Bertone ¿En que quedamos? |
¿QUIEN GOBIERNA EN EL VATICANO?
Abrumado por las críticas al documento de "Iustitia et pax" sobre la crisis financiera mundial. El secretario de Estado lo desconoce. "L'Osservatore Romano" lo masacra. Desde ahora en adelante cada nuevo texto vaticano deberá tener la previa autorización del cardenal
ROMA. 10 de noviembre de 2011 – Justamente mientras en Cannes el G20 arribaba a sus débiles e inciertas conclusiones, ese mismo viernes 4 de noviembre, en el Vaticano, una pequeña cumbre convocada en la Secretaría de Estado buscaba poner remedio a un enésimo momento de confusión de la curia romana.
En el banco de los acusados estaba el documento sobre la crisis financiera mundial difundido diez días antes por el Pontificio Consejo “Justicia y Paz”. Un documento que había desconcertado a muchos, fuera y dentro del Vaticano.
El secretario de Estado, el cardenal Tarcisio Bertone, lamentaba no haber sabido nada hasta el final. Y precisamente por esto había reunido a esa cumbre en la Secretaría de Estado.
La conclusión de la cumbre ha sido trasmitir a todas las oficinas de la curia romana esta orden taxativa: no hacer salir más de allí en adelante nada escrito que no tenga el control preventivo y la autorización de la Secretaría de Estado.
Ciertamente, que Bertone y los suyos han visto ese documento sólo luego de su publicación es algo que también asombra.
En efecto, ya el 19 de octubre, con cinco días de anticipación, la sala de prensa vaticana – que está en directa dependencia de la Secretaría de Estado – había dado el anuncio de la conferencia de prensa para presentar el documento, en la que tomaron la palabra el cardenal Peter Kodwo Appiah Turkson, presidente del Pontificio Consejo “Justicia y Paz”, y monseñor Mario Toso, secretario del mismo.
Toso, salesiano como Bertone y su amigo íntimo desde hace mucho tiempo, fue buscado para este cargo justamente por el cardenal secretario de Estado.
En cuanto al texto del documento, la sala de prensa vaticana había avisado que ya estaba listo en cuatro idiomas y habría sido entregado a los periodistas acreditados tres horas antes que fuese hecho público.
El 22 de octubre, un posterior aviso agregaba el nombre del profesor Leonardo Becchetti a la tarjeta de los presentadores.
Becchetti, docente de Economía en la Universidad de Roma Tor Vergata y experto de microcrédito y de comercio igual y solidario, es considerado el principal divulgador del documento.
Y en efecto, el 24 de octubre, en la conferencia de prensa para la presentación del documento, su intervención fue la más específica, orientada en particular a reclamar la introducción de una tasa para las transacciones financieras, llamada en forma diferenciada "Impuesto Tobin" (por el nombre de su creador) o también "Impuesto Robin Hood".
En el G20 de Cannes la hipótesis de esta tasa ha despuntado en alguna alusión retórica de Barack Obama y de Nicolas Sarkozy, pero no ha tenido ningún otro tratamiento concreto.
Otra aseveración del documento vaticano, según el cual la economía europea estaría en riesgo de inflación más que de deflación, ha sido puesto en entredicho el 1 de noviembre por la decisión del nuevo gobernador del Banco Central europeo, Mario Draghi, quien ha rebajado la tasa de descuento del euro, más que elevarlo como se hace siempre cuando la inflación es un peligro real.
En cuanto al objetivo principal del documento, nada menos que un gobierno único mundial de la política y de la economía, ha salido del G20 de Cannes literalmente destrozado. No sólo porque de una utopía semejante no ha hablado nadie, ni siquiera vagamente, sino porque lo poco que se ha decidido en concreto ha ido en dirección contraria. El desorden mundial es hoy mayor que antes y tiene su déficit más grave en la acrecentada incapacidad de los gobiernos europeos de asegurar una "gobernanza" del continente.
Es de poco consuelo para el documento vaticano haber sido acercado a los puntos de vista de los indignados de "Ocupar Wall Street". O de haber encontrado eco en un artículo de barricada del primado anglicano Rowan Williams, publicado el 2 de noviembre en el "Financial Times", a favor del "Impuesto Robin Hood".
Pero más que estos pésimos votos, lo que ha irritado mayormente a muchos estimables lectores del documento del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” es que está en contradicción clamorosa con la encíclica "Caritas in Veritate", de Benedicto XVI.(1)
En la encíclica, de ninguna manera el papa Joseph Ratzinger invoca una "autoridad pública con competencia universal" en la política y en la economía, una especie de gran Leviatán que no se entiende cómo ha de ser entronizado ni por quién, lo cual es querido por el documento del 24 de octubre.
