miércoles, 13 de noviembre de 2019

CHILE vs BOLIVIA: SEGÚN DENES MARTOS

En cierta oportunidad pude ver un movimiento popular en Londres.
Las personas corrían muy excitadas por la calle.
Todos los que las veían se unían a la corrida.
Corrían simplemente porque todo el mundo lo hacía.
Fue tremendamente impresionante ver a miles de
personas disparadas así a toda velocidad.
Sin duda alguna era, literalmente, un movimiento popular.
Más tarde pude averiguar que todo empezó con una vaca espantada.

Esa vaca tuvo una participación importante
en mi educación como filósofo de la política.
Puedo asegurarles que si, en lugar de leer libros
o los artículos del diario, estudian multitudes,
o animales perdidos y aterrorizados, o cosas por el estilo,
podrán aprender muchas cosas sobre la política.
Por ejemplo, muchas elecciones no son más que estampidas.
Entre nosotros, la anteúltima que tuvimos
fue un conspicuo ejemplo de ello.

La vaca era rusa.
George Bernard Shaw
Prefacio a "El Carro de las Manzanas", 1929. 


El 6 de Octubre de 2019 nos sorprendimos todos al enterarnos de que en Chile se había producido un pandemonio de los mil demonios después de que el gobierno aumentara en 30$ el precio del viaje en subte. Los disturbios siguieron durante todo Octubre y recién a principios de Noviembre los medios dejaron (por un tiempo [**]) de publicar las consabidas imágenes de saqueos, incendios, represiones y desastres varios.  Todos, naturalmente, caratulados de "demostraciones pacíficas" con los eternos "grupos marginales" de siempre, responsables de los destrozos más notorios y, en algunos casos, hasta abominables.

No nos habíamos curado de espanto cuando el 21 de Octubre estallaron disturbios en Bolivia originados por una elección con un bastante dudoso recuento de votos pero principalmente por la decisión de un Evo Morales de imponerse como candidato luego de 14 años de ejercicio de la presidencia, esquivando la cláusula de reelección (inserta en una Constitución que él mismo había diseñado) con un truco calcado de la famosa "re-re" de nuestro Carlitos Menem. Por supuesto, otra vez los medios nos llenaron de imágenes de protestas, incendios y desórdenes varios. Cuando nos enteramos, un amigo mío me comentó sacudiendo la cabeza: "Pero a este muchacho ¿justo la del turco tuvo que intentar? Está bien que por ahí no tuvo a mano una esposa adecuada para hacer la del Néstor, pero ¿no se le ocurrió hacer al menos la de Putin?" En fin, hay cosas que no se entienden demasiado. Aunque seamos sinceros: también nos faltan datos. Todavía.

De cualquier modo, lo curioso del caso es que, si las imágenes no hubieran sido provistas de títulos aclaratorios, en varios casos no hubiéramos podido saber si la fotografía o el video correspondía a Santiago o a La Paz. O a una manifestación en Venezuela. O a los saqueos del 2001 en la Argentina. O, quitando los chalecos amarillos, a alguna de las baraúndas de Francia de otro Octubre pero del 2018 que después, a lo largo de Noviembre, repercutieron en Bélgica, Holanda, Alemania, Italia y España. [1]  Los mismos saqueos, los mismos incendios, las mismas pedradas, las mismas caras de odio, las mismas puteadas, los muertos, los gases, las caras tapadas, las mismas represiones, los mismos garrotazos. Salvo los gases y las balas de goma, nada nuevo desde que un 14 de Julio de 1789 el populacho de París salió a romper todo para bajar a una monarquía obsoleta y suplantarla por una democracia liberal que tan solo 15 años después les pondría un emperador en el mismo lugar del rey derrocado. [2]




