La insoportable levedad del ser virtual en un envio de Juan Pablo Vitali por mail...
Lo que voy a escribir es en cierto modo un contrasentido. Pronto sabrán porqué.
No es ningún secreto, que ya nada es como antes, que la forma de vida ha cambiado, y podría decirse - sin pretender que mucha gente lo comparta, y sin ser demasiado original- que la decadencia cultural, se ha acelerado mucho en los últimos años.
No digamos que por el cambio de la forma de vida, la gente ya no lee. La gente en general nunca leyó demasiado, y si alguna cosa ha leído masivamente, mejor hubiera sido que no la hubiera leído, salvo contadas excepciones. Es duro pero es la verdad, y habrá que aceptarla, para partir de bases ciertas.
Tampoco podemos decir, que por culpa de la red, la gente lea menos. Hasta podría ocurrir, en ciertos casos, que alguno termine leyendo más, estando más informado, o recibiendo ciertos “estímulos culturales“ por medio de la internet. Todo puede ser.
Lo que quisiera analizar y confieso que no me resulta fácil, seguramente por mis propias limitaciones, es si la red, obrará un cambio en la actitud de ciertas personas, si las transformará, en alguna medida, de hombres reales a hombres virtuales.
Me preocupa cómo afectará la virtualidad, al reducido número de personas que leían y entendían, y que se relacionaban entre sí en forma directa, para construir, lo que solamente esas personas pueden construir. Me refiero a la verdadera cultura, a la verdadera política, a lo que construían las personas con algún resto, en medio de esta decadencia, para crear algo que valga la pena.
Las personas “normales” ya tienen suficiente con la televisión, y si acceden a la internet, lo hacen quién sabe con qué nefastos o estúpidos fines. Esos no leen. Las Masas no leen (pido perdón al sistema numérico vigente por lo que digo, y acepto el mote de reaccionario, porque reaccionar es tan justo, como decir la verdad). Las personas, en su gran mayoría: “tienen la cabeza quemada” como se dice en mi país, por la sociedad de consumo, o como se la quiera llamar.
Lo que me preocupa en realidad es la trampa, en la que pueden caer los que todavía resisten. Para decirlo claramente: que las pocas reservas culturales que nos quedan, se vuelvan virtuales, y que nos rija definitivamente la lógica virtual, en las relaciones personales, en la construcción cultural, en la política. Todos saben a qué me refiero. Porque todos sabemos que leer de un libro no es lo mismo, amigarse personalmente no es lo mismo, comprometerse políticamente no es lo mismo, que los tiempos son otros en la realidad virtual, que son distintos a los de la realidad real, y eso significa, en alguna medida, cambiar la estructura del pensamiento y de la acción (disculpen la afirmación cuasi científica y temeraria de un lego en psicología). Es comenzar a existir dentro de la red, y dejar de existir fuera de la red, o si de pronto, la red dejara por algún motivo de existir.
Y aquí está el gran contrasentido: lo que estoy escribiendo, será difundido por medio de la red. Es que yo no la niego, he aprovechado de ella muchísimo, en información, en textos, en contactos, en la difusión de mis propios textos. Es más, podría decir que ya no sería el mismo, para mí o para los demás, sin la red, por eso le tengo más miedo que a una mujer manejadora.
¿Seremos capaces los “no normales”, los preocupados, los que no aceptamos gentilmente la cultura dominante, de sobreponernos a lo negativo de la red, y utilizarla beneficiosamente, manteniendo nuestro espíritu indemne? ¿No saldremos poco a poco, de una realidad real que nunca nos quiso, para exiliarnos más de lo que estamos, en la realidad virtual? ¿Nos servirá la red para ocupar más espacio real, o sólo para ocupar más sitios virtuales, y abandonar poco a poco los reales? ¿Podremos mantener y acrecentar nuestra cultura hecha de libros, de tradiciones, de amistades, de reuniones, de ocupar espacios tangibles, en el tiempo que nos deja libre la red?
El “no lugar” es la globalización del desarraigo. El arraigo es patrimonio de los espíritus elevados, es el tiempo y el espacio que nos une y nos separa, es la alegría de la cercanía y también el dolor de la ausencia, es la realidad real, de la que más o menos estamos hechos hasta ahora.