En "Caritas in Veritate" el Papa habla más propiamente de "gobernanza" (es decir, de reglamentación, en latín "moderamen") de la globalización, a través de instituciones subsidiarias y estratificadas. Esto no tiene nada que ver con un gobierno monocrático del mundo.
Cuando luego se desciende en el análisis y en las propuestas específicas, ha sorprendido también la fuerte brecha entre lo que escribe el documento del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” y cuanto se sostiene desde hace mucho tiempo en "L'Osservatore Romano", en los editoriales de su comentarista económico, Ettore Gotti Tedeschi, presidente del Instituto para las Obras de Religión, el banco vaticano, y también querido en este cargo por el cardenal Bertone.
envejecimiento de la población.
Era fácil prever que Gotti Tedeschi no permanecería en silencio. En efecto, el 4 de noviembre – el mismo día de la cumbre convocada por Bertone en la Secretaría de Estado – se publicó en "L'Osservatore Romano" un editorial de su autoría que suena como un repudio total del documento del Pontificio Consejo “Justicia y Paz”.
Lo presentamos aquí inmediatamente a continuación. Al leerlo surge la sospecha que su redacción inicial quizás era todavía más destructiva...
En el banco de los acusados estaba el documento sobre la crisis financiera mundial difundido diez días antes por el Pontificio Consejo “Justicia y Paz”. Un documento que había desconcertado a muchos, fuera y dentro del Vaticano.
El secretario de Estado, el cardenal Tarcisio Bertone, lamentaba no haber sabido nada hasta el final. Y precisamente por esto había reunido a esa cumbre en la Secretaría de Estado.
La conclusión de la cumbre ha sido trasmitir a todas las oficinas de la curia romana esta orden taxativa: no hacer salir más de allí en adelante nada escrito que no tenga el control preventivo y la autorización de la Secretaría de Estado.
Ciertamente, que Bertone y los suyos han visto ese documento sólo luego de su publicación es algo que también asombra.
En efecto, ya el 19 de octubre, con cinco días de anticipación, la sala de prensa vaticana – que está en directa dependencia de la Secretaría de Estado – había dado el anuncio de la conferencia de prensa para presentar el documento, en la que tomaron la palabra el cardenal Peter Kodwo Appiah Turkson, presidente del Pontificio Consejo “Justicia y Paz”, y monseñor Mario Toso, secretario del mismo.
Toso, salesiano como Bertone y su amigo íntimo desde hace mucho tiempo, fue buscado para este cargo justamente por el cardenal secretario de Estado.
En cuanto al texto del documento, la sala de prensa vaticana había avisado que ya estaba listo en cuatro idiomas y habría sido entregado a los periodistas acreditados tres horas antes que fuese hecho público.
El 22 de octubre, un posterior aviso agregaba el nombre del profesor Leonardo Becchetti a la tarjeta de los presentadores.
Becchetti, docente de Economía en la Universidad de Roma Tor Vergata y experto de microcrédito y de comercio igual y solidario, es considerado el principal divulgador del documento.
Y en efecto, el 24 de octubre, en la conferencia de prensa para la presentación del documento, su intervención fue la más específica, orientada en particular a reclamar la introducción de una tasa para las transacciones financieras, llamada en forma diferenciada "Impuesto Tobin" (por el nombre de su creador) o también "Impuesto Robin Hood".
En el G20 de Cannes la hipótesis de esta tasa ha despuntado en alguna alusión retórica de Barack Obama y de Nicolas Sarkozy, pero no ha tenido ningún otro tratamiento concreto.
Otra aseveración del documento vaticano, según el cual la economía europea estaría en riesgo de inflación más que de deflación, ha sido puesto en entredicho el 1 de noviembre por la decisión del nuevo gobernador del Banco Central europeo, Mario Draghi, quien ha rebajado la tasa de descuento del euro, más que elevarlo como se hace siempre cuando la inflación es un peligro real.
En cuanto al objetivo principal del documento, nada menos que un gobierno único mundial de la política y de la economía, ha salido del G20 de Cannes literalmente destrozado. No sólo porque de una utopía semejante no ha hablado nadie, ni siquiera vagamente, sino porque lo poco que se ha decidido en concreto ha ido en dirección contraria. El desorden mundial es hoy mayor que antes y tiene su déficit más grave en la acrecentada incapacidad de los gobiernos europeos de asegurar una "gobernanza" del continente.
Es de poco consuelo para el documento vaticano haber sido acercado a los puntos de vista de los indignados de "Ocupar Wall Street". O de haber encontrado eco en un artículo de barricada del primado anglicano Rowan Williams, publicado el 2 de noviembre en el "Financial Times", a favor del "Impuesto Robin Hood".
