jueves, 24 de enero de 2013

PARA PRINCIPIANTES

Estrella Federal nuestro simbolo robado
 Iniciamos aquí una serie de notas semanales destinadas a conocer que es el Nacionalismo. dirigidas especialmente a los mas jóvenes que recién se inician en la militancia por la Patria.
 
LA NACION

La nación pertenece al orden natural. Es naturaleza. Su origen está en la familia misma, que trasciende, inicialmente, al clan y a la tribu, por una acción cuantitativa, hasta devenir concretamente en "nación".
Por natural, entendemos lo que le ha sido "dado" al hombre; por histórico, lo que está en el mundo de las decisiones humanas. Lo que el hombre no puede cambiar, es naturaleza, en lo que puede influir, es historia. Lo que el hombre crea, es cultura.
En su inicio pues, la nación representa una unidad racial y la convivencia de las familias que la integran, en un mismo lugar. Por consiguiente, en la idea de nación, están implícitos el mismo origen y el mismo paisaje, o sea, una raza armonizada plenamente en su raíz biológica y en su adaptación telúrica.
En realidad, las naciones son agrupaciones de grandes ramas consanguíneas. Aún en los países que han sufrido grandes procesos migratorios, esto vuelve a ser una realidad al cabo de cierto tiempo. Un hombre, a través de veinte generaciones, tiene más de quinientos mil antepasados. Si una región, hace cuatrocientos años, tenía cien mil habitantes y no ha sufrido introducción de elementos foráneos de cierta importancia numérica, virtualmente los habitantes actuales son todos parientes consanguíneos entre si.
Todos los elementos en conjunto: unidad de raza, influencia del paisaje, adaptación vital al medio ambiente y evolución cuantitativa que se traducirá en una heterogeneidad cada vez mayor y más compleja del ser nacional, darán definitivamente el fenómeno "nación", cuya característica distintiva será el "temperamento" nacional, más preciso que las características somáticas, y más rápido que éstas en adquirirse y definirse.
Este fenómeno natural que es la nación, puede sufrir -y generalmente sufre- modificaciones en su ser genuino. Tanto el paisaje, con su tan íntima y directa influencia sobre la raza, como la raza misma, pueden cambiar o variar por causas naturales o históricas.
Cuando se pierde momentáneamente la unidad consanguínea, el paisaje vuelve a adquirir su importancia como forjador de razas, aunque su influencia, casi imperceptible para nosotros por su lentitud, provocará las consiguientes crisis en la evolución del ser nacional.
Cuando, además de quebrada momentáneamente la unidad consanguínea, no exista la fijeza o la unidad en el paisaje, la nación perdurará, no obstante, como tal, en virtud de un nexo psicológico: la voluntad de ser nación, que es al comienzo una necesidad de la vida común, y que luego, en etapas más evolucionadas en sentido de madurez -nunca de perfección- deviene sutilmente en poderosa idealización que llegará a crear en los individuos, nada menos que una jerarquía de valores.
A medida que el ser nacional evoluciona cuantitativamente, se opera una inversión, en orden de importancia, de sus elementos constituyentes. De la raza armonizada con el paisaje y tenuemente vinculada por el nexo psicológico -casi innecesario entonces- se pasa al nexo psicológico como factor principal de la constitución de la nación. Y tanto que, a veces, llega a ser absoluto y único, ya que puede darse el caso de que no exista, en un momento histórico determinado, la unidad racial y de que haya desaparecido el paisaje, por el cambio del paisaje o la variedad del mismo dentro del propio territorio y no obstante, la nación subsista y conserve intactas sus posibilidades de viabilidad.
Pocas son las naciones que han podido conservar cierto grado de pureza racial, no de unidad racial, esta sí, fácil de lograr y de conservar. Las migraciones, por causas bélicas, económicas, religiosas o políticas, han alterado permanentemente, en un constante fluctuar histórico, la pureza de las razas. La migración, en quienes emigran, implica asimismo el cambio de paisaje. En cuanto a la ausencia de paisaje -y que por su misma ausencia crea un influencia de carácter psicológico que reemplaza la específica de carácter telúrico- aparece sólo en ciertas expresiones excepcionales de "nomadismo cultural", de las cuales son una grotesca supervivencia -inclusive por su desconexión con el tiempo- las tribus gitanas. El mismo caso se da aunque con caracteres peculiarismos, en el pueblo judío y, desde luego, con mucha mayor nocuidad para las naciones que lo albergan. Más adelante veremos los problemas conexos que presentan en la actualidad, la supertécnica, la superpoblación, y conjugado con estos dos factores, el predominio nocivo de las grandes urbes sobre el espíritu de la tierra. Naturalmente, usamos el término de "raza" en su sentido habitual y convencional y no dentro del rigor científico.
Este nexo psicológico que en su inicio es simplemente un claro instinto gregario, no sólo participa de la necesidad y conveniencia de vivir en común, no sólo es un sentimiento de pertenecer a la comunidad nacional, sino que se traduce principalmente en una voluntad de pertenecer a la comunidad nacional omo ésta es y de conservarla como tal en su auténtico ser genuino, de tal manera que este nexo, para nosotros aparentemente psicológico tan sólo, llegará a constituir una ley de fidelidad específica.La pertenencia del individuo a la nación es de carácter ineludible e inevitable como la sangre misma.
En el prístino sentido de la palabra, se halla claramente expresado este concepto de origen, de filiación irreversible: nación de "nasce", nacimiento.
El "hacerce" de una nación, no está en contradicción con lo dicho. Ya que el "hacerse histórico", en el sentido de Ortega y Gasset, es un hacerse sobre una base natural. El "hacerse" deriva del "ser".
Y no solamente el hombre no podrá dejar de pertenecer a la nación, sino que tofo lo humano, todo lo que sea un producto o un producirse humano, será necesaria e ineludiblemente nacional.
EL ESTADO

