EL ORIGEN DEL INTERES BRITANICO EN HISPANOAMERICA
El siglo xvii
encontró a una Gran Bretaña dividida donde pugnaban, por un lado, la dinastía
de los Estuardo –Jacobo i
(1603-1625) y Carlos i
(1625-1649)– y, por el otro, el Parlamento. ¿El motivo? Los historiadores se
refieren a varias causas, entre ellas al absolutismo de los monarcas o a los
conflictos religiosos y sociales, pero la política financiera e impositiva fue
el factor determinante del conflicto, ya que el Parlamento estaba siendo
influenciado vigorosamente por una clase comerciante en fuerte crecimiento.
Fieles al sistema monárquico entonces imperante, ambos
reyes se apegaron al ejercicio absolutista
de la monarquía. Bajo sus espaldas pesaba la totalidad de un imperio en
expansión y las erogaciones que el mantenimiento del mismo requería: armamento,
tropas, marina, representantes de la metrópoli en América, etc. En paralelo se
estaba forjando una clase social que acumulaba cada vez más poder a través del
comercio. Este incipiente grupo cuidaba sus intereses corporativos, estaba en
desacuerdo con la política imperialista británica y a favor del pacifismo, la
descolonización y, sobre todo, el libre mercado; también operaba amparada políticamente
por el Parlamento, hecho que le permitía calar hondo en el tejemaneje de las
decisiones del imperio. Esta clase social no es otra que la burguesía.
Como dijimos, mantener las colonias demandaba cada vez
más recursos. Los impuestos eran la primera fuente de ingresos a tocar y,
conforme a la costumbre establecida
desde el siglo xiv, los reyes
debían tener el consentimiento del Parlamento para implantar nuevos impuestos.
Sin embargo, en varias ocasiones el Parlamento se negó a ratificarlos.[1] Este
estado de situación llevó a una disputa a muerte entre el Parlamento y el
monarca. Carlos i, ante la
situación de violencia generada, dispuso disolver el Parlamento en 1629.[2] La
guerra entre el sistema feudal y el burgués estaba desatada. Los próximos años
de gobierno del rey Carlos i
serían imposibles de sostener.
Sin dinero ni tropas, y con una clase burguesa cada
vez más influyente, Carlos jugó su carta más fuerte al intentar reimplantar un
impuesto de la época pre-parlamentaria denominado “impuesto a las naves”, hecho
que reanimó la conspiración en su contra a tal punto que en 1640, tras 11 años
de supresión, el monarca se vio obligado a convocar al Parlamento nuevamente
para sostener el imperio. Sin embargo, esta vez no solo se le negó la ayuda
económica sino que se intentó restringir el conjunto de sus prerrogativas
reales. Mientras tanto, secretamente, el mismo Parlamento negociaba con los
escoceses en busca de su ayuda para encabezar un levantamiento contra el
rey.
Así las cosas, bastó solo un año para que se consumara
el complot burgués. Aprovechándose del estado de indefensión del rey, el
Parlamento suprimió el impuesto a las naves y promulgó la llamada “Gran
Amonestación”, acta donde se acusaba al monarca de actos ilegales; se imponía,
además, que los cargos de jerarquía del gobierno inglés fueran ocupados por
miembros del Parlamento, es decir, principalmente por burgueses. Ante esta
situación, Carlos huye de Londres hacia el noroeste, donde acumula fuerzas y
partidarios a fin de declararle la guerra al Parlamento, cosa que hace en
agosto de 1641.
Tras seis años de guerra, Carlos i es derrotado por el caudillo de la
burguesía insurgente, Oliver Cromwell[3],
luego entregado a sus enemigos por los escoceses y, más adelante, ejecutado
(1649).
La victoria de Cromwell sobre Carlos dio –tanto a la
nobleza traidora como a la burguesía que conspiraba– la libertad para llevar
adelante el cambio que tanto anhelaban en el orden económico.
Se confiscaron las tierras del rey y de la Iglesia,
poniéndolas en venta. Las tierras de los señores feudales pasaron a manos de
los nobles que apoyaron la rebelión y se impuso la iglesia calvinista[4] por
sobre la anglicana[5].
Sin embargo y paradójicamente, en lo que respecta a la situación del
campesinado, se mantuvo el statu quo:
los campesinos nada obtuvieron de la revolución. Continuaron siendo explotados:
ahora no por reyes y señores feudales, sino por comerciantes.