Uno se podría poner ahora a analizar por qué un gobierno liberal de "derecha" como el chileno genera prácticamente la misma clase de reacción que el gobierno liberal de "izquierda" boliviano. Cuando uno analiza fríamente los números y, si no tiene la mente envenenada por ideologías, partidismos o revanchismos estúpidos, tiene que reconocer que ni el gobierno chileno ni el boliviano han sido tan fantásticamente buenos pero tampoco tan desastrosamente malos como algunos quieren presentarlos. Es cierto: ninguno de los dos fue tan bueno como para aplaudirlo de pié. Como dicen los chicos: tampoco la pavada. Pero si me pongo a comparar los liberales chilenos con los liberales de Macri o al "populista" Evo con el no menos "populista" Maduro, honestamente no sé quiénes podrían llevarse el laurel al menos malo.

Me dirán ustedes: esa comparación es discutible. Por supuesto que lo es. Es mi opinión subjetiva. Basada en la consideración de algunos hechos concretos pero, expuesta en definitiva a un montón de "pero"-s  y "sin embargo"-s perfectamente válidos. Además confieso que tampoco me interesan demasiado los pormenores de estos procesos. En parte porque, en lo esencial, son casi siempre los mismos y en parte también porque analizar la causa real de estas explosiones multitudinarias nos lleva también casi siempre a la misma cuestión.

De cualquier manera que sea, ponerse ahora a discutir si lo de Bolivia es – o no – un golpe de estado promovido por el imperialismo y si lo de Chile es – o no – un levantamiento popular ante una opresión capitalista, significa quedarse en la superficie de los hechos y perder de vista lo esencial.

Porque lo esencial es el fracaso del Estado liberal – sea de "derecha" o de "izquierda" – en cumplir con las funciones esenciales que en absoluto justifican su existencia. Como ya he reiterado hasta el hartazgo en otros escritos, más allá y antes de sus funciones administrativas, el Estado tiene funciones políticas esenciales y las mismas son tres:

  • Función de Síntesis para construir consensos sintetizando las fuerzas divergentes que siempre existen en toda sociedad amenazando desgarrarla en clases o bandos contrapuestos si no son debidamente controladas y sintetizadas.
  • Función de Planificación: para construir una planificación estratégica que permita establecer políticas de Estado tendientes a la construcción de un futuro necesariamente positivo.
  • Función de Conducción: para ejecutar las políticas de Estado con continuidad y coherencia, en un ámbito de paz social, basada en el orden y el consenso.

Estas tres funciones son, por supuesto, complementarias entre sí y, mediante su poder, un Estado bien organizado y administrado las ejecuta en forma simultánea. [3] Pero no vamos a hablar de eso ahora. Lo que en este caso específico interesa en forma especial es la primera de las funciones: la de síntesis. [4]

No es necesaria una larga demostración para probar que en toda agrupación social humana, desde un club de ajedrez, pasando por una orquesta filarmónica hasta un partido político de masas, siempre existen diferentes opiniones, diferentes tendencias, diferentes visiones, diferentes deseos, diferentes convicciones y, sobre todo, diferentes intereses, a veces explícitos, a veces implícitos y a veces hasta ocultos.

En los Pueblos sucede exactamente lo mismo. A veces mitigado – pero no superado – por condiciones etnoculturales arraigadas en, por ejemplo, un mismo idioma, una misma religión, una misma escala de valores, una misma tradición y un fuerte y amplio sentido de solidaridad y de pertenencia. En unos cuantos casos sin embargo, el fenómeno se encuentra exacerbado por exactamente lo contrario: condiciones etnoculturales diversas, distintos idiomas, distintas escalas de valores, distintas creencias, distintas actitudes frente a la vida, diferentes tradiciones y solidaridades básicamente reducidas al grupo, clase o tribu de pertenencia. Y podríamos citar docenas de otros factores que hacen a lo que se denomina técnicamente como la homogeneidad relativa de una sociedad determinada.

