miércoles, 15 de octubre de 2008

CRISIS ECONOMICA AMERICANA:PRELUDIO DEL GOBIERNO MUNDIAL


La economía de los EE.UU., la más grande del mundo con un PIB de 14 billones de dólares, y principal motor del capitalismo global, se encuentra en una grave y difícil coyuntura que le ha llevado a endeudarse por 11,3 billones de dólares, prácticamente el 80% de su PIB y casi tres veces su presupuesto nacional.
Se ha iniciado así un nuevo proceso de readaptación del sistema capitalista a causa de la dinámica que sigue la lógica especulativa financiera. No se trata, ni mucho menos, de una crisis estructural que pueda significar de forma inminente la desaparición del propio sistema, sino de una concentración y acumulación de capitales que significa profundizar las tendencias monopolísticas propias del capitalismo.
La quiebra de firmas financieras americanas importantes como Lehman Brothers, o la adquisición de AIG, Merril Lynch o Goldman Sachs, por Barclays, Bank of America o Chase Manhattan Bank entre otros, representa la creciente formación de monopolios en el mercado de las finanzas, lo que a la postre significa una concentración del poder financiero con la formación de grandes monopolios trasnacionales.
La crisis que ha detonado el negocio de las hipotecas basura perjudica seriamente a la economía productiva, ya que la falta de liquidez y en muchos casos de solvencia supone la restricción del crédito, de modo que el mercado y la economía real se quedan sin dinero con el que financiar sus operaciones, viéndose muchas empresas forzadas a cerrar e impidiéndose al mismo tiempo la creación de nuevas empresas.
El capitalismo monopolista exige la intervención del Estado para las situaciones excepcionales de crisis, aquellas en las que el desorden del mercado hacen completamente inestable e imprevisible la economía. En este sentido el Estado actúa como instrumento al servicio de los intereses de dichos monopolios, llevando a cabo políticas en claro y directo beneficio de los intereses privados de la alta finanza. Por este motivo, en situaciones en las que se producen quiebras de bancos de inversión y aseguradoras financieras, que a su vez mantienen importantes y voluminosos lazos económicos con multitud de empresas y bancos a lo largo del mundo, se exige la intervención estatal para respaldar todos esos intereses que se ven amenazados seriamente por las pérdidas.
La problemática en EE.UU. estriba, por un lado, en el procedimiento por el cual es necesario llevar a cabo la intervención que provea al mercado de la suficiente estabilidad. El compromiso del gobierno federal a través del Tesoro de respaldar con 700.000 millones de dólares (casi el equivalente a lo que ha costado la guerra de Irak) los activos de las hipotecas basura requiere la aprobación por parte del Congreso, cuyos integrantes están siendo sometidos a fuertes presiones por sus electores, los cuales les exigen que se nieguen a apoyar una propuesta con la que los ciudadanos terminarán pagando las deudas provocadas por la avaricia de los déspotas financieros.
Sin embargo, pese a las presiones ciudadanas, es poco probable que el Congreso de los EE.UU. no acceda ante las exigencias del gobierno federal y de los intereses económicos en juego. Un acuerdo entre las principales formaciones que satisfaga los intereses de las partes será, casi con toda seguridad, el resultado de las negociaciones en curso, permitiendo al gobierno americano salir al rescate de las entidades financieras que se encuentran al borde de la quiebra.
No cabe duda de que el próximo presidente de los EE.UU. heredará de la anterior administración una nefasta situación política y económica, lo que sin duda presagia de cara el futuro una creciente inestabilidad tanto política como económica. EE.UU. se endeuda hasta las cejas con la crisis financiera, a medida que aumenta su déficit comercial en la balanza exterior de pagos, unido a un crecimiento del desempleo y una pérdida de poder adquisitivo por parte de la clase media a causa de los crecientes impuestos y la inflación. Una recesión aguda, y con la complicada situación internacional provocada por la administración Bush (véase Irak y Afganistán, pero también Georgia, así como las tensiones que mantiene con Irán, China y Rusia), puede tener efectos nefastos a medio-largo plazo: por un lado el sobreendeudamiento más allá de las posibilidades de crecimiento de los EE.UU.; la falta de inversiones que fomenten la creación de puestos de empleo, y con ello un incremento de la producción que propicie el consumo, unido a una creciente falta de medios de pago, puede ocasionar la destrucción de toda la clase media americana; y por último, ante la carencia de medios de pago en la economía, se producirá la emergencia de un mercado y una economía negra de marcado carácter criminal, la cual ya existe pero que sólo es en los periodos de escasez económica cuando aflora para campar a sus anchas.