El primer golpe contra el sistema monárquico estaba
dado, ejecutado por la burguesía embebida de la cultura del capital. Años más,
años menos, la sociedad inglesa y el mundo occidental quedarían a merced de la
fuerza de la plusvalía. Había llegado la hora de zanjar los sentimientos
imperiales, sembrar al mundo de liberalismo y universalismo, tumbar las
barreras de la soberanía e implantar un “Nuevo Orden Mundial”. La Revolución
Industrial y la Francesa serían los próximos pasos a seguir.
Antes de analizar los vínculos que existen entre el
calvinismo y el sistema financiero, creemos de suma importancia afirmar que
este análisis responde a una deformación de los postulados religiosos de Juan
Calvino, no necesariamente atribuibles a este, sino a quienes utilizaron su
doctrina religiosa en su favor, principios que tuvieron como tubo de ensayo a
la Confederación Helvética.
Como sostuvimos arriba, el cambio de manos del poder
británico vino acompañado de una nueva corriente religiosa: el calvinismo.
Seguramente el lector se preguntará: ¿qué relación
puede existir entre la doctrina de un reformador religioso y el ámbito
económico-bancario? Pues bien, en 1529, cuando Calvino tenía aproximadamente 20
años, se convirtió al protestantismo, hecho que lo obligó a abandonar su
Francia natal y buscar refugio en Basilea, Suiza. Su predicación e influencia
en ese país fue tal que ha dejado una huella muy importante en la cultura y
tradición helvética.
Suiza debe su fama mundial a su histórica neutralidad
durante las dos guerras mundiales y a su rol de país protector —cierto tipo de
“asilo”—, gozando de los niveles de vida más altos del planeta. Pero su
notoriedad pasa también por ser el país del secreto bancario por excelencia: el
lugar donde nadie pregunta de dónde ni porqué viene el dinero.
Xavier
Comtesse, político suizo de trayectoria, en una entrevista titulada “Las raíces
calvinistas del secreto bancario[6]” despeja todo tipo de dudas:
–SWI:
¿En qué se basa el protestantismo de Calvino?
–Xavier
Comtesse: Calvino basó su pensamiento en que la Biblia, tal y como está
formulada en el lenguaje del pueblo, en la separación entre el Estado y la
religión y sobre el acuerdo según el cual los creyentes, que financian la
comuna, pueden elegir a los sacerdotes.
Esta
forma de organización típicamente calvinista además, con el tiempo, se extendió
a otros ámbitos no religiosos de la mentalidad helvética.
– SWI:
¿Cuáles fueron las relaciones de Calvino con la economía y con los bancos?
–Xavier
Comtesse: Como reacción al comercio de indulgencias practicado por la Iglesia
Católica para garantizar los ingresos del Vaticano, Calvino fue uno de los primeros dirigentes de la Iglesia en autorizar la
concesión de créditos, pero con unas condiciones morales muy estrictas…[7].
Por su parte, al referirse a esta doctrina y a sus
aplicaciones, el autor británico David Icke sostiene que el calvinismo:
Se
concentró exclusivamente en los diez mandamientos de "Moisés" y en
los textos del Antiguo Testamento (por supuesto, interpretados literalmente, no
de forma simbólica). Pero ésta era la parte crucial. Hasta este punto la religión cristiana había prohibido la usura, el
cobro de interés por un préstamo (…) El Calvinismo, por consiguiente,
apoyaba el cobro de interés y uno de los grandes beneficiarios fue Suiza, donde
se concibió la trama, porque se
convirtió en el centro mundial del sistema bancario privado. Otra función
del Calvinismo fue insistir en la quema de brujas para apartar de la
circulación más conocimientos secretos. La Nobleza Negra quería que su hombre, Guillermo de Orange, ocupara el trono
y, para lograrlo tuvo que destronar a
Carlos i,
el tipo al que finalmente decapitaron en 1649. El Calvinismo se utilizó para
hacer fermentar el descontento con la monarquía y con él vino el masón y
calvinista, Oliver Cromwell, para
llevar a cabo su papel en otro conflicto artificial, cuando sus parlamentarios
se enfrentaron a la realeza en la Guerra Civil Inglesa.[8]
Por su parte, el político y académico italiano Paolo
Zanotto sostiene que a Calvino
Se
atribuiría la concepción del "capitalista" en su sentido puramente
utilitario, interpretado más tarde por los economistas clásicos anglosajones,
de homo economicus, que no tiene en cuenta la ganancia o
pérdida como un medio para satisfacer las necesidades materiales propias, sino
como el verdadero propósito de la vida. Esto está en marcado contraste con
la posición de la Iglesia Católica, que entiende irrazonable –y por lo tanto condenable– la acción de aquellos que
trataron de ganar un fin en sí mismo, la acumulación de riqueza solo por el
amor a la misma, o la de alguien que aspira a ascender una escala social por el
amor puro al éxito personal.