Es evidente – y esto tampoco necesita largas explicaciones – que estas fuerzas divergentes, libradas a la suerte de un desarrollo incontrolado, a la corta o a la larga terminan entrando en conflicto. Cualquiera de estos conflictos, si también carece de un control adecuado, degenera muy fácilmente en la formación de grupos compactos contrapuestos cada uno de los cuales considera al otro, no como un adversario al cual hay que vencer, sino como un enemigo al que hay que eliminar. En ese punto, el conflicto se ha vuelto político y, si sigue fuera de control, a largo plazo el resultado prácticamente inevitable es la guerra civil. [5] 

Las explosiones sociales tanto en Chile, en Bolivia como en varios otros países responden todas básicamente a las tensiones sin resolver descriptas. Un grupo, clase, casta o clan se adueña del poder y no solo trata de gobernar A la comunidad en lugar de gobernar en nombre de la comunidad, sino que trata de hacerlo en beneficio de solo un sector de esa comunidad.

Cuando, por ejemplo, quienes acceden al poder pertenecen a la casta empresarial y financiera las decisiones políticas empiezan a justificarse con teorías como las del "efecto derrame" que en lo esencial significan "si nos va bien a nosotros también les irá bien a todos ustedes"; o bien, como decía un insigne norteamericano "lo que es bueno para General Motors es bueno para los Estados Unidos de América". [6]

Y cuando quienes acceden al poder pertenecen a la casta de la baja burguesía o a una casta situada apenas algo por encima de la marginación total, resurgen las viejas teorías social-marxistas de la lucha de clases en dónde todas las supuestas soluciones pasan por terminar con los ricos y repartirse los despojos del saqueo en forma igualitaria.

Por supuesto, en ninguno de los dos casos se soluciona nada. Con suerte se evita una guerra civil mediante la famosa "alternancia" en el poder como la que podremos gozar el próximo 10 de Diciembre. Pero si el próximo gobierno de los Fernández se propone seguir aplicando los criterios utilizados durante los 12 años previos del kirchnerato, pues volverá a fracasar y, con su fracaso, volverá a abrirle las puertas de la Rosada a los empresarios locales y a los empleados de la plutocracia tal como lo tuvieron que hacer en Diciembre de 2015.

Y, con suerte, otra vez sopa. Nuevo giro de la calesita y empezamos de nuevo.

Uno de los problemas más graves de la política argentina es que todos hablan de "la grieta" pero nadie sabe qué hacer para superarla más que haciendo hipócritas llamados al eterno "diálogo". En estos casos el diálogo democrático es tan efectivo como la actitud de una profesora en una clase de adolescentes inmanejables, que trata establecer el orden y la disciplina con el ruego casi desesperado de "chicos, pórtense bien".

En algún momento todos – políticos y ciudadanos de a pié – tendrán que tener en claro que, si nadie consigue consensuar los intereses y las divergencias en una síntesis puesta al servicio de un objetivo planificado, esos mismos intereses y divergencias formarán grupos antagónicos que se considerarán enemigos entre sí. Cuando eso ocurra el antagonismo se habrá vuelto político y la única forma de resolver un antagonismo político descontrolado es la guerra que deja vencedores y vencidos.

Por eso, en la antesala de una guerra todas las palabras de un diálogo son palabras al viento porque solo se "dialoga" para sacar alguna ventaja antes de las batallas. Y, cuando la guerra finalmente estalla, no se dialoga; se combate.


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En la Argentina, el liberalismo de izquierda organiza una gran manifestación, pone decenas de miles de personas en la plaza y todos saltan enfervorizados al grito de "si éste no es el pueblo, el pueblo dónde está" salpicado hace poco con frecuentes "Macri, basura, sos la dictadura" o lindezas por el estilo. Una semana más tarde, el liberalismo de derecha pone decenas de miles de personas en una avenida, la llenan de banderas azules y blancas, gritan "Argentina, Argentina" salpicado con no tan frecuentes "¡Sí, se puede!" y se van luego a sus casas. 

Un par de días después todos van y votan.

