Aunque muchos no lo crean, hay mujeres que se levantan todos los días
para ir a su trabajo, vuelven cansadas, siguen trabajando en las tareas
hogareñas, mandan a sus hijos a la escuela, se ocupan de hacer las
compras, pagan los impuestos, lavan y limpian la casa y todo, pero
todo—todo, lo hacen compartiendo tareas con sus maridos. Ellos también
se preocupan en llevar a los hijos a la escuela, hacen las compras,
cocinan, lavan la vajilla y la ropa, asean toda la casa, pagan las
cuentas, y van al supermercado.
Aunque muchos lo nieguen, las mujeres hacen en el mundo laboral, lo mismo que los hombres, son policías, ingenieras, periodistas, abogadas, empleadas públicas, choferes de taxis, tienen un puesto en el mercado, atienden en las rotiserías o en las tiendas. Y no se les ocurriría pensar que quien trabaja con ellas cobrará un peso de más por el sólo hecho de ser varón. Es más, muchas están dispuestas a hacer un escándalo si eso ocurre. Y a ningún patrón de hoy en día se le pasará por la mente gratificar mejor al empleado que a la empleada.
Aunque los medios de comunicación quieran mostrar otra cosa, muchos dueños de negocios hoy en día prefieren tener empleadas mujeres o ponerlas en cargos jerárquicos, más que a los varones, porque saben que son más responsables y confían más en ellas.
Aunque muchos lo nieguen, hay mujeres que tuvieron uno, dos, tres, cuatro o más hijos y se lamentan porque el cuerpo no les permitió parir más. No son millonarias ni les sobra el dinero, pero aman los chicos con todo el trabajo que significa y saben que la posibilidad de dar vida que llevan en su vientre es algo maravilloso que les ha sido negado a los hombres. Para qué hablar de las que no pueden tener hijos y buscan quedar preñadas con desesperación y los cientos de métodos científicos y caseros que dan vueltas en clínicas de fertilidad, sanatorios, clínicas y demás.
Aunque muchos pretendan que creamos otra cosa, hay mujeres que ganan más dinero que sus propios hombres y lo distribuyen equitativamente en la casa, sin mayores problemas y nadie le pega al otro por eso o se siente más o menos y son muchísimos los hogares en que se da esta circunstancia y nadie se escandaliza o hace befa de nadie.
Aunque algunas veces lo quieran mostrar de otra manera, los casos de violencia contra las mujeres que se dan en muchas ocasiones, son porque ha fallado la institución de la familia: ni las leyes ni la escuela ni, mucho menos, los partidarios del aborto, son capaces de criar a un chico enseñándole valores fundamentales para la vida. Sólo un padre, una madre y el amoroso cuidado de hogares bien constituidos tienen las armas para terminar con la violencia contra las mujeres. Valorar las familias es la única opción de transitar de nuevo el camino del bien. Volver a unir las familias es la única solución para muchos dramas que plantea el mundo moderno.
Aunque muchos lo nieguen, las mujeres hacen en el mundo laboral, lo mismo que los hombres, son policías, ingenieras, periodistas, abogadas, empleadas públicas, choferes de taxis, tienen un puesto en el mercado, atienden en las rotiserías o en las tiendas. Y no se les ocurriría pensar que quien trabaja con ellas cobrará un peso de más por el sólo hecho de ser varón. Es más, muchas están dispuestas a hacer un escándalo si eso ocurre. Y a ningún patrón de hoy en día se le pasará por la mente gratificar mejor al empleado que a la empleada.
Aunque los medios de comunicación quieran mostrar otra cosa, muchos dueños de negocios hoy en día prefieren tener empleadas mujeres o ponerlas en cargos jerárquicos, más que a los varones, porque saben que son más responsables y confían más en ellas.
Aunque muchos lo nieguen, hay mujeres que tuvieron uno, dos, tres, cuatro o más hijos y se lamentan porque el cuerpo no les permitió parir más. No son millonarias ni les sobra el dinero, pero aman los chicos con todo el trabajo que significa y saben que la posibilidad de dar vida que llevan en su vientre es algo maravilloso que les ha sido negado a los hombres. Para qué hablar de las que no pueden tener hijos y buscan quedar preñadas con desesperación y los cientos de métodos científicos y caseros que dan vueltas en clínicas de fertilidad, sanatorios, clínicas y demás.
Aunque muchos pretendan que creamos otra cosa, hay mujeres que ganan más dinero que sus propios hombres y lo distribuyen equitativamente en la casa, sin mayores problemas y nadie le pega al otro por eso o se siente más o menos y son muchísimos los hogares en que se da esta circunstancia y nadie se escandaliza o hace befa de nadie.
Aunque algunas veces lo quieran mostrar de otra manera, los casos de violencia contra las mujeres que se dan en muchas ocasiones, son porque ha fallado la institución de la familia: ni las leyes ni la escuela ni, mucho menos, los partidarios del aborto, son capaces de criar a un chico enseñándole valores fundamentales para la vida. Sólo un padre, una madre y el amoroso cuidado de hogares bien constituidos tienen las armas para terminar con la violencia contra las mujeres. Valorar las familias es la única opción de transitar de nuevo el camino del bien. Volver a unir las familias es la única solución para muchos dramas que plantea el mundo moderno.
©Juan Manuel Aragón
No hay comentarios:
Publicar un comentario