El combate de Vuelta de Obligado es uno de los más gloriosos acontecimientos históricos, significó la afirmación de nuestra voluntad de vivir dignamente en Unión y Libertad como la Nación soberana que somos.
Inglaterra y Francia nos quisieron imponer la libre navegación de nuestros ríos, para poder comerciar, a través del más ignominioso sometimiento. El atropello comienza cuando piratas italianos al mando de Giuseppe Garibaldi, cuya escuadra integraba el convoy invasor, toman y saquean la ciudad de Colonia el 31 de agosto de 1845; y el 5 de septiembre bombardearon y ocuparon la isla Martín García. Garibaldi puede ser considerado un héroe en Italia, pero aquí no fue mas que un mercenario, un delincuente común. Su derrotero criminal incluyó el saqueo de Gualeguaychú, el 20, con un perjuicio cercano a treinta mil libras esterlinas; en Paysandú y Concordia es rechazado, pero luego saquea el pueblo uruguayo de Salto junto con marineros anglo-franceses.
El 18 de ese mismo mes se declaró oficialmente el bloqueo de los puertos argentinos. Se fortificó Vuelta de Obligado, el Paso de La Ramada en el Pavón, también Tonelero, cerca de Ramallo, Acevedo (San Nicolás) y en el campo histórico de San Lorenzo, todas sobre el Río Paraná. La principal fortificación se concentró en Vuelta de Obligado, donde el río Paraná se estrecha dejando un paso de sólo 900 metros. Allí se ubicó el grueso de la artillería, que aún así, resultó insuficiente para rechazar el fuego de las potencias agresoras.
El Gral. Juan Manuel de Rosas, Gobernador de la provincia de Buenos Aires y encargado de las relaciones exteriores de la Confederación Argentina, nombra al Gral. Lucio N. Mansilla, oficial del Gral. San Martín en Chacabuco, Comandante interino de la División del Norte. Con pocos recursos, pero con mucho patriotismo, se cerró el río Paraná con una barrera formada por 24 barcos atados entre sí con tres gruesas cadenas de hierro y en tierra se desplegaron 2200 soldados con 35 piezas de artillería. En uno de los extremos y sobre la ribera derecha se colocaron diez brulotes prontos a ser encendidos y dirigidos contra los barcos enemigos, y en el otro extremo, más allá de la barrera de barcos acoplados, anclado a modo de batería flotante, un bergantín grande y bien armado.
El Restaurador sabía lo que era defender a la Patria, lo hizo a los 13 años presentándose como voluntario ante Liniers cuando la primera invasión inglesa y luego se incorporó en una compañía de Migueletes para la segunda invasión.
El combate se inició a las nueve de la mañana del 20 de noviembre de 1845; luego de entonar el Himno Nacional y de un estentóreo ¡VIVA LA PATRIA!, nuestros hermanos abrieron fuego contra el enemigo, promediando la tarde el Gral. Mansilla ordena el cese el fuego. Cabe destacar que en Obligado combatieron dos hijos del Brigadier General Facundo Quiroga, ellos eran Juan Ramón Quiroga Fernández (1817-1869) y Juan Facundo Quiroga Fernández (1819-1881). Muertos en gran parte los artilleros, los invasores iniciaron el desembarco y fueron dos veces rechazados con cargas a la bayoneta. El saldo fue de 250 muertos y 400 heridos, totalizando 650 bajas. Ya de vuelta de su malograda aventura pirata, los invasores sufrieron a las armas argentinas que los hostilizaron en San Lorenzo, Quebracho y Tonelero, sumado a que su tripulación sufría de escorbuto, una enfermedad ocasionada por la falta o escasez en la alimentación de ciertas vitaminas. Demostramos que los argentinos no somos “empanadas que se comen de un bocado” como dijo el Libertador Gral. San Martín, quien le reconoció a Don Juan Manuel su patriotismo y coraje en la defensa de la Patria legándole el sable con el que había libertado al continente.
Las potencias agresoras reconocerían posteriormente la soberanía argentina sobre sus ríos interiores en la Convenciones Arana-Southern en 1849 (Inglaterra) y Arana-Lepradour en 1850 (Francia).
Similares hechos acaecían en otras partes del mundo, Inglaterra agredió a China, en la I Guerra del Opio (1840-42), dicho ataque inglés consistió en bombardear puertos y remontar el río Yang Tze-Kian, en cuya desembocadura se halla la ciudad de Shangai, solamente porque el Emperador DaoGuang impedía el contrabando de Opio, es decir, por hacer uso de su soberanía. Así, China se fue forzada a abrir su aduana al comercio británico y a ceder Hong Kong a través del Tratado de Nankín.
Luego se sucedió la II Guerra del Opio (1856-60), en la que Inglaterra y Francia van por más, las acciones bélicas culminaron con la toma de Pekín y el saqueo del palacio imperial de verano, toda una afrenta para el Pueblo chino. Los dos tratados, de Nankín y de Tientsin, llevaron al emperador Xianfeng a abrir más puertos al comercio anglo-francés y a conceder la libre navegación del río Yang Tze-kiang, igual que acá, pero mientras el Emperador lo hizo obligado por una derrota militar, Urquiza lo hizo supuestamente después de “triunfar” en la Batalla de Caseros (1852) y oro Braganza mediante.
Así vemos, cómo la Argentina de una agresión casi idéntica, salió victoriosa, política y diplomáticamente, pero que luego por un mero cambio de gobierno y de cipayos por patriotas, se desperdició ese triunfo; y China, que perdió en ese ataque, ahora es potencia mundial Ello demuestra que la defensa del interés nacional y una adecuada diplomacia (que es la verdadera política y es la que signa la identidad del País frente al orbe) son los pilares sobre los que se debe fundamentar la labor de un gobierno, que tiene en sus manos, nada más y nada menos, que el destino de una Nación. Las convenciones firmadas por el canciller Felipe Arana con sus pares de Francia e Inglaterra, Lepredour y Southern, respectivamente, son el desenvolvimiento cabal de la Soberanía Nacional, un triunfo diplomático a pesar de la derrota militar; así también un triunfo militar puede convertirse en derrota con mala diplomacia, como sucedió luego de la guerra con el Imperio del Brasil (1825-28).
ROTAS CADENAS PARA LA PATRIA, PERO TENSAS Y FIRMES CONTRA EL ENEMIGO, el combate de Vuelta de Obligado constituye el signo de la Soberanía Nacional, una lección formidable y precioso ejemplo que se proyecta con toda su intensidad hasta nuestros días; tal como de la Reconquista en 1806 y la Defensa en 1807, debemos los argentinos del siglo XXI consustanciarnos plenamente con la Historia de la Patria, para que realmente asumamos como propio sus triunfos, el rigor de sus batallas y sus fatigas, pues esa es la única manera a través de la cual una Nación aprende cabalmente de su propia historia, subsanando yerros, restañando heridas, viviendo un presente vigoroso y un futuro promisorio.
Luis Asis Damasco
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