En todo lo gregario, existe la necesidad de un orden, que, a su vez, requiere la presencia de un poder para su mantenimiento.
La necesidad de este orden responde a tres claras finalidades: la justicia, para la cohesión interna; la economía, para la perdurabilidad biológica y la defensa, para la supervivencia.
En el mismo inicio del existir nacional, surgen “usanzas”, “costumbres”, que son aceptadas o consentidas por el común y cuya validez de conveniencia es universalmente reconocida. El poder –cualquiera sea la forma con que actúe o el órgano en el que se personifique- ejercido en función de la costumbre, surge espontánea y simultáneamente y se identifica, en ese primer instante histórico, con el concepto de “autoridad”.
Es entonces que nos hallamos ya, en presencia del “estado”, en sus caracteres más elementales pero suficientemente expresivos.
La costumbre, que está originada en motivos pragmáticos, pues nace de la necesidad y se dirige al bien común, es, en realidad, un “habito” del organismo social, en el estricto sentido filosófico del término. En etapas más evolucionadas, la costumbre deviene en ley. Y lo que caracteriza principalmente al estado, es la presencia de la ley, expresión cuasi-cultural del fenómeno histórico que es la costumbre. En virtud de la ley, el estado adquiere una personalidad, una individualidad propia y distinta.
Cuando el poder es ejercido fielmente, en función de la ley, deja de ser mero “poder” para convertirse en “autoridad”.
Pero el estado, que en su inicio parecía ser de origen natural –tan natural como la organización de una colmena- y que pertenece normalmente al orden histórico, llega, en ciertos momentos críticos de a vida nacional, a pertenecer exclusivamente al orden cultural.
Diríamos que el estado es una forma que corresponde a la corporeidad que representa la nación.
Cuando esta forma está determinada por los lineamientos generacionales de la corporeidad nacional, el estado es un fenómeno histórico- y obra en el sentido de la autenticidad del ser nacional.
Es lo que, co menos claridad, tortuosamente y en cierto modo tomando causa por efecto, trata de expresar Spengler cuando dice: “Un pueblo está en forma cuando constituye u estado”.
Cuando es una forma artificial que no coincide o no corresponde a la realidad corporal de la nación, es un fenómeno estrictamente cultural y obra en un sentido de adulteración del ser genuino.
Es decir, que cuando la estructura del estado es el producto de puras causas históricas; cuando es el producto de la auténtica evolución institucional de un pueblo, no ofrece problemas. En cambio, cuando esta estructura responde obedece a imposiciones “racionales” de “teorías” que contradicen al ser genuino, se origina el divorcio entre la nación y el estado, a consecuencia de lo cual se produce un fenómeno de carácter histórico, por el cual, o bien el estado altera o aniquila a la nación, dando lugar en todos los casos a una nación nueva y distinta, o bien la nación destruye al estado antinacional y recrea la legítima estructura del estado, que permitirá el auténtico existir de la nación.
EL estado, únicamente como fenómeno cultural, no puede alterar o destruir a la nación. Sólo puede hacerlo mediatamente, cuando llega a producir causas naturales o históricas. Si no llega a producirlas, el estado nacional es en realidad una pseudo forma, debajo de cuya aparente estructura, subsisten intactas las autenticas vivencias nacionales.
La lucha entre el estado como fenómeno histórico y el estado como fenómeno cultural, engendra la teoría del derecho.
De la alteración de los verdaderos caracteres de la ley (cuyo principal es la aceptación o consentimiento de la comunidad nacional); de la diferencia entre el concepto de “poder” y el de “autoridad” y de la degeneración del estado como fenómeno histórico, en el estado como fenómeno cultural, surgen los problemas que van a dar origen, como reacción de solución histórica, a ciertas expresiones particularísimas y circunstanciales del nacionalismo.


