viernes, 20 de enero de 2017

EL SENTIDO DEL NACIONALISMO

Por: Oria Sima

 Toda doctrina política que reconoce la primacía de la nación en la organización del Estado es una doctrina nacionalista, a pesar de que no se afirme de modo expreso este principio.
Los más intransigentes nacionalistas del mundo son los judíos Pero nunca se verá a este pueblo poner de manifiesto una profesión de fe nacionalista. Solamente después de haber fundado un Estado nacional se ha podido comprobar cuán sincera era su actitud: el nacionalismo sionista ha rebasado en intensidad a todos los demás nacionalismos. Frisa en el exceso, adoptando como base del nuevo Estado la idea del exclusivismo racial. La doctrina hitleriana, condenada en todo el mundo, ha resucitado en el Estado de Israel.
El nacionalsindicalismo y el nacionalismo de los legionarios rumanos se mantienen dentro de los límites del buen sentido. Ni en José Antonio ni en Corneliu Codreanu descubriréis estallidos de odio racial ni tendencias imperialistas. El chauvinismo y el imperialismo son sucedáneos degenerados del nacionalismo. José Antonio habla a sus contemporáneos de »la vocación imperial de España», pero subraya al mismo tiempo que con este lema él entiende una empresa de orden espiritual, una competencia con otras naciones en el campo espiritual y cultural . Corneliu Codreanu habla también de una misión rumana en el mundo, pero, igual que José Antonio, pone el acento sobre las realizaciones del espíritu. Las naciones, dice, no deben comportarse, en relación con otras naciones, según el instinto animal, según la ley de los brutos o de las fieras del bosque. La principal misión de un pueblo en la Historia es la creación cultural. Él sitúa la cultura por encima de la Historia: «Una nación vive en la eternidad por sus conceptos, su honor y su cultura». La historia de un pueblo no se justifica más que en la medida en que crea un ambiente favorable a su expansión espiritual y cultural.
El patriotismo no es una manera de pensar, subraya José Antonio. Es «una manera de ser». Nadie nos enseña a ser rumano, español, francés, alemán. Uno lo es. El sentido de la Patria no es un invento de nuestros tiempos. No es una adquisición reciente del espíritu. Bajo una forma latente y primitiva ha existido desde que existe la Historia. En la época moderna ha crecido solamente su auditorio. En el pasado sólo una reducida parte de un pueblo era consciente de las verdades nacionales. Hoy día las masas populares se han convertido en portadoras de esta creencia.
Existe también una especie de nacionalismo telúrico, primitivo, una forma elemental de patriotismo, el cual, si no evoluciona, si no gana altitud histórica, daña a la nación, puesto que reduce la Patria a un complejo de sensaciones físicas. Vibra con una extraordinaria intensidad a todas las exhalaciones de la tierra nativa: el pueblecito en que hemos nacido, el lenguaje local, las antiguas melodías, el susurro de los ríos, los paisajes de las montañas. Este tipo de patriotismo, que José Antonio, al caracterizarlo, dice que tiene algo de sensual, que es de calidad vegetativa, cierra el horizonte de los hombres para las grandes verdades nacionales. Ata a los hombres a los límites del mundo en que han nacido, impidiendo ver su verdadera Patria, que es «el país del espíritu nacional» (Codreanu), «depositaria de los valores eternos» (José Antonio).
El patriotismo de solo tipo afectivo-regional retrasa el proceso de unificación de una nación. Los principados rumanos de Valaquia y Moldavia lucharon entre sí siglos, como si se hubiera tratado de dos pueblos distintos. Sólo en el siglo XVIII los habitantes de los dos principados han comenzado a darse cuenta de que pertenecen a la misma nación. La unidad nacional se ha realizado en la medida en que los fragmentos del pueblo rumano han llegado a la consciencia de su unidad de destino, superando el nacionalismo local.
El nacionalismo local, telúrico, vegetativo, en libertad para desarrollarse al azar, se convierte en un factor de disgregación nacional en épocas de decadencia histórica. A este tipo de nacionalismo de una especie inferior, José Antonio le opone «el nacionalismo misional», «el nacionalismo de la nación», entendidos como unidad de destino en lo universal . El papel de este «nuevo nacionalismo» es el de unificar las diversas regiones en una síntesis trascendente e indivisible. Él no ve inconveniente alguno en que las distintas regiones conserven su individualidad, pero con la condición de que sean conscientes de su pertenencia a la Patria común

Fragmento de "Dos Movimientos Nacionales"

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