Por otro lado, la propia crisis financiera ha supuesto una concentración de capitales para los bancos más fuertes y consolidados a escala mundial. Pero ha servido, a su vez, como pretexto para justificar la necesidad de formar un organismo mundial que regule y controle el mercado financiero internacional, lo que constituiría un paso decisivo para los globalistas de cara a la creación de un Gobierno Mundial.
Una institución que controlase la economía mundial de forma autónoma con respecto a los gobiernos, y que además de eso estuviera por encima de las soberanías de los Estados, le dotaría de un poder omnímodo sobre el conjunto del planeta al poder regular y determinar los flujos económicos y comerciales globales. El mercado financiero, como fuente de recursos para la economía productiva, determina el funcionamiento de todas las economías abiertas, pues controla la cantidad de medios de pago disponibles en cada momento. En la práctica esto significa tener el control sobre la riqueza del planeta, puesto que su explotación depende del dinero disponible para realizar las inversiones correspondientes.
El control de la riqueza mundial a través de la regulación y el control del sistema financiero internacional sería tanto como establecer las bases materiales para la formación de un Gobierno Mundial. Quien controle la economía mundial tiene, a su vez, los resortes económicos necesarios para crear y organizar los medios coercitivos para el ejercicio del poder en un plano político. Parece que existe, por ahora, plena coincidencia entre los principales gobernantes occidentales en torno a la creación de ese organismo internacional, el cual se encargaría de regular el mercado. La cuestión estriba en cuándo lograrán establecer dicha institución y en qué medida logrará el respaldo del conjunto de los países. Lo cierto es que la dimensión mundial del capitalismo, y la práctica inexistencia de economías cerradas ajenas a su infiltración y penetración, hace imposible en la práctica cualquier oposición, pudiendo llegar a ser con relativa facilidad algo incluso deseado por el conjunto de la comunidad internacional, por cuanto esta se ha de sentir víctima de una amenaza global que exija una solución así.Pero un Gobierno Mundial sólo puede establecerse si existe, por parte de los Estados, de la correspondiente cesión de soberanía a un ente superior. Esta circunstancia sólo puede efectuarse si existe un control sobre la economía mundial, y por tanto existan las estructuras de fuerza precisas para doblegar a los diferentes gobiernos para traspasar la soberanía de sus respectivos países a un nuevo ente mundial.
Asimismo, cabe la circunstancia de que dicho traspaso de soberanía no se lleve a cabo de forma pacífica, y que quepa la posibilidad de que se desencadene una guerra mundial oportunamente inducida, con el objeto de imponer dicho Gobierno Mundial. La creación de una insoportable situación de permanente desorden e inestabilidad, puede justificar en última instancia la creación de dicho gobierno para impedir situaciones de ese tipo, del mismo modo que las crisis financieras (inducidas en gran parte) están comenzando a servir de argumento para la creación de un ente supranacional que controle y regule el mercado global.La naturaleza de un Gobierno Mundial sólo podría responder a los intereses económicos de las grandes corporaciones financieras, y por tanto establecer un sistema de opresión económica que convierta a todos los pueblos esclavos de la gran banca internacional. Todo ello únicamente puede responder al afán predador de la gran sinarquía mundial, que en su avaricia y ambición aspira a maximizar sus beneficios incrementando la explotación, y extendiendo simultáneamente el control general sobre la población

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