EL NACIONALISMO


El eje de la filosofía nacionalista, es la premisa de que toda nación tiene un ser genuino y que toda la dinámica de su evolución, debe estar destinada –últimamente- al desarrollo legítimo –en el sentido de fidelidad- de este ser genuino.
A su vez, este ser genuino, se traduce en un existir esencial y en un existir formal. Es decir, en una evolución natural de la comunidad política implícita en la nación y en una coetánea evolución institucional. Ambas son el producto del ser genuino. Se influyen recíprocamente entre sí y a su vez, influyen reflexivamente sobre aquél.
Los problemas y conflictos que se derivan de estas circunstancias son permanentes. Han existido siempre aunque condicionados, como es lógico, a las circunstancias históricas. Van ceñidos estrictamente a todas las características sociológicas y están determinados, en primer lugar, por la naturaleza religiosa y biológica de cada ser nacional y luego por las influencias espirituales y culturales por un lado, y por las formas institucionales del derecho público y privado por el otro.
El conflicto cardinal surge cuando estas evoluciones son deformadas caprichosamente por propósitos o intereses ajenos al ser nacional. Entre estos propósitos figuran, por ejemplo, la subordinación del ser nacional a “teorías” institucionales extrañas, como en el caso de la Argentina en 1853; a intereses dinásticos, como en el caso de los Habsburgos, no sólo al dificultar la unificación de Alemania, sino y principalmente, en cuanto intentaron la desgermanización de Austria; a la influencia de minorías que no se integran en las naciones que las albergan; a la simple penetración imperial o al predominio liso y llanamente extranjeros, como en el caso de Flandes afrancesado o Polonia rusificada.

La naturaleza religiosa y biológica, obra en el sentido de la autenticidad, siempre inequívocamente, ya que, como acertadamente dice Belloc, “el tono y carácter de toda sociedad proceden en último término de su filosofía activa: esto es de su religión”. En cambio, las influencias culturales y las formas institucionales, pueden obrar, a veces, en el más peligroso sentido de contradicción, o con toda precisión, podríamos decir, en un sentido de “sofisticidad” del ser genuino de la nación.
Dentro del mundo llamado “occidental” las influencias culturales han sido más características de la época moderna y ello se debe a que nunca, las ideologías, las corrientes espirituales y artísticas y las formas institucionales, has tenido un origen más “teorético”, más “racional”, más “desarraigado”, que en los últimos tiempos. De manera que, a través de minorías de intelectuales, lejanos y aún divorciados del espíritu del país; ajenos –dentro de lo relativo de esta posibilidad- a sus comunidades nacionales, las expresiones culturales y las instituciones de derecho, han sido creaciones “artificiales” de los individuos menos nacionales, y aparecen impuestas a la nación, con el resultado, consciente o no, de subordinar su acción, no al ser genuino, como sería el proceso auténtico, sino a otros propósitos, de distinta naturaleza, pero siempre extranacionales.
Frente a esto, el nacionalismo aparece como tendencia espontánea orgánica, casi como el instinto de conservación de la vida en el individuo, o mas acertadamente, la conservación de su personalidad, de su concepción del mundo, de lo que él considera su goce de la vida, su particular idea de la felicidad, en suma, la libertad de su sujeción. Naturalmente que hay individuos que pierden su personalidad, o que se suicidan, y hay naciones que también se suicidan, o deslíen su personalidad, o varían en una gigantesca anormalidad social.
Por eso, la fuerza del nacionalismo en un pueblo, depende de su salud, de su estar en forma. Y en crisis supremas en que parecen perderse, muchos pueblos sacan reacciones insospechadas y se dan los fenómenos extremos del nacionalismo: el más nítido de ellos, la conquista del estado para preservar, a través de éste, la vida de la nación.
Si la nación es una protoforma, el nacionalismo es la sana intención de que ésta permanezca dentro de dicha protoforma.
La nación es naturaleza, pero el nacionalismo, como excepcional movilización del alma, puede ser historia en instantes decisivos. Cuando la nación está sana, el nacionalismo es consubstancial con ella, es instintivo, pero cuando no, surge el nacionalismo no ya como un suceder, espontáneo y fluente, sino como un volver a ser deliberado y volitivo; el fenómeno natural se hace fenómeno histórico.
Claramente pues, la intención del pueblo de permanecer fiel a la nación, fiel a la personalidad nacional, fiel al ser genuino de la nación, es lo que constituye el nacionalismo.

