En estos días vemos cómo surgen las analogías entre la difícil situación del Club Atlético River Plate y la situación de la República Argentina y son correctas y oportunas. Y es por ello que los argentinos deberíamos preguntarnos ¿Qué está pasando en nuestro país? ¿Qué nos pasa?.
El fútbol argentino está hace un tiempo infestado de la politiquería que ya fagocitó, también hace un tiempo, los sucesivos gobiernos tanto nacionales, provinciales y municipales, dicha infección consiste en que haya una recua de “dirigentes” (que no se sabe a quien dirigen ni mucho menos a donde) que sólo sirven para ganar elecciones y luego las arcas del pobre club sólo conocen deudas. Obvio que hay clubes y dirigentes que no caen en eso, pero son los menos. Dicha politiquería no está sola, pues va acompañada de una hinchada que como fiel espejo de las masas electorales, posee un fugaz frenesí que los lleva del insulto al vitoreo y viceversa en minutos. Bastan dos o tres derrotas consecutivas para que se quiera “colgar” al técnico del furibundo patíbulo vocinglero.
Es irónico que el otrora joven capitán de la selección argentina campeona del mundo en 1978, sea ahora la cara de la derrota y de la humillación riverplatense y en el mismo escenario en que se vivió la “fiesta de todos”, se desahogó la “furia de todos (los hinchas de River)”. Para colmo, la violencia (que siempre es ejercida por unos pocos) poniendo en peligro a casi todos, evidenció otro “clásico” de estos tiempos sombríos que le toca vivir a la Argentina, con un “operativo de seguridad” que sólo sirvió para exponer a los agentes de las Fuerzas de Seguridad a lesiones graves y que fue, como mínimo desorganizado. Es de esperar que sirvan, así como otros conocidos episodios de violencia en dicho club, para investigar y revisar las relaciones entre “barrabrava”—dirigentes— policía, ya que es sabido que hay cierta connivencia entre los dos primeros principalmente que siempre se manifiesta de manera informal y/o clandestina, obviamente los barras pugnan por ganar mayores porciones de poder dentro de los clubes, ya no se conforman con parte de la recaudación sino que intentan influenciar en el rendimiento del equipo (públicamente conocidos son los aprietes a los jugadores cuando el equipo flaquea); en el 2009 se creó Hinchadas Unidas Argentinas (ONG), cuya primera actuación en el mundial de Sudáfrica dejó al descubierto las pujas internas por los pasajes y las desmentidas oficiales por el financiamiento de las mismas, utilizándose dicha “ONG” para propaganda política, contribuyendo de ese modo a mezclar mas de lo que está, al fútbol con la política.
La Argentina ha sufrido, y sufre, extremas situaciones en los mismos escenarios: así, la “Plaza de la Victoria” (parte de la actual Plaza de Mayo) es olvidada como lugar de rendición de los ingleses invasores (ladrones y violadores) y hoy la usa el “Frente para la Victoria” para sus bacanales electorales; así, mientras tuvimos militares como el Gral. Mosconi y el Gral. Savio, hubo otros, como Videla y Harguindeguy, etc, que permitieron con su complicidad que se hiciera lo contrario (fundir y endeudar YPF y desmantelar la industria nacional); así, el “primer mundo” nos hizo del “tercer mundo”; así, los otrora privilegiados niños, hoy consumen paco y mueren de desnutrición gracias a los nuevos privilegiados; así, lo que era terrorismo (como matar niños y personas inocentes con una bomba en la vía pública) hoy le dicen “luchar por un mundo mejor”; así, lo que antes era una colonia, hoy le dicen “país en vías de desarrollo”, etc. La Argentina ha sufrido varios descensos y como pueblo, hay que reconocerlo, hemos descendido, en muchas cosas, voluntariamente o por cínica omisión (“no te metás”).
Lo que tiene de peligroso y malo el fútbol argentino es justamente que cada vez se parezca mas a las iracundas reyertas, negociados y manipulaciones en las que reincide la partidocracia. Uno de los aspectos en los que ya la similitud deja paso a la identidad, es que, así como la hinchada contempla sin poder hacer nada un partido, jugado por jugadores que en muchos casos ganan mas que lo que cualquier trabajador o profesional pueda ganar en su vida, que sueñan con poder irse a Europa, también la masa electoral participa en un convite en el que siempre es “convidado de piedra”, ya que nunca gana, siempre pierde; y lo peor, es que son ambientes hostiles y corruptos, que excluyen al “hombre de a pie”, al mal llamado “ciudadano común”, puesto que es peligroso (aunque hay afortunadamente excepciones) que una familia completa pueda asistir tranquila a la cancha, así también, está excluida de la política, pues pareciera que los partidos impiden (explícita o implícitamente) que surja o participe en ellos la gente sana y trabajadora, imponiéndose los figurones de siempre (sin formación ni militancia) haciendo de la política su exclusivo ambiente, trastocándolo en sus fines y perturbándolo.
Aunque también cabe destacar, la mayoría percibe al fútbol y a la política (cosa pública) con ópticas diferentes (aún dándose las similitudes antes descriptas) y a veces con puntos de vista contrapuestos; cuando la persona “hace de hincha” suele tener un sentido común que no utiliza cuando aprecia o razona otras cuestiones. Ellos es así, por el fanatismo o por simple error y/o confusión acerca de que es prioritario y que no; ejemplo de ello, fue en el año 1982 en el que, lamentablemente, muchos argentinos se preocuparon mas por el mundial que por la guerra de Malvinas; o se respetan mas los colores de un club de fútbol que los símbolos patrios; o si el patrimonio del club está seriamente comprometido se movilizan y tratan de remediar de alguna manera la situación o por lo menos lo intentan, en cambio, se reacciona distinto cuando se trata de las cuestiones del país, ya que solo se responde con indiferencia o frivolidad.
Así como todo quehacer humano puede descomponerse, también puede remediarse; no se trata de adoptar “soluciones” que no solucionan nada, como en el fútbol de ascenso que para evitar la violencia se impide ir al estadio a la parcialidad visitante (ya está demostrado que no tiene sentido) o la pluralidad de leyes de ética pública que no logran evitar los desfalcos.
La solución pasa por restaurar los valores que tuvimos como pueblo y que, esperemos, solo se trate que los olvidamos y no que los perdimos (“Dinero perdido, poco perdido, Honor perdido, mucho perdido, Valor perdido, todo perdido” -- Jack Vance), que no seamos mas hinchada ni masa, sino público y pueblo, y que como tales, actuemos en forma honrada y leal, a paso firme, en todos los quehaceres de la vida nacional, desde la política hasta la cancha. La realidad, una vez mas, nos enseña, sepamos nosotros aprender.
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