"GEOPOLITICA DE LAS VACUNAS
Por Carlos
PISSOLITO
Empezando con la
historia de las vacunas
Durante siglos se practicó una suerte de vacunación empírica.
Por ejemplo, se sabía que los tamberos que trataban con vacas infectadas con la
viruela bovina no contraían la enfermedad en su versión humana. Los primeros
indicios se registran durante el siglo X en donde se practicaba la "insuflación nasal" soplando
material de viruela en polvo, generalmente costras, por las fosas nasales.
Durante la década de 1760, Edward Jenner, un aprendiz de
boticario, se enteró de historias similares y que eran común en
las áreas rurales. Acto seguido, tomó
pus de una vaca lechera con viruela vacuna, lo raspó en el brazo de un niño de
8 años y a las seis semanas se lo inoculó a un niño. Luego hizo lo propio con
una muestra de viruela humana, pero el niño no se contagió; por lo que dedujo
que se había inmunizado. Así nació la 1ra vacuna que conoció la humanidad.
La segunda generación de vacunas fue introducida en la década
de 1880 por Louis Pasteur, quien las desarrolló para el cólera y el ántrax de los
pollos. Ya desde finales del siglo XIX
las vacunas se consideraron una cuestión de prestigio nacional y se aprobaron
leyes de vacunación obligatoria, en consecuencia.
El siglo XX vio la introducción de varias vacunas exitosas,
incluidas las de la difteria, el sarampión, las paperas, la rubéola y la poliomielitis. Con todas ellas, se creyó
haber logrado la erradicación de la
viruela y el control de otras numerosas pestes. Sin embargo, las vacunas siguen
siendo difíciles de alcanzar para muchas enfermedades importantes, tales como
el herpes simple, la gonorrea y el VIH.
Por su parte, el siglo XXI nos trajo a las vacunas de ADN
(ácido desoxirribonucleico) que contienen proteínas específicas (antígenos) de
un patógeno determinado. Concretamente, en 1983, Enzo Paoletti y Dennis
Panicali del Departamento de Salud de Nueva York idearon una estrategia para
producir vacunas de ADN recombinante mediante el uso de ingeniería genética
para transformar la vacuna contra la viruela ordinaria en vacunas que pueden prevenir
otras enfermedades. En el 2016, se las comenzó a probar para el virus del Zika
en los Institutos Nacionales de Salud de los EEUU.
Por su parte, la investigación ha avanzado hacia las vacunas
de ARN (ácido ribonucleico) que son una variante de la anterior y proporcionan
inmunidad a través de un vector que contiene ARN. Para lograrlo, la secuencia
de ARN codifica antígenos, proteínas idénticas o parecidas a las del patógeno.
Y tras la administración de la vacuna, esta secuencia es traducida por las
células huésped para producir los antígenos codificados. Las que, luego,
estimulan al sistema inmunológico impulsando al organismo a producir
anticuerpos contra el patógeno.
Si bien, las vacunas de ARN ofrecen múltiples ventajas por
sobre las vacunas de ADN, en términos de producción, actualmente, no existen
vacunas de ARN aprobadas para uso humano. Sí, se están desarrollando varias con
esta metodología para combatir la pandemia de COVID-19
Volviendo a la Geopolítica
Desde que el Mundo es Mundo es cierto aquello de que “en la
guerre comme en la guerre”y que los científicos han tratado de inventar el arma
suprema que les garantizara a sus respectivas fuerzas militares una victoria
sin mañana. Todas eran meras especulaciones hasta aquella fatídica mañana del
6 agosto de 1945, en la que un artefacto
atómico detonó sobre la ciudad japonesa de Hiroshima.
A las armas nucleares pronto se sumaron –aunque en realidad
siempre habían existido– las armas de destrucción masiva de los pobres. Vale
decir, las químicas y las biológicas, a las que ahora se agregan las genéticas:
virus, bacterias, insectos u hongos modificados genéticamente, ya sea para
mejorar su transmisibilidad o su letalidad, o ambas cosas.
Ya que desde la Antigüedad se viene practicando la guerra
biológica, aunque bajo formas rudimentarias. Por ejemplo, los hititas conocían y usaban a las víctimas de la tularemia para infectar
pueblos enemigos mediante la infiltración de personas portadoras de la
enfermedad. Por su parte, los arqueros
de todas las latitudes, han sabido desde siempre, cómo infectar sus puntas de
flecha para transmitir el tétanos o alguna ponzoña o toxina mortal.
En los tiempos contemporáneos, las armas biológicas, por su
dificultad para ser detectadas, así como por su bajo costo y por su facilidad
de uso, se han transformado en un arma de elección por parte de grupos
terroristas de cierta sofisticación. Se suman a estas ventajas la posibilidad
de disponer de varios días para abandonar con seguridad el lugar del ataque.
Tal como sucedió tras los ataques del 11S con ántrax en la ciudad de Washington
DC, ya que nunca pudieron ser identificados los culpables.
Si bien, no podemos afirmar que la expansión del COVID 19 se
haya debido a un intento deliberado de guerra biológica, tampoco, lo podemos
descartar de plano.