¿Resultado? Macri 40,38% (10.470.607 votos) - Alberto  Fernández 48.10% (12.473.709 votos). Diferencia a favor del Alberto: 2.003.102 votos. [7] En un país de 45 millones de habitantes el liberalismo de izquierda aventajó esta vez al liberalismo de derecha por el 4.45% de la población total. Además, con esos porcentajes queda clarísimo que el 59,62% de los votantes argentinos está en contra del liberalismo de derecha y el 51,9% está en contra del liberalismo de izquierda.

Seamos concretos y realistas: a los efectos prácticos tenemos a la mitad del país de un lado y a la otra mitad en la vereda de enfrente. Y las dos mitades se miran con bronca. Hasta se putean a cada rato.

Pues en Chile, en Bolivia, en Brasil y en varios otros lados, incluso en Europa, la situación es muy similar y en algunas partes es casi la misma: un Estado que no cumple con su función esencial de sintetizar divergencias y construir consensos está condenado a tener "grietas" y a soportar periódicamente el estallido de alguno de los dos lados de esas grietas.

Mientras tanto, en las esferas de una plutocracia cuyas instituciones y asociaciones constituyen de facto el verdadero poder detrás del poder, se siguen planificando los pasos para lograr el Nuevo Orden Mundial. 

En 1930 – hace ya ochenta y nueve años – un madrileño muy inteligente y que quería bien a los argentinos les dio un buen consejo que, como todos los buenos consejos, nadie se preocupó demasiado por seguir. Sin embargo, lo que dijo fue muy apropiado.

En lugar de discutir si lo de Bolivia es – o no – un golpe de Estado y si lo de Chile es – o no – un levantamiento popular, dejen las discusiones estériles para otro momento y ocúpense de solucionar los problemas que padece este hermoso y bendito país.

Y para eso, convoquen a todo el mundo bajo una sola consigna:





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NOTAS
[**] Al momento de escribir estas líneas (12/11/2019) la embajada argentina en Chile está siendo sitiada y atacada por manifestantes.

1)- https://aristeguinoticias.com/2411/mundo/espana-y-belgica-se-unen-a-protestas-de-chalecos-amarillos-franceses/
2)- El 28 de mayo 1804 Napoleón Bonaparte se proclamó emperador.
4)- Que obviamente no existe ni debe existir sola y por sí misma, siendo en la política real siempre necesariamente acompañada también por el cumplimiento de las otras dos funciones.
5)- " Cuando dentro de un Estado las contraposiciones partidarias se han vuelto las contraposiciones políticas por excelencia, hemos arribado al punto extremo de la secuencia posible en materia de "política interna"; esto es: los agrupamientos del tipo amigo-enemigo relativos a la política interna, y no a la política exterior, son los que se vuelven relevantes para el enfrentamiento armado. En el caso de semejante "primacía de la política interna", la posibilidad real del combate, que siempre tiene que estar presente para que se pueda hablar de política, se refiere por lo tanto a la guerra civil y ya no a la guerra entre unidades organizadas de pueblos (Estados o Imperios)"
6)- Charles Wilson, propuesto por Dwight Eisenhower como Secretario de Defensa de los EE.UU.
7)- https://www.lanacion.com.ar/politica/mapa-resultados-elecciones-generales-2019-nid2300184#/presidente