Fragmentos del libro "Universalidad del Nacionalismo", de Emilio Juan Samyn Duco

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Esto es de un arcaísmo que aterra. En un mundo post-nacional como el nuestro, quedarse con estas ideas es como salir a hacerle frente a unos panzers con cuarenta caballos y unas tercerolas. A ver si empiezan a ajustar el discurso un poco más a la realidad. De lo contrario se van a quedar encerrados en su torre de marfil.

Red Patriotica Argentina dijo...

Logicamente para un personaje como vos todo lo nuevo es bueno...No miran retrospectivamente, no relacionan datos de la realidad...total para que lo mejor es dejarde arrastrar por la corriente que algun lado les va a llevar aunque ese lado sea a una cloaca...por gente como vos estamos como estamos...Para vos ajustar el discurso a la realidad es no cuestionar esa realidad...entonces todo lo que sea reivindicar ciertas y determinadas cosas, ciertos y determinados valores es arcaico...lo tuyo no se diferencia mucho al discurso de la televisión estas a la altura de un Petinatto o Pergolini. En ultima instancia no sos mas que un liberal (o un marxista) es la misma critica que harian: acomodense a lo que hicimos nosotros para no queden como retrogrados.Que recursos mas gastados, desde que tengo uso de razon los escucho o leo ¿Quienes son los atrasados?

Anónimo dijo...

Para el descerebrado que escribio el primer comentario, para el parace que: ir a misa es arcaico, el matrimimonio de un hombre y una mujer es arcaico, creer en Dios es arcaico, las guerras justas son arcaicas, salvo que sean para defender a Israel, tiene el discurso del nuevo orden mundial, de Rokefeller y Kisinger, NOSOTROS SEGUIREMOS FIELES A DIOS Y A LA PATRIA, Y CADA VEZ SOMOS MAS QUE NO SOPORTAMOS VIVIR EN ESTA MIERDA QUE LLAMAN DEMOCRACIA, LES DEJO UNA FRASE DE EZRA POUND "LA DEMOCRACIA ES EL SOMETIMIENTO DE LA POLITICA AL PODER DEL DINERO" el imbecil del primer comentario anonnimo que siga leyendo a Clarin y viendo a Tinelli, VIVA LA PATRIA!!!!! ESTEBAN L.

Anónimo dijo...

Bueno, mejor analizo el texto de este tal Samyn Duco para que quede claro mi punto:

1) Empieza diciendo que la nación es una unidad racial y termina diciendo que la nación es la voluntad de adherir a una nación. Y claro, porque este tipo se da cuenta que el discurso gobineauneano-hegeliano de la raza no sirve para un país inmigracionista como el nuestro, entonces se ve obligado a desdecirse.
Argentina es un país mestizo. Se decía que del norte de Córdoba para arriba era un país pardo, y desde allí para abajo era uno blanco. Pero hubo mucha migración interna, de manera tal que, por ejemplo, Punta Alta está llena de pardos.
Entonces todas esas chochadas sobre la raza no sirven. El autor lo reconoce. Y cambia su discurso por el del nexo psicológico.
Ese nexo psicológico es la IDENTIDAD. Yo tiraría a la basura todo el nacionalismo y lo reemplazaría por el identitarismo.
2) Habla del Estado como la manifestación de Dios en la Tierra. Y es tan decimonónico lo que sostiene, que no entiende ni en lo más mínimo lo que Spengler dice (tergiversando así a ese sabio alemán).
El Estado está después -como un ápice- de la Sociedad Civil. La autoridad se cocina en la Sociedad Civil, no en el Estado (se puede tener autoridad en la Sociedad Civil sin recurrir a un Estado).
3) El pueblo no tiene que permanecer fiel a nada. Eso es conservadurismo. El pueblo tiene que darle vida a la verdad, a la bondad y a la belleza. Lo que importa es la tradición, no la conservación.

Red Patriotica Argentina dijo...

1.- Seria interesante que leyeras todo el libro a lo mejor cambiarias de opinión, lo que aqui publicamos son solo fragmentos.
2.-En eso tenes razón la Argentina es una realidad mestiza.La autoridad provine de Dios y no es un concepto este decimononico te quedasre corto. El mismo Cristo lo dice a Pilatos " No tendrias poder sobre mi si no te hubiere sido dado de lo alto" hace 2000 años. La sociedad civil sin un conjunto de normas que la gobierne (promulgadas y ejecutadas por el Estado) es un caos como es la sociedad progresista actual que piensa que el Estado es opresivo y la sociedad civil puede gobernarse sin Estado. Es mas cree que la autoridad es un mal en si misma.
3.- La identidad es solo un elemento del nacionalismo, te quedas corto si queres reemplazarlo con el "Identitarismo"
4.- El pueblo debe permanecer unido a la Nación que es la unidad de destino. Con lo demas estamos de acuerdo. Pero te recomiendo leas el libro completo.