Pero más que estos pésimos votos, lo que ha irritado mayormente a muchos estimables lectores del documento del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” es que está en contradicción clamorosa con la encíclica "Caritas in Veritate", de Benedicto XVI.(1)
En la encíclica, de ninguna manera el papa Joseph Ratzinger invoca una "autoridad pública con competencia universal" en la política y en la economía, una especie de gran Leviatán que no se entiende cómo ha de ser entronizado ni por quién, lo cual es querido por el documento del 24 de octubre.
En "Caritas in Veritate" el Papa habla más propiamente de "gobernanza" (es decir, de reglamentación, en latín "moderamen") de la globalización, a través de instituciones subsidiarias y estratificadas. Esto no tiene nada que ver con un gobierno monocrático del mundo.
Cuando luego se desciende en el análisis y en las propuestas específicas, ha sorprendido también la fuerte brecha entre lo que escribe el documento del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” y cuanto se sostiene desde hace mucho tiempo en "L'Osservatore Romano", en los editoriales de su comentarista económico, Ettore Gotti Tedeschi, presidente del Instituto para las Obras de Religión, el banco vaticano, y también querido en este cargo por el cardenal Bertone.
envejecimiento de la población.
Era fácil prever que Gotti Tedeschi no permanecería en silencio. En efecto, el 4 de noviembre – el mismo día de la cumbre convocada por Bertone en la Secretaría de Estado – se publicó en "L'Osservatore Romano" un editorial de su autoría que suena como un repudio total del documento del Pontificio Consejo “Justicia y Paz”.
Lo presentamos aquí inmediatamente a continuación. Al leerlo surge la sospecha que su redacción inicial quizás era todavía más destructiva...
Fuente y nota: Chiesa
Varias cosas quedan probadas. La falta de un mando unificado. La guerra ideológica interna. La limitación del poder real del Papa Benedicto. Tal vez explique la casi increíble cuestión de Asis III, y el mensaje enviado por el papa al orbe católico por medio de una "botella al mar" (la carta del pastor que publicó Kirchliche Umschau): "no puedo hacer lo que quiero, estoy actuando con un poder acotadísimo".
Una sugerencia: ¿que tal si el Papa aprovecha para suprimir ese organismo tan poco católico que se ha denominado Consejo Iustitia et Pax, tan costoso como inútil, o peor, perjudicial?
1. Cualquiera que lea el punto 67 de la Encíclica mencionada se da cuenta de la inexactitud de lo afirmado en este párrafo del articulo.
Transcribimos aquí el acapite donde el Papa aboga por un gobierno mundial:
"67. Ante el imparable aumento de la interdependencia mundial, y también en presencia de una recesión de alcance global, se siente mucho la urgencia de la reforma tanto de la Organización de las Naciones Unidas como de la arquitectura económica y financiera internacional, para que se dé una concreción real al concepto de familia de naciones. Y se siente la urgencia de encontrar formas innovadoras para poner en práctica el principio de la responsabilidad de proteger y dar también una voz eficaz en las decisiones comunes a las naciones más pobres. Esto aparece necesario precisamente con vistas a un ordenamiento político, jurídico y económico que incremente y oriente la colaboración internacional hacia el desarrollo solidario de todos los pueblos. Para gobernar la economía mundial, para sanear las economías afectadas por la crisis, para prevenir su empeoramiento y mayores desequilibrios consiguientes, para lograr un oportuno desarme integral, la seguridad alimenticia y la paz, para garantizar la salvaguardia del ambiente y regular los flujos migratorios, urge la presencia de una verdadera Autoridad política mundial, como fue ya esbozada por mi Predecesor, el Beato Juan XXIII. Esta Autoridad deberá estar regulada por el derecho, atenerse de manera concreta a los principios de subsidiaridad y de solidaridad, estar ordenada a la realización del bien común, comprometerse en la realización de un auténtico desarrollo humano integral inspirado en los valores de la caridad en la verdad. Dicha Autoridad, además, deberá estar reconocida por todos, gozar de poder efectivo para garantizar a cada uno la seguridad, el cumplimiento de la justicia y el respeto de los derechos. Obviamente, debe tener la facultad de hacer respetar sus propias decisiones a las diversas partes, así como las medidas de coordinación adoptadas en los diferentes foros internacionales. En efecto, cuando esto falta, el derecho internacional, no obstante los grandes progresos alcanzados en los diversos campos, correría el riesgo de estar condicionado por los equilibrios de poder entre los más fuertes. El desarrollo integral de los pueblos y la colaboración internacional exigen el establecimiento de un grado superior de ordenamiento internacional de tipo subsidiario para el gobierno de la globalización, que se lleve a cabo finalmente un orden social conforme al orden moral, así como esa relación entre esfera moral y social, entre política y mundo económico y civil, ya previsto en el Estatuto de las Naciones Unidas.
Nota: Panorama Catolico Internacional
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