No es fácil resistir el sentido del mundo, pero toda resistencia debe tener una carnadura real, algo que se oponga profundamente, a ese sentido del mundo que forja la decadencia, algo que se mueva por medio de otra lógica.
Adoptar el medio puede ser adoptar los fines, aunque no es indefectible que así sea, eso depende del hombre, o de las características del medio empleado (recuerdo que alguna vez me han dicho: yo utilizo el método dialéctico para analizar la historia, pero no soy marxista, pues si no era marxista, por lo menos estaba un poco confundido).
Sabemos que la realidad virtual se organiza a sí misma. Ella tiene sus formas. Formas que avanzan sobre el fondo de las cosas, sobre la esencia de la realidad y la transforman. Es el espíritu del hombre, su voluntad, lo que pone la diferencia, lo único que puede sobreponerse, pero para eso hacen falta cada vez más anticuerpos.
El hombre que leía, que construía “nuestro” pensamiento, “nuestra” política y “nuestra” cultura: ¿Podrá sobreponerse a la transformación? ¿Podrá utilizar ese todo agobiante, instantáneo e impersonal, para la construcción de su realidad, hecha de espacio y tiempo reales, y de resistencia espiritual? ¿O sucumbirá ante la transformación temporal y espacial de lo virtual?
Yo no lo sé, y no puedo aceptar sin más como reales las tesis de la ciencia ficción, porque es mucha la impotencia de un reaccionario, al ver que sistemáticamente, las cosas se muestran, se anticipan, pero nadie reacciona. La ciencia ficción, pese a sus grandes escritores, que mucho han aportado, termina siendo a veces un acostumbramiento, una banalización del problema, sobre todo cuando se convierte en un pasatiempo hollywoodense.
De todos modos, espero que podamos contar con un número suficiente de espíritus blindados al dominio de la virtualidad, sin desdeñar su gran utilidad.
Y ahora, corro presuroso a enviar estas palabras, para que tengan la mayor difusión... virtual posible.
No es ningún secreto, que ya nada es como antes, que la forma de vida ha cambiado, y podría decirse - sin pretender que mucha gente lo comparta, y sin ser demasiado original- que la decadencia cultural, se ha acelerado mucho en los últimos años.
No digamos que por el cambio de la forma de vida, la gente ya no lee. La gente en general nunca leyó demasiado, y si alguna cosa ha leído masivamente, mejor hubiera sido que no la hubiera leído, salvo contadas excepciones. Es duro pero es la verdad, y habrá que aceptarla, para partir de bases ciertas.
Tampoco podemos decir, que por culpa de la red, la gente lea menos. Hasta podría ocurrir, en ciertos casos, que alguno termine leyendo más, estando más informado, o recibiendo ciertos “estímulos culturales“ por medio de la internet. Todo puede ser.
Lo que quisiera analizar y confieso que no me resulta fácil, seguramente por mis propias limitaciones, es si la red, obrará un cambio en la actitud de ciertas personas, si las transformará, en alguna medida, de hombres reales a hombres virtuales.
Me preocupa cómo afectará la virtualidad, al reducido número de personas que leían y entendían, y que se relacionaban entre sí en forma directa, para construir, lo que solamente esas personas pueden construir. Me refiero a la verdadera cultura, a la verdadera política, a lo que construían las personas con algún resto, en medio de esta decadencia, para crear algo que valga la pena.
Las personas “normales” ya tienen suficiente con la televisión, y si acceden a la internet, lo hacen quién sabe con qué nefastos o estúpidos fines. Esos no leen. Las Masas no leen (pido perdón al sistema numérico vigente por lo que digo, y acepto el mote de reaccionario, porque reaccionar es tan justo, como decir la verdad). Las personas, en su gran mayoría: “tienen la cabeza quemada” como se dice en mi país, por la sociedad de consumo, o como se la quiera llamar.
