— El Maestro: ¡Vaya! Un discípulo nuevo.
— El Discípulo: Sí, Maestro. El anterior está enfermo.
— El Maestro: Bien, lamentemos su ausencia y celebremos tu presencia. Hoy vamos a partir, si te parece, del lugar en que terminamos el mes pasado: la descripción de la actual situación de la izquierda hecha por un filósofo liberal, Maresca, en la revista “Noticias”.
— El Discípulo: ¿Otra vez sopa? Parece que no hubiera otro tema que la izquierda.
— El Maestro: Esta es la sección cultural de “Cabildo”. Si lo que dice Maresca (y digo yo hace tiempo) es cierto, nos encontramos con una descripción global de la situación cultural que no puede omitirse, que debe analizarse exhaustivamente.
— El Discípulo: ¿Y qué dice ese tal Maresca?
— El Maestro: Dice que:
1º) La izquierda, en su forma de progresismo, domina la cultura en Occidente;
2º) Desde esa posición de predominio bloquea todo lo que le resulte ajeno, haciendo que su dominación sea tiránica;
3º) Al mismo tiempo, la visión del mundo de la que procede la izquierda está en una crisis que Maresca compara a la del escolasticismo tardío del siglo XVII.
— El Discípulo: Maestro, pero si comenzamos por lo primero, ¿qué tiene de asombroso o de novedoso que una forma cultural predomine sobre otras?
Ha habido un largo combate en el terreno de las ideas desde el siglo XVIII y lo que hoy llamamos progresismo ha triunfado.
Y ha triunfado, como lo viera Gramsci, sobre el único enemigo serio que el progresismo ha tenido siempre, que es la Iglesia Católica. Ese triunfo es tan completo que la Iglesia misma se ha visto penetrada por el pensamiento progresista mientras que el dogma de la Iglesia no ha influído para nada al progresismo.
— El Maestro: Bueno, veo que nos han mandado a alguien muy distinto del anterior discípulo. Alguien que tiene ganas de discutir. Y no es una mala idea, porque un puñado de pimienta le da más sabor al guiso.
— El Discípulo: A mí me enseñaron en la Facultad a pensar críticamente.
— El Maestro: Ya volveremos sobre eso, pero ahora déjame contestar tu pregunta.
¿Qué tiene de malo el triunfo del progresismo? En sí mismo, para un relativista, podría parecer un acontecimiento “normal” dentro de una cultura cambiante como la de Occidente. Una forma reemplaza a otra.
Pero la respuesta está por lo pronto en las otras dos afirmaciones de Maresca: la forma tramposa en que defiende sus posiciones y la crisis de su pensamiento.
— El Discípulo: ¿Y cómo se prueban esas dos afirmaciones? Es un tema de máxima importancia. Si el progresismo hubiera triunfado en una libre competencia y se mantuviera en el poder cultural sin trampas, si sus afirmaciones no estuvieran en crisis… no habría mucho que decir sino más bien resignarse a la muerte del cristianismo.
— El Maestro: Para alguien con fe no es tan sencillo, pero pase por ahora. Quiero que entremos en un primer análisis (habrá otros) de lo que piensa la izquierda sobre sí misma.
Hace muy poco tiempo, la revista española “Libertad digital” publicó un muy buen artículo de Horacio Vázquez Rial en el que habla de “La hegemonía cultural de la izquierda” pero no desarrolla los otros dos puntos del planteo de Maresca (y mío). Él pone su atención en el mundo universitario y argumenta que si de ese mundo salen tantos marxistas es porque la bibliografía en ciencias humanas es abrumadoramente marxista. O marxistoide.
— El Discípulo: Eso me gusta, ese rechazo a las teorías del complot.
— El Maestro: No te pases de vivo, porque yo no he hablado de ningún complot. Y sin embargo, si hay algo que se parece a un complot es lo que sucede en el ámbito cultural. Porque allí rige de pleno derecho la conspiración del silencio, la preterición y el ninguneo de los que no pertenecen a la cofradía. Ofrecer pruebas sobre esto es como ofrecer pruebas de que el agua es incolora. Cualquiera que tome agua lo sabe. Cualquiera que tenga vinculación hoy con el mundo cultural sabe quiénes pueden publicar, quiénes ganan los concursos, quiénes reciben premios y becas, quiénes son llamados a ocupar puestos en las instituciones culturales del Estado.
