miércoles, 23 de octubre de 2013

A PROPOSITO DE LA LIBERACION DE LOS ASESINOS ETARRAS

 HIJOS DE PUTA

Siempre supe que vendrían a cobrarnos el penúltimo plazo de nuestra hipoteca. El primero fue el compromiso con una España - o unos españoles - que quizá no lo merecían; el segundo fue la sangre derramada y el dolor. Después vino la ignominia, la vergüenza, el insulto y la soledad de las víctimas; Y ahora el desprecio, la entrega, la inmolación en el falso altar de la paz y de la libertad de España. Una paz y una libertad que los políticos europeos en general y los españoles particularmente, nos han entregado como si fuera de nuestra responsabilidad conservarlos.... con silencio, compresión, renuncia y perdón. Cosas que ni debemos, ni podemos, ni queremos entregar las víctimas directas y espero que tampoco la mayor víctima de todo esto: España y el pueblo español.

 Hoy se ha consumado un acto más de traición a quienes más dieron, pero a quienes tanto cuesta reconocérselo, desde la estúpida poltrona de un falso tribunal de Derechos Humanos, que nos ha condenado a la risa perpetua que ya anunciara De Juana Chaos y hoy continuará la del Río.

 Europa, que se construyó sobre los cimientos de Nüremberg, erigido únicamente con el interés de castigar al culpable, con el sencillo argumento de que a ojos de los vencedores era evidente que lo era, pese a que no hubiera leyes contra los que juzgar los hechos; Europa, que condenó a Rudolf Hess a la cadena perpetua y lo dejó morir en Spandau, sin importarle si su autoría -real o ficticia- era intelectual o directa; Europa, que ejecutó a 13 oficiales alemanes por los crímenes de Katin, pese a saber que los causante de estos crímenes fueron los aliados rusos, con el argumento de que si no era por estos crímenes, sería por cualesquiera otros…

Esa Europa, sobre la que se edificaron Bruselas, La Haya y Estrasburgo, no ha tenido sin embargo el valor de entregar, si quiera una pírrica victoria a España y a sus víctimas, para que no quede ninguna duda de que ETA, su terror, su ponzoña, sus bastardos intereses, han sido derrotados jamás. Y que si han dejado de asesinarnos, es porque maldita la falta que les hace, obviamente.

 Porque sólo los vencedores juzgan y condenan a sus enemigos, a los enemigos de la libertad, de la civilización toda, sin más autoridad que la de saberse vencedores y de poseer la razón y la autoridad física y moral para hacerlo, al margen de lo que digan o dejen de decir tales o cuales normas pensadas para otra cosa y para otros casos.

 Desprecio profundamente a la clase política española que ha permitido esta cobarde entrega de soberanía; que ha debido desear hasta el paroxismo, que fuera Estrasburgo la que cargara con la culpa de la ignominia, para no aparecer ella como culpable de sus pactos y sus concesiones, que ya todos anunciábamos; que ha permitido que ni entonces ni ahora se haya modificado el código penal; que mantiene abierto un mandato de las Cortes para negociar con ETA; que permite su presencia en las instituciones y a la que ha entregado todo el poder que quisieron quitarnos con las balas, sin tener que hacer nada más que soplarnos en la nuca; que ha permitido que un miserable gabinete inglés, con el soporte económico de Sortu, partido legal con presencia institucional, haya sufragado los gastos de defensa de la basura humana que asesinó a mi padre, mientras jamás ha hecho frente a ninguna de sus obligaciones económicas. Una vez más nuestras lágrimas serán sus risas, y nuestros lutos serán sus botellas de champagne.

 Desprecio y un profundo asco, que sin duda retuerce a nuestros muertos en sus sepulturas y cubre de estulticia a nuestros vivos.

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