La
visión propuesta por los "clásicos" –según la encuesta de Weber (hace referencia
al sociólogo Max Weber y los estudios estadísticos que presenta en su obra La ética protestante y el espíritu del
capitalismo)– resultó, por lo tanto, estrechamente relacionada con el
espíritu y la idea del concepto escatológico milenario gráficamente
representado por la "predestinación"; tanto es así que, en un primer
momento, floreció y se propagó en aquellos lugares en los que la religión
Calvinista era la más extendida: Holanda, Inglaterra, Escocia, Estados Unidos.[9]
Cabe agregar a esta cita de Zanotto que La ética protestante y el espíritu del capitalismo
de Weber es una obra obligatoria para aquel que se interese en penetrar
profundamente en este asunto.
El médico, teólogo, poeta y escritor mexicano Leopoldo
Cervantes-Ortiz se refiere —en su biografía sobre Juan Calvino— al Calvinismo
con claros conceptos:
El
calvinismo produjo una moral de actividad, eficiencia y frugalidad. Y aunque
ocasionó la desaparición del monopolio gremial y desarrolló la iniciativa
personal, al fin de cuentas los
superfinancieros asumieron pleno control de la economía. Esto fue una
distorsión de Calvino pues significó salarios de hambre, explotación de
mano de obra infantil y jornadas de trabajo de 16 horas. (…) Tras el aparato de neutralidad, democracia,
cultura y libre comercio está la dura realidad económica (…) De la Ginebra libertaria surgen los
prestamistas internacionales que cohiben
la libertad de inversión de las naciones acreedoras, cuyos cobros siempre llegan antes de que el préstamo rinda frutos y
cuyo objetivo es el endeudamiento perpetuo y no el desarrollo de las naciones (…).
Manipulan de tal manera los medios de
comunicación que convencen al pueblo de que sus actividades son lógicas,
inocentes, naturales, inevitables y patrióticas[10].
Lo importante en relación a los razonamientos, citas y
fuentes presentadas, creemos, es analizar cómo las estrategias de penetración,
debilitamiento y, finalmente, quiebre de las estructuras, instituciones —o, si
se quiere también, cultura e idiosincrasia— son mucho más complejas de lo que
nos imaginamos; esto lleva a que, a menudo —y cada vez más—, dada la
pseudocultura materialista impuesta y el relativismo con todas sus
consecuencias, los jóvenes descrean de la existencia de objetivos y fines
ocultos “detrás” de toda decisión política, moda musical, opinión políticamente
correcta, etcétera. Cuando nosotros nos movemos, hablamos y pensamos dentro de
estos paradigmas destructivos, le hacemos “la segunda” —sin saberlo— a quienes
pretenden cambios en forma indirecta e imperceptible.
Otro aspecto relevante del calvinismo puritano de
mitad del siglo XVII fue su afinidad para con el pueblo judío y su milenarismo
bíblico, hecho relevante sobre todo para su época, cuando, salvo en Holanda,
las comunidades hebreas eran fuertemente perseguidas en casi todo Europa.
La afinidad de estos reformistas iba al punto tal que
muchos de ellos, hombres de estado, como Oliver Cromwell, Edmund Bunny
(secretario de la Municipalidad de Londres), el jurista Henry Finch, Thomas Draxe, Hugo
Grotius, David Blondel, y Roger Williams (fundador de Rhode Island),
promovían abiertamente la emigración del pueblo judío a Palestina, movimiento
que dio en llamarse “Restauracionismo”.
Hasta
el 1600, Palestina había sido para los ingleses una tierra asociada al
cristianismo. Ahora empezaba a pensarse como la tierra de los judíos, que
portaba la promesa divina en el retorno de Israel. El interés se trasladaba a
cumplir con la profecía. [11]
De manera que el puritanismo inglés apoyaría la vuelta
de los judíos a su Eretz Israel, pero también promovían su readmisión en
Inglaterra –como veremos a continuación, fueron expulsados en 1290–, intención
que venía siendo espoleada desde 1648, cuando se publicó en Londres un escrito
suscripto por un tal Edward Nicholas (posiblemente se trataba del Rabino
Menasshe Ben Israel desde Amsterdam) que contenía un pedido para que los judíos
sean readmitidos en Inglaterra.