— El Discípulo: ¿Sin excepciones?
— El Maestro: Por cierto que hay excepciones. En la Argentina, muy pocas. En España, el dominio de la izquierda en la historia reciente —por ejemplo— sufrió un golpe terrible con la aparición de un outsider, Pío Moa. En Francia, la derecha cultural tiene un cierto grado de poder y con Jean Sevillia, Chantal Delsol, Jean de Viguerie (entre otros) da fiera batalla a la izquierda. En Italia está Vittorio Messori.
Son sólo algunos ejemplos. Hay más, pero en términos generales la situación es la descripta, y la razonable explicación de Vázquez Rial sobre la bibliografía no hace sino confirmarla. No sería cierto afirmar que el ciento por ciento de lo que se publica es marxista, pero sí que el noventa y cinco por ciento de las bibliografías universitarias en ciencias humanas están integradas por libros marxistas. O marxistoides.
— El Discípulo: ¿Y en Estados Unidos?
— El Maestro: Contamos con dos excelentes análisis del tema. Uno, un largo artículo de Arnold Beichman publicado en el “New York Times Magazine” del 6 de noviembre de 1981con el título “Is Higher Education in the Dark Ages?” (¿Está la educación universitaria en su Edad Oscura?). Otro, el extraordinario libro de Allan Bloom: “The closing of the American Mind” (La cerrazón de la mente americana) publicado en 1987 por Simon & Schuster.
— El Discípulo: Ambos tienen más de veinte años.
— El Maestro: Nada importante ha pasado en esos veinte años en la educación norteamericana. Todo sigue igual. O peor.
— El Discípulo: Bueno ¿y qué dicen esos textos?
— El Maestro: Beichman sostiene que fue la década del ´60 la que la cambió la “tradición universitaria de iluminismo” lo que significó “abandonar voluntariamente la única doctrina indispensable para su integridad moral: la neutralidad académica… la investigación de la elusiva e indeterminada verdad a través de la razón y la racionalidad y, quizás, trascendencia”.
— El Discípulo: Pero ese es el programa de la Universidad iluminista…
— El Maestro: Por cierto, pero del iluminismo…de derecha o liberal. Estaba basada en el paradigma cultural volteriano “No creo en lo que dices, pero estaría dispuesto a dar la vida por defender tu derecho a decirlo”.
— El Discípulo: ¿Y entonces?
— El Maestro: En la década del ´60 se produce, en Estados Unidos, el gran cambio que ya había comenzado en 1945 en Europa. La cultura comienza a izquierdizarse y el paradigma cambia: “Yo no quiero descubrir la verdad. Quiero cambiar el mundo. En consecuencia, si lo que dices es contrario a la revolución que debe cambiar el mundo, no tienes derecho a hablar”. Los norteamericanos no se daban cuenta de lo que debía ese cambio a Nüremberg y su condena ya no a criminales políticos sino también a sus ideas.
— El Discípulo: ¿Pero esas ideas no habían sido inspiradoras de una masacre atroz?
— El Maestro: No te discutiré aquí ese punto. Te diré dos cosas: primera, si se vinculan las ideas con sus resultados y se declara que inevitablemente de tales ideas salen tales crímenes, entonces el paradigma volteriano cae. No se puede defender el derecho a expresar ideas que terminan en crímenes.
Segunda, para que esas conclusiones puedan tomarse en serio hay que ser muy estricto en los juicios, actuar de completa buena fe. Y entonces hay que explicar por qué la medida con que se mide al nazismo no es la misma que se aplica al marxismo y su archipiélago Gulag y al liberalismo y sus niños abortados. Como no sea que marxistas y liberales ganaron la guerra y el nacionalsocialismo la perdió.
— El Discípulo: ¿Cómo se conecta esto con las tesis de Maresca (y suyas)?
— El Maestro: Beichman dice: “Hay muy pocas esperanza de que en los próximos años la Universidad —por razones tanto financieras como sociopolíticas— puedan superar enormes presiones de cuerpos de profesores cuasi revolucionarios —«guerrilleros con inamovilidad» en frase precisa de Irving Nows— que exigen que el activismo político izquierdista sea el principio rector de la universidad…”. Lo que está descubriendo Beichman es la segunda de las proposiciones de Maresca, es decir, el bloqueo de las posiciones de prestigio en la vida cultural mediante la acción concertada de una minoría tiránica.