domingo, 3 de noviembre de 2019

LA IZQUIERDA CANICHE DE LA PLUTOCRACIA



Ya hemos explicado en diversas ocasiones que los negociados de derechas e izquierdas se han repartido los papeles, en su apoyo conjunto a la revolución del capitalismo global que destruye a los pueblos. Mientras la derecha apoya orgullosa esta destrucción (metiendo miedo a sus adeptos), la izquierda apacienta a los trabajadores hacia el redil de la rendición, convertida en el perro caniche de la plutocracia. Y es que, como nos enseña Pier Paolo Pasolini (a quien ya hemos citado en alguna ocasión anterior), «el neocapitalismo se presenta taimadamente en compañía de las fuerzas del mundo que van hacia la izquierda».
Para desactivar la protesta de los trabajadores, la izquierda traidora se sirve de los mismos métodos que el Estado empleaba en Un mundo feliz, la distopía de Aldous Huxley: la libertad sexual y el reparto de ‘soma’ (droga). «En la medida en que la libertad política y económica disminuyen –escribe Huxley–, la libertad sexual tiende a aumentar». Así se explica que la izquierda traidora ponga tanto empeño en las ‘políticas de identidad’ financiadas por la plutocracia, que desactivan por completo la vieja ‘lucha de clases’, atomizándola en un enjambre de egoístas luchas sectoriales que dejan al trabajador más solo y desvinculado que nunca, absorto en  el desciframiento de su sexualidad polimorfa.
 Pero la izquierda traidora no se conforma con desactivar la protesta de los trabajadores; necesita también asegurarse de que no se reactive. Y así se declara también partidaria del reparto de ‘soma’; o sea, de la legalización de las drogas.
Resulta, en verdad, lastimoso que la izquierda, que empezó denunciando la ‘alienación’ del trabajador en la sociedad capitalista, haya acabado reivindicando «el consumo de marihuana con fines recreativos». Resulta, en verdad, patético que una ideología que execró la religión, tildándola de ‘opio del pueblo’, postule ahora que el pueblo se drogue, para habitar pasajeramente realidades menos crudas. 
Pero ¿no era la religión una salida mágica que impedía al trabajador tomar conciencia de su situación oprobiosa? ¿Es que fumar porros, en cambio, lo ayuda a recuperar esa conciencia? Que la izquierda, después de haber combatido la religión, promueva la legalización de la marihuana tiene muchísima miga. En primer lugar, nos vuelve a confirmar que cuando alguien deja de creer en Dios puede empezar a creer en cualquier paparrucha. Pero también nos muestra que la droga ejerce de modo indubitable los efectos adormecedores que la izquierda atribuía falsamente a la religión. En la novela de Huxley, de hecho, se presenta el ‘soma’ con el que el Estado embrutece a los trabajadores como una sustancia que «tiene todas las ventajas de la religión, sin ninguno de sus efectos secundarios»; de ahí que, para controlar las emociones de los trabajadores alienados y mantenerlos contentos, el Estado se encargue directamente de su reparto.
Esto mismo pretende hacer la izquierda traidora con la marihuana. Para defender su legalización, utiliza las consignas más burdamente mercantilistas, asegurando que así se proporcionarán «ingentes beneficios» al Estado. Naturalmente, todas estas pamplinas delicuescentes no hacen sino ocultar la connivencia de la izquierda con la plutocracia, que necesita trabajadores dóciles y manipulables que, a la vez que se empobrecen y aceptan condiciones de trabajo cada vez más oprobiosas, encuentren consuelos vicarios y paraísos artificiales. Así se explica, por ejemplo, que el plutócrata y especulador globalista George Soros esté impulsando la legalización de la marihuana, con la disculpa propagandista de acabar con las mafias del narcotráfico (que tal vez encubra su propósito de sustituirlas en posición monopolística). 
Pero este plutócrata protervo, como otros de su cuerda, anhela crear sociedades pasivas y devastadas por el hedonismo que acepten lo mismo la destrucción de su identidad que los más clamorosos abusos laborales; pues su fin último no es otro sino asegurar el acopio de mano de obra barata y mansurrona. Y para lograr culminar sus desmanes, necesita tanto las avalanchas migratorias como la legalización de la marihuana. En lo que demuestra actuar con irreprochable (aunque maligna) lógica.
La estrategia de la plutocracia, en su desactivación de la resistencia de los pueblos, es cristalina: primero les ofrece un supermercado de identidades de bragueta, para que abandonen la lucha por la dignidad de su trabajo; luego los adormece y convierte en guiñapos con el reparto de ‘soma’. Mucho más turbia y abyecta es la posición de cierta izquierda, convertida en un perro caniche de la plutocracia.

JUAN MANUEL de PRADA