Pero, en realidad, se presume con certeza que son los Estados
los que invierten medios y tiempo tanto en el desarrollo como en las
contramedidas destinadas a la producción de armas biológicas y genéticas. Entre
ellos, se destacan los EE., la Gran Bretaña, Rusia y China. Al respecto, el experto en la materia, el
médico militar chino Cao Shiyang, nos dice lo siguiente: “Una vez que puestas
en uso, es decir activas, las armas genéticas, marcarán una gran diferencia en
las guerras futuras:
“1) El modo de guerra cambiará ostensiblemente. Las partes
hostiles podrán disponer y usar armas genéticas antes de incoar acciones
bélicas, destruyendo de manera mutua al personal y al ambiente de vida circundante,
haciendo que una nación y un país pierdan la efectividad de combate y sean
conquistados sin derramamiento de sangre.
“2) La estructura del establecimiento militar se modificará.
Las tropas de combate disminuirán ostensiblemente, mientras que las fuerzas de
apoyo de servicios de salud aumentarán significativamente.
“3) Se propenderá a un estadío de integración de armas
estratégicas y armas tácticas. El campo de batalla en el futuro se convertirá
en un campo de batalla invisible, lo que dificultará comprender y controlar la
situación del campo de batalla, y traerá nuevos temas y desafíos y dilemas a
los comandantes, a la defensa militar y a la investigación médica militar”.
Terminando con las
vacunas
Si bien no podemos afirmar, como ya lo dijimos más arriba,
que el virus ha sido un arma biológica, sí podemos confirmar de que la búsqueda
de una vacuna eficiente lo es. Es más, tal como ocurrió con otras carreras,
como por ejemplo, la de obtener una bomba atómica entre los EEUU y el III Reich
o la de colocar un hombre en la Luna entre los EEUU y la URSS, esta por la
vacuna, también, lo es. Con el agregado que los potenciales competidores son
más, ya que se trata de buscar la prevención contra un virus global.
En ese sentido, las apuestas son distintas en función de las
capacidades de los contendientes. Los que pueden aportar distintas cuestiones.
A saber:
Tecnología para investigar,
probar, desarrollar y fabricar, masivamente, la vacuna.
Fondos financieros para
apoyar estos trabajos.
Voluntarios para las
etapas finales de los trabajos de investigación.
Una combinación de
todas las cuestiones mencionadas.
Obviamente, solo los países más desarrollados pueden impulsar
desarrollos completos. Como es el caso de los EEUU, la Gran Bretaña, Francia,
Alemania y China y, en menor medida, Israel, Corea del Sur y Japón y en mucho
menor medida, la Argentina, Brasil, Corea del Norte y Sudáfrica. Un esquema
casi igual a quienes poseen armas atómicas y tecnología nuclear.
Como nos debería extrañar, tratándose de una competencia
geopolítica, que la 1ra víctima haya sido la verdad científica. Ya que en ese
sentido, no han sido pocas las acusaciones y las suspicacias mutuas entre
Estados e instituciones científicas asociadas a ellos.
Lo que sabemos a nivel regional, es que la Argentina ya arrancó con los
ensayos con la vacuna de Pfizer/BioNTech, mientras que Brasil busca, no sólo
asegurarse dosis de la vacuna de AstraZeneca y de la Universidad de Oxford,
sino, también, producirlas localmente. Y, por su parte, Chile
apuesta a un estudio en manos de la farmaceútica china Sinovac.
A nivel nacional, sólo nos interesa lo relacionado con
aquellas vacunas que, eventualmente, tienen posibilidad de ser administradas
por la Argentina. Entre ellas se destaca, como ya lo hemos mencionado, la que
desarrolla la empresa Pfizer, en base a una molécula de ARN y que están siendo sometidas a ensayos
clínicos en nuestro Hospital Militar Central, en los Estados Unidos y en otros
países.
Esta tecnología es prometedora, pero sus efectos secundarios,
especialmente, su impacto en la fertilidad humana, han sido cuestionados y,
todavía, no se los han estudiado a fondo.
Se suma a este aspecto genético/médico/farmacéutico las suspicacias que
existen respecto de las verdaderas intenciones de diversas ONG, entre ellas la
fundación dirigida por el matrimonio Gates. Especialmente, en lo relativo a la
concepción antinatalista que informa a esta ONG, al igual, que a diversos
organismos internacionales (FMI, BM, ONU) que son seguidores del denominado
Club de Roma que propugna el control del crecimiento de la población humana con
diversos procedimientos como la promoción del aborto, la distribución de
anticonceptivos, entre otros. Todas acciones que se deducen de sus propios
documentos y que estas mismas organizaciones han hecho público.
La de la Universidad de Oxford tiene la ventaja de basarse en
lo que se llama vectores virales. Pero, también, levanta sospechas el Grupo
Insud, de Hugo Sigman, al que pertenece el laboratorio mAbxience y que va a
producir la vacuna en la Argentina, conjuntamente, con México. Ya que, en el
pasado, ha sido acusado de proveer precursores como la efedrina al
narcotráfico.
Por su parte, Rusia dice haber ganado la carrera con un planteo
similar al de Oxford y nuestro Presidente lo ha felicitado por este logro, por
lo que no habría que descartar su empleo en el futuro, ya que se necesitarán
millones de dosis.
Tampoco, creemos que será menor, la oposición individual y
social y hasta de algunas instituciones contra una vacunación obligatoria, si
este fuera el caso, como muchos factores hacen prever que así será.
Como verán, también, hay una geopolítica de las vacunas. Por
lo que la Argentina tendrá unos pocos meses para ver cuál le conviene más,
siempre asumiendo un alto riesgo por la incertidumbre que rodea a estas
cuestiones que hemos tratado de explicar de la forma más sencilla posible.