— El Discípulo: ¿Y eso sigue igual hoy en día?
— El Maestro: Si nos atenemos al testimonio de la última novela de Tom Wolfe y al de las infinitas películas de ambiente universitario que pasan por televisión, parecería que los ardores revolucionarios del alumnado han pasado al terreno sexual. Pero la quiebra que significaron los ´60, más la crisis del pensamiento progresista han convertido las Universidades en fábricas de analfabetos funcionales con títulos superiores. Beichman cita a un profesor que reconoce que “se requiere hoy en día una extraordinaria concentración de voluntad para realmente desaprobar un curso”.
— El Discípulo: ¿Qué dice Allan Bloom?
— El Maestro: Es imposible sintetizar en pocas líneas un libro tan complejo y completo. Él pone el acento en el relativismo y el nihilismo que inspiran la educación superior en los Estados Unidos. Pero creo que es fácil identificar esas filosofías con el gran caos intelectual de la izquierda actual. El marxismo dista de haber desaparecido, pero comparte el terreno con las nuevas tendencias implícitas en lo que se llama la posmodernidad.
LA IZQUIERDA PIERDE EL NORTE
— El Discípulo: ¿Y en la Argentina?
— El Maestro: Tenemos un primer síntoma de la situación de la izquierda en las “Cartas abiertas” en las un grupo numeroso de intelectuales de izquierda manifiestan su apoyo al gobierno de los Kirchner, de lo cual hablamos el mes pasado. Pero esto más bien apunta al segundo problema de la izquierda actual. El primero es que su mensaje cultural está en una crisis terminal. Se ha convertido en un chirle progresismo que termina defendiendo causas absurdas y contradictorias con la médula de su mensaje. Basta ver la asunción del indigenismo y del ambientalismo, absoluta y totalmente enfrentadas al progreso tal como fue concebido originalmente.
— El Discípulo: ¿Y cuál sería ese segundo problema de la izquierda?
— El Maestro: El fracaso de sus postulados políticos, el derrumbe de los socialismos reales y la implosión de los partidos comunistas. Es esta doble crisis —cultural y política— la que ha sumido a la izquierda en el caos en el que vive.
— El Discípulo: Pero Ud. habla del fracaso de la izquierda extrema, el comunismo. ¿Y la social-democracia?
— El Maestro: Se ha ido corriendo hacia el centro hasta encontrarse con los partidos liberales. Su programa político, económico y sobre todo cultural es el mismo. Pero ahora quisiera que analizáramos un curioso artículo publicado en “Crítica de la Argentina” de…
— El Discípulo: ¿Qué diario es ese?
— El Maestro: Un curioso y nuevo ensayo de un curioso y viejo periodista: Jorge Lanata. Viene a ser, por un lado, un refugio para los zurdos anti-kirchneristas…
— El Discípulo: Los kirchneristas tienen “Página/12”.
— El Maestro: Ambos —“Crítica” y “Página/12”— inventados por el mismo periodista, de cuya creatividad no puede dudarse.
Pero su sesgo antikirchnerista es menos importante que su posición cultural, rigurosamente progresista. Hay columnas firmadas por todos los barones del progresismo vernáculo que eludieron la trampa de las “Cartas abiertas”. Y una “sinceridad” en materia sexual lindera con el mal gusto. No hay asunto íntimo que no se ventile desde la primera hasta la última página usando todas las palabras que provee el idioma castellano, en su versión más vulgar. La abolición total del pudor.
— El Discípulo: Pero el pudor…
— El Maestro: Sí, ya había sido abolido en la década del sesenta. Lo que comprobamos después es que esa abolición forma parte del proceso de abolición del hombre anunciado por C. S. Lewis.
Pero volvamos al artículo que recordábamos arriba. Se publicó en “Crítica” del 1 de septiembre de 2008 con el título “La juventud es un problema de tránsito”. Su autor es Pablo Alabarces y en pocas líneas muestra la situación actual de la izquierda. Relata que sus hijos, cuando estaban en el secundario, participaron de las tomas de su Colegio “con su aprobación entusiasta”. Luego cuenta las críticas que un taxista le hizo a esas “tomas”. Lo que pasa, dice, es que “somos una sociedad que no sólo no tiene la menor idea de qué pasa por la cabeza de sus chicas y chicos sino que no piensa preguntárselo…”
Pero aquí viene lo mejor: esos chