes" de las garantías de protección laboral o sanitaria y otras
conquistas sociales son culpa de los fascistas, como si Wall Street no fuera,
más bien, un ícono del antifascismo. ¿El fascismo vuelve? No, al contrario,
estamos transitando hacia la fase terminal de un proyecto de erradicación del
"fascismo" que en la actualidad empieza a mostrar su verdadera faz
incluso ante los más lerdos. Primero se derrotó al fascismo militar (1945) y
políticamente (juicio-farsa de Nüremberg); luego se procedió a su erradicación
axiológica (1945-1989) con el fomento consciente de "valores
antiheroicos" (Marcuse) y el consumismo (que incluye el consumo de drogas
y perversiones sexuales como la pederastia), finalmente se van a liquidar las
postreras ruinas del Tercer Reich, a saber: las economías mixtas, el Estado
social proteccionista e intervencionista (1989-2013). Habrá que añadir, como
cláusula secreta del protocolo antifascista, la desaparición (2013-2050), por
sustitución étnica (inmigración), de los contigentes demográficos -las etnias
europeas en tanto que puro sustrato biológico- que sirvieron en su día a
"la causa del Anticristo" (Walter Benjamin). Como lerdos que son, y
al parecer han sido siempre (de otra manera no nos explicamos tanta estupidez),
a los actuales indignados se les ha hecho creer que sus males proceden de...
Adolf Hitler -el mayor enemigo histórico de la oligarquía financiera-; de que,
en una palabra, los "señores de la tijera" son nazis de las SS
disfrazados de tecnócratas económicos de Chicago. !Oponerse a quienes hoy
criticamos los preceptos de "libre circulación de la mano de obra"
(=inmigración masiva), pilar central de la globalización neoliberal, es decir,
a los "fascistas" (y somos los únicos en atrevernos a expresar
públicamente esta crítica), va a devolverles el trabajo y la vivienda -o eso
promete Hessel- a las familias en paro que la alta finanza sionista está
arrojando cada día a la intemperie! !Y los indignado-lobotomizados, producto
tardío de la aculturación axiológica de Europa (segunda fase del proyecto
antifascista) se lo creen a pies juntillas!
En un determinado momento de la
historia comienza a adquirir preponderancia el neoliberalismo, frente al
keynesianismo, en cuanto doctrina económica. Es el inicio del asalto al poder
de la alta finanza que ya pronosticara Hitler si Alemania perdía la guerra,
como hemos señalado en el post anterior.
No entraremos aquí en otros aspectos del nacionalsocialismo
susceptibles de crítica o franca reprobación (!de ello ya se encargan demasiados
especialistas en el tema!), sino que nos limitaremos a constatar el acierto de
ciertas predicciones y enfoques "nazis" en materia de
"mammonismo", los cuales el tiempo no ha hecho más que confirmar ad
nauseam. Con todo, conviene señalar que dichos elementos de crítica al fascismo
caminan en dos direcciones: 1/ los valores trágico-heroicos del fascismo tenían
una expresión básicamente militarista,
circunstancia que condujo a una suerte de expansionismo compulsivo crónico en
que la industria de fabricación de armas y la retórica del régimen quedaban
encadenados a la misma rueda del destino; 2/ los fascismos eran dictaduras,
pero la historia griega acredita que la tragedia, el héroe trágico, el
pensamiento racional y la democracia son hijos de una mima matriz cultural. La
Izquierda Nacional de los Trabajadores (INTRA) fundada por Jaume Farrerons, no
es, en este sentido, un proyecto fascista, sino nacional-revolucionario (NR) o
"socialista nacional" que combina nacionalismo, democracia, economía
mixta y unos valores trágico-heroicos expresados en la cultura y la ciencia, no
en la guerra. Nunca se ha dado históricamente, hasta el momento, esta forma de
gobierno, que fundamentalmente se resume en un Estado social y nacional
democrático basado en el valor verdad ("la verdad en sí misma y por sí
misma") y ajeno tanto al consumismo cuanto al militarismo expansionista.
Como antecedentes teóricos y políticos de nuestra izquierda nacional tenemos a
los nacional-revolucionarios de izquierdas prefascistas (Sorel) y al primer
fascismo hasta el programa de 13 de mayo de 1919, que era pacifista,
democrático e incluso "feminista" (igualdad de voto para la mujer) en
una época en que la mitad de la nación carecía de derechos políticos bajo la
Tercera República francesa o en la famosa isla de Su Majestad.
A finales de los setenta, con la crisis del petróleo, se produce el
giro ideológico que pondrá fin a las "economías mixtas", pero Europa
todavía no se entera de lo que se le viene encima. Los primeros experimentos
neoliberales realízanse en el Cono Sur y tienen como víctimas a prósperas
economías proteccionistas que, no obstante, atentaban contra el dogma
capitalista del librecambio. Habitualmente, las dictaduras sudamericanas son
consideradas ejemplos postfascistas de fascismo, cuando en realidad combatieron
y erradicaron a movimientos como el peronismo, de ideología
nacional-revolucionaria, en provecho de los intereses de Washington y Tel Aviv.
La ortodoxia económica aplicada en esos países-víctima fue la diseñada por
Milton Friedman. La ola de aquello que empezó en Iberoamérica a finales de los setenta,
alcanza ahora las costas de Europa ante la perplejidad de unos tontos del haba
que creían en el "amor" pero dejaban morir de hambre a millones de
personas del Tercer Mundo mientras ellos disfrutaban de su cochecito utilitario
y sus vacaciones pagadas. Los avisos han sido, empero, muchos y el proceso,
lento, se ha aplicado a los Estados europeos con suma cautela precisamente por
ser dichos países las patrias del fascismo y de las economías mixtas. Europa se
enorgullecía neciamente de su "modelo social" frente a EEUU ignorando
la realidad de que ese modelo no era más que lo poco que quedaba del fascismo y
una fase ya casi perimida en un vasto programa de implantación de la oligarquía
financiera sionista a escala mundial. Quienes tenemos cierta edad podemos
todavía recordar el pasmo que nos produjo en los años setenta y ochenta el tipo
de argumentación con que se justificó la abolición de la legislación laboral
franquista, a saber, que era demasiado protectora del trabajador. !Y decíase
esto en los inicios de la "democracia"! ¿Pero no hablaban ya entonces
claro quienes ahora nos conducen al matadero social?
La historia del neoliberalismo
es la historia de un retroceso de los derechos sociales de "la gente"
(=los gentiles) a manos de quienes pretenden representar los valores del
humanismo, los derechos humanos y el lloriqueo por "Auschwitz".
Europa, desde los años ochenta, comienza a ser víctima de dos fenómenos
paralelos: 1/ la llegada masiva de inmigrantes extra-europeos que presionan a
la baja el valor del trabajo y gracias a los cuales los empresarios pueden
practicar el más descarado dumping en perjuicio de los trabajadores autóctonos;
2/ los recortes en la protección social que había justificado, en su día,
frente al comunismo, la existencia de un "capitalismo con rostro
humano". A partir de este momento, el rostro del capitalismo volverá a ser
inhumano, y la retórica humanitaria del mismo añadirá sólo una nota de crueldad
y de cinismo al tipo de sociedad, basada en el poder de los ricos que, en nombre
de la "democracia" y, no lo olvidemos, del antifascismo, vuelve ahora
su guadaña contra nosotros. Contra los trabajadores de la nación.
Fuente: Blog Nacional Revolucionario