Lo que me preocupa en realidad es la trampa, en la que pueden caer los que todavía resisten. Para decirlo claramente: que las pocas reservas culturales que nos quedan, se vuelvan virtuales, y que nos rija definitivamente la lógica virtual, en las relaciones personales, en la construcción cultural, en la política. Todos saben a qué me refiero. Porque todos sabemos que leer de un libro no es lo mismo, amigarse personalmente no es lo mismo, comprometerse políticamente no es lo mismo, que los tiempos son otros en la realidad virtual, que son distintos a los de la realidad real, y eso significa, en alguna medida, cambiar la estructura del pensamiento y de la acción (disculpen la afirmación cuasi científica y temeraria de un lego en psicología). Es comenzar a existir dentro de la red, y dejar de existir fuera de la red, o si de pronto, la red dejara por algún motivo de existir.
Y aquí está el gran contrasentido: lo que estoy escribiendo, será difundido por medio de la red. Es que yo no la niego, he aprovechado de ella muchísimo, en información, en textos, en contactos, en la difusión de mis propios textos. Es más, podría decir que ya no sería el mismo, para mí o para los demás, sin la red, por eso le tengo más miedo que a una mujer manejadora.
¿Seremos capaces los “no normales”, los preocupados, los que no aceptamos gentilmente la cultura dominante, de sobreponernos a lo negativo de la red, y utilizarla beneficiosamente, manteniendo nuestro espíritu indemne? ¿No saldremos poco a poco, de una realidad real que nunca nos quiso, para exiliarnos más de lo que estamos, en la realidad virtual? ¿Nos servirá la red para ocupar más espacio real, o sólo para ocupar más sitios virtuales, y abandonar poco a poco los reales? ¿Podremos mantener y acrecentar nuestra cultura hecha de libros, de tradiciones, de amistades, de reuniones, de ocupar espacios tangibles, en el tiempo que nos deja libre la red?
El “no lugar” es la globalización del desarraigo. El arraigo es patrimonio de los espíritus elevados, es el tiempo y el espacio que nos une y nos separa, es la alegría de la cercanía y también el dolor de la ausencia, es la realidad real, de la que más o menos estamos hechos hasta ahora.
No es fácil resistir el sentido del mundo, pero toda resistencia debe tener una carnadura real, algo que se oponga profundamente, a ese sentido del mundo que forja la decadencia, algo que se mueva por medio de otra lógica.
Adoptar el medio puede ser adoptar los fines, aunque no es indefectible que así sea, eso depende del hombre, o de las características del medio empleado (recuerdo que alguna vez me han dicho: yo utilizo el método dialéctico para analizar la historia, pero no soy marxista, pues si no era marxista, por lo menos estaba un poco confundido).
Sabemos que la realidad virtual se organiza a sí misma. Ella tiene sus formas. Formas que avanzan sobre el fondo de las cosas, sobre la esencia de la realidad y la transforman. Es el espíritu del hombre, su voluntad, lo que pone la diferencia, lo único que puede sobreponerse, pero para eso hacen falta cada vez más anticuerpos.
El hombre que leía, que construía “nuestro” pensamiento, “nuestra” política y “nuestra” cultura: ¿Podrá sobreponerse a la transformación? ¿Podrá utilizar ese todo agobiante, instantáneo e impersonal, para la construcción de su realidad, hecha de espacio y tiempo reales, y de resistencia espiritual? ¿O sucumbirá ante la transformación temporal y espacial de lo virtual?
Yo no lo sé, y no puedo aceptar sin más como reales las tesis de la ciencia ficción, porque es mucha la impotencia de un reaccionario, al ver que sistemáticamente, las cosas se muestran, se anticipan, pero nadie reacciona. La ciencia ficción, pese a sus grandes escritores, que mucho han aportado, termina siendo a veces un acostumbramiento, una banalización del problema, sobre todo cuando se convierte en un pasatiempo hollywoodense.
De todos modos, espero que podamos contar con un número suficiente de espíritus blindados al dominio de la virtualidad, sin desdeñar su gran utilidad.
Y ahora, corro presuroso a enviar estas palabras, para que tengan la mayor difusión... virtual posible.
1 comentario:
Hugo Wast en Juana Tabor/666 nos dice que la gente del 2000 no iba a saber leer y dicho y hecho. Otro hecho interesante de nuestra literatura es el Aleph de Borges que anticipa la existencia de Google.
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