Los
puritanos consideraban que los judíos no podrían retornar a Sión hasta tanto no
se esparcieran por todos los ángulos de la Tierra –también "angla
terra"-. Debían regresar a Inglaterra para completar la dispersión, antes
de volver a Éretz Israel.[12]
Este interés del puritanismo británico reconoce su
origen en la ruptura anglicana con la Iglesia Católica (1534), momento en el
cual se comienza a gestar un particular interés por el estudio del antiguo
testamento y de otras biblias, hecho que se produjo en simultáneo con la
reforma calvinista (“Institución de la Religión Cristiana” de Calvino se
publicó en 1536).
Los protestantes milenaristas creían –y creen
actualmente – que Cristo volverá y
reinará por mil años.
Dentro de las filas de protestantes milenaristas – que
creían que la venida del mesias era un hecho inminente– se encontraban personas
de considerable influencia política, como John Dury (miembro fundador de la
Royal Society), entre las que se barajaba el objetivo de unificar a todo el
mundo protestante y convertir a los judíos al cristianismo, motivo por el cual
éstos últimos debían ser readmitidos en Inglaterra y en todos los rincones del
mundo, por lo tanto, entre judíos y milenaristas había dos punto en común:
1)
España y el mundo católico debían perecer, ya que,
como entendían los reformadores, el Papa romano era el anticristo.
2)
La readmisión de judíos en Inglaterra era necesaria,
Menasseh Ben Israael lo entendía así dada su creencia en que la dispersión de
las 12 tribus por el mudo (incluída la América española) haría venir al mesías
y se restauraría la antigua Israel, por su parte los milenarios creían en la segunda venida de Jesucristo en forma
inminente, para lo cual se debía convertir a los judíos y unificar todo el
mundo proestante.
Estos puntos en común fueron bien utilizados por el
movimiento mesiánico holandés, ya que su máximo representante, Ben Israel,
logró tal influencia en los círculos políticos y religiosos de la Inglaterra de
mediados del siglo XVII que su obra fue presentada al Parlamento por John Dury,
hecho que, como veremos enseguida, tendrán estrecha relación con la política
británica sobre los dominios hispanoamericanos.
Francisco Hotz “Atando Cabos.
Crónica histórica para un argentino despistado”. 2015. En Edición.
[1] Profesor A. Manfred,
Redactor General. Historia Universal.
Edit. Ciencias del Hombre, Bs. As., 1969. Pág. 230.
[2] Ibídem.
[3] Su
estatua puede apreciarse en el exterior del Palacio de Westminster en Londres.
[4] Hay quienes sostienen
que el reformista protestante Juan Calvino se apellidaba realmente “Cohen” y
así era conocido en los círculos sociales que frecuentaba durante su vida adulta
en Suiza.
[5] La Iglesia Anglicana
nació en 1534 de la ruptura de Enrique VIII con Roma a raíz de su deseo de
anular su matrimonio para poder casarse con Ana Bolena, sin embargo, en
términos doctrinarios, el anglicanismo sólo difería del catolicismo romano en
su no reconocimiento al Sumo Pontífice.
[6]
El sitio que la ha publicado es http://www.swissinfo.ch/spa, portal suizo de información global. La entrevista puede leerse en
http://www.swissinfo.ch/spa/las-ra%C3%ADces-calvinistas-del-secreto-bancario/7500696.
La negrita es nuestra.
[7] Alexander Künzle.
(Adaptación: Iván Turmo) “Las raíces calvinistas del secreto bancario”. 10 de
julio de 2009. www.swissinfo.ch
[8] David Icke El Mayor Secreto. El Libro Que Cambiará El
Mundo. Obelisco, Barcelona, Pág. 244.
[9] Zanotto, Paolo Cattolicesimo, protestantesimo e
capitalismo. Dottrina
cristiana ed etica del lavoro. Rubbettino, Bérgamo, Págs. 171–172. La negrita es
nuestra.
[10] Leopoldo
Cervantes-Ortíz Juan Calvino: su vida y
obra a 500 años de su nacimiento. CLIE, Barcelona, 2009. Págs. 423–424. La
negrita es nuestra.
[11] Gustavo Daniel
Perednik La patria fue un libro. La
Biblia, su pueblo y su tierra hasta 1880. Universidad ORT Uruguay. 2010.
Pág. 174.
[12] Ibídem. Pág. 175.
2 comentarios:
Así que este John Dury es miembro fundador de la Royal Society.
Guillermo, te mando por correo electrónico, dos páginas muy interesantes.
Rosalía
Muy interesante. Hay un fondo muy profundo atrás del tejemaneje de la corona inglesa. Gracias por el aporte!
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