LOS BANCOS Y EL DINERO SEGUN SABATO
El silencio y la soledad tenían esa impresionante vigencia que tienen
siempre de noche en el barrio de los Bancos. Barrio mucho más silencioso
y solitario, de noche, que cualquier otro; probablemente por contraste,
por el violento ajetreo de esas calles durante el día; por el ruido, la
inenarrable confusión, el apuro, la inmensa multitud que allí se agita
durante las horas de Oficina. Pero también, casi con certeza, por la
soledad sagrada que reina en esos lugares cuando el Dinero descansa.
Una
vez que los últimos empleados y gerentes se han retirado, cuando se ha
terminado con esa tarea agotadora y descabellada en que un pobre diablo
que gana cinco mil pesos por mes maneja cinco millones, y en que
verdaderas multitudes depositan con infinitas precauciones pedazos de
papel con propiedades mágicas que otras multitudes retiran de otras
ventanillas con precauciones inversas. Proceso todo fantasmal y mágico
pues, aunque ellos, los creyentes, se creen personas realistas y
prácticas, aceptan ese papelucho sucio donde, con mucha atención, se
puede descifrar una especie de promesa absurda, en virtud de la cual un
señor que ni siquiera firma con su propia mano se compromete, en nombre
del Estado, a dar no sé qué cosa al creyente a cambio del papelucho. Y
lo curioso es que a este individuo le basta con la promesa, pues nadie,
que yo sepa, jamás ha reclamado que se cumpla el compromiso; y todavía
más sorprendente, en lugar de esos papeles sucios se entrega
generalmente otro papel más limpio pero todavía más alocado, donde otro
señor promete que a cambio de ese papel se le entregará al creyente una
cantidad de los mencionados papeluchos sucios: algo así como una locura
al cuadrado. Y todo en representación de Algo que nadie ha visto jamás y
que dicen yace depositado en Alguna Parte, sobre todo en los Estados
Unidos, en grutas de Acero. Y que toda esta historia es cosa de religión
lo indican en primer término palabras como créditos y fiduciario.
Decía,
pues, que esos barrios, al quedar despojados de la frenética
muchedumbre de creyentes, en horas de la noche quedan más desiertos de
gente que ningún otro, pues allí nadie vive de noche, ni podría vivir,
en virtud del silencio que domina y de la tremenda soledad de los
gigantescos halls de los templos y de los grandes sótanos donde se
guardan los increíbles tesoros. Mientras duermen ansiosamente, con
píldoras y drogas, perseguidos por pesadillas de desastres financieros,
los poderosos hombres que controlan esa magia. Y también por la obvia
razón de que en esos barrios no hay alimentos, no hay nada que permita
la vida permanente de seres humanos o siquiera de ratas o cucarachas;
por la extremada limpieza que existe en esos reductos de la nada, donde
todo es simbólico y a lo más papeloso; y aun esos papeles, aunque
podrían representar cierto alimento para polillas y otros bichos
pequeños, son guardados en formidables recintos de acero, invulnerables a
cualquier raza de seres vivientes...
ERNESTO SABATO
Informe Sobre Ciegos
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