Menem: de capitoste a mascota en un solo viaje |
Todo
régimen posee sus figurones y capitostes, pero también sus personajes menores,
tristes satélites de los primeros que les sirven de mascota, ni mas ni
menos. El camino para llegar a serlo
suele ser diverso, a veces de figurón se pasa a mascota, pasando por un proceso
de domesticación en donde el incauto mandón (ya predestinado por sus colegas)
se desliza, mejor dicho, es deslizado por una rampa hecha con su propia
estupidez hacia los abismos de la insignificancia, donde acabará sus días como
ente servil. “La
domesticación realizase de cien maneras, tentando sus apetitos. En los límites de la influencia oficial los
medios de aclimatación se multiplican especialmente en los países apestados de
funcionarismo. Los pobres de carácter no
resisten; ceden a esa hipnotización. La
pérdida de su dignidad iníciase cuando abren el ojo a la prebenda que estremece
su estómago o nubla su vanidad, inclinándose ante las manos que hoy le otorgan
el favor y mañana le manejarán la rienda” (José Ingenieros – “El hombre
mediocre”).
Pero no
cualquiera pasa de un extremo a otro; a veces la suerte, ciega y mezquina,
corona a un descerebrado ambicioso en un lugar que ni en sus sueños mas
alocados pensó estar, este ser de trapo es prontamente cooptado por sus pícaros adláteres, ya sea embaucándolo con
sus tramoyas, haciéndolo cómplice de sus latrocinios, conquistándolo cuál
doncella o simplemente comprándolo; el objetivo pues es sencillo, estos
personajes, de fama fugaz suelen ser muy aclamados por las muchedumbres no
alcanzadas por el honor ni la piedad, por lo que el régimen con su habitual
astucia se pone de su lado para no perder el negocio, o sea, sus suculentos e
ilegítimos cargos y puestitos. Paso
seguido, de la ascensión, súbita y repentina de este desclasado se procede a su
acomodo en las delicias del poder. Desde
ese mismo momento sus perversos titiriteros planean ya su derrumbe para convertirlo
en una dócil mascota. ¿Qué método
usarán? Pues hay varios, pero el preferido es hacerle cometer un error o toma
de decisión que lo enemiste con la plebe (recordemos que es lo único que tiene:
el aplauso de las turbas). Una vez que
es despreciado por el pueblo, cierran filas contra él algunos, no todos, jefes
del régimen, es ahí, en ese mismo momento en donde se halla a mitad de camino para
convertirse en mascota. No obstante lo
reprochable de sus acciones y sus bramidos de bruto malo, el régimen lo
mantiene ya que se ha convertido en un conveniente señuelo de la rabia popular,
o sea, ya se convirtió en un pobre tonto que recibe los insultos y reprimendas
a cambio de ser considerado como integrante del elenco oligárquico
gubernamental. Obviamente, él no se da
cuenta y se cree a si mismo como el principal de todos, alguien muy astuto que “nunca
pierde”, y en parte es cierto, porque estos mediocres nunca pierden, porque
nunca ganan nada, sólo tienen arena entre sus garras que se escurre día a día.
Aunque no
parezca, estos instrumentos de toda tiranía no sólo se conforman con
satisfacerse, “las sombras viven con el
anhelo de castrar a los caracteres firmes y decapitar a los pensadores alados,
no perdonándoles el lujo de ser viriles o tener cerebro. La falta de virilidades es elogiada como un
refinamiento, lo mismo que en los caballos de paseo. La ignorancia
parece una coquetería, como la duda elegante que inquieta a ciertos
fanáticos sin ideales. Los méritos
conviértense en contrabando peligroso,
obligados a disculparse y ocultarse, como si ofendieran por su sola existencia. Cuando el hombre digno comienza a despertar
recelos, el envilecimiento colectivo es grave; cuando la dignidad parece
absurda y es cubierta de ridículo, la domesticación de los mediocres ha llegado
a sus extremos.” (José Ingenieros, Ob. cit.)
Al
pasar el tiempo en ese estado, sucede que en algún momento el régimen es
sacudido y en esa conmoción (que no es total y es controlada por ellos mismos)
caen algunos personajes que ya eran considerados por el mismo como inservibles
e indeseables, ahí se encuentra perfilada ya la mascota, es decir, ya estaría
en un 80 % constituida. Hecho esto, los
maleantes que fungen de políticos lo esconden a designio para mostrar a la
necia muchedumbre que han eliminado a los impresentables elementos.
En
la etapa final, y una vez colmada o apaciguada la conmoción, se reflota al
triste desgraciado para consagrarlo como mascota, asignándosele tareas y
maniobras inmorales y peligrosas (para el Bien Común) que las que ya realizaba
este sujeto antes. Ya como mascota, sólo
rebuzna o brinca a gusto y orden de su amo, si a éste le place esta mascota
puede ladrar cuando sea pertinente, pero sólo eso, pues es como un híbrido del
reino animal, castrado genéticamente, y que será incapaz para realizar algún
ataque pues sus características fisiológicas antedichas y su innata e irremediable
cobardía se lo impiden. Detestan lo que
los supera y combaten lo que no comprenden, para ello son azuzados por sus
mandantes, no hay que subestimarlos pues pueden llegar a ocasionar, a pesar de
su intrascendencia, graves perjuicios a la sociedad que los padece, a veces,
sin tomar conciencia de la magnitud de su maldad.
Tenemos
así a la mascota del régimen, quimera espantosa que como tal posee
características de varios animales, como criatura fabulosa que es no puede
reproducirse y sólo obedece a su amo y a sus instintos de bestia degradada y
por último (y afortunadamente) son de existencia efímera, pues el régimen mismo
no tarda en sacrificarla en cuanto el
daño encomendado a ésta es descubierto o simplemente dejan de alimentarla con
odio e inmundicias, muriendo de inanición, incluso, algunas llegan a eliminarse
a si mismas cuando se ven acorraladas por una mano justiciera o simplemente
cuando son atormentadas por sus fantasmas y la culpa.
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