Eran los tiempos de Don Juan Manuel de Rosas.
Se conquistaba el Desierto para rescatar cautivos, para pacificar e integrar a los indios al territorio patrio, para tratarlos como paisanos y sellar con ellos pactos de amistad y de concordia. Para consolidar las fronteras interiores, e incluso para incrementar los conocimientos científicos.
Sucedió que 30 de marzo de 1833, en plena Expedición, el legendario Fraile Aldao avanzó sobre el campamento de Yanquetruz con cuatrocientos soldados, enviando al día siguiente al coronel Velazco a ocupar el paso e isla de Limay Mahuida.
Se logró rescatar a setenta cautivos. Hombres y mujeres que vivían esclavizados por los caciques tribales, de costumbres poco compatibles con la mansedumbre.
También logró recuperarse un importante patrimonio de ganado vacuno y caballar que nos había sido robado.
En mayo el Ejército acampó en una isla en el Paso de la Balsa, desde donde partieron varios destacamentos. Las pequeñas embarcaciones con la que se pasaba uno de los brazos del río estaban custodiadas por una compañía de fusileros cuando en la madrugada del 14 de mayo fue sorprendida por cincuenta ranqueles. Excepto un soldado que escapó a nado, los otros cuarenta fueron pasados a cuchillo, entre ellos el capitán Mosqueira, EL TENIENTE MALDONADO y el ayudante Guevara.
Sí; a Maldonado lo mataron los indios.
Su muerte heroica, en cumplimiento del deber cristiano y argentino de custodiar la tierra y sus habitantes, ha desaparecido forzosamente.
Porque forzosamente, y con una fuerza digna de mejor causa, no se enseña en las escuelas, no se recuerda en el congreso, no se menciona en la justicia,no se tiene de él noticia alguna. Ignoran su paradero a sabiendas. Ocultan su memoria, su vocación, su destino, su drama épico.
Total era un milico. Y sus homicidas originarios. ¿Originarios de dónde? Porque en el Origen estamos todos, en tanto creaturas de Dios. No somos estratificaciones geológicas. Somos hijos de un Padre común y de una Madre: España. El bautismo nos da el origen, no las invasiones asiáticas a un territorio sin nombre, clausurado y mudo.
Maldonado ha muerto y aún se espera un toque de diana a su memoria.
El Señor perdone a sus homicidas. Y premie la gallardía del olvidado Teniente Maldonado con un cielo de escuadrones federales, de tacuaras izadas hasta el tope, de banderas al viento, portando los colores de la Virgen Santísima.
Se conquistaba el Desierto para rescatar cautivos, para pacificar e integrar a los indios al territorio patrio, para tratarlos como paisanos y sellar con ellos pactos de amistad y de concordia. Para consolidar las fronteras interiores, e incluso para incrementar los conocimientos científicos.
Sucedió que 30 de marzo de 1833, en plena Expedición, el legendario Fraile Aldao avanzó sobre el campamento de Yanquetruz con cuatrocientos soldados, enviando al día siguiente al coronel Velazco a ocupar el paso e isla de Limay Mahuida.
Se logró rescatar a setenta cautivos. Hombres y mujeres que vivían esclavizados por los caciques tribales, de costumbres poco compatibles con la mansedumbre.
También logró recuperarse un importante patrimonio de ganado vacuno y caballar que nos había sido robado.
En mayo el Ejército acampó en una isla en el Paso de la Balsa, desde donde partieron varios destacamentos. Las pequeñas embarcaciones con la que se pasaba uno de los brazos del río estaban custodiadas por una compañía de fusileros cuando en la madrugada del 14 de mayo fue sorprendida por cincuenta ranqueles. Excepto un soldado que escapó a nado, los otros cuarenta fueron pasados a cuchillo, entre ellos el capitán Mosqueira, EL TENIENTE MALDONADO y el ayudante Guevara.
Sí; a Maldonado lo mataron los indios.
Su muerte heroica, en cumplimiento del deber cristiano y argentino de custodiar la tierra y sus habitantes, ha desaparecido forzosamente.
Porque forzosamente, y con una fuerza digna de mejor causa, no se enseña en las escuelas, no se recuerda en el congreso, no se menciona en la justicia,no se tiene de él noticia alguna. Ignoran su paradero a sabiendas. Ocultan su memoria, su vocación, su destino, su drama épico.
Total era un milico. Y sus homicidas originarios. ¿Originarios de dónde? Porque en el Origen estamos todos, en tanto creaturas de Dios. No somos estratificaciones geológicas. Somos hijos de un Padre común y de una Madre: España. El bautismo nos da el origen, no las invasiones asiáticas a un territorio sin nombre, clausurado y mudo.
Maldonado ha muerto y aún se espera un toque de diana a su memoria.
El Señor perdone a sus homicidas. Y premie la gallardía del olvidado Teniente Maldonado con un cielo de escuadrones federales, de tacuaras izadas hasta el tope, de banderas al viento, portando los colores de la Virgen Santísima.
Antonio Caponnetto
1 comentario:
excelente, camarada. saludos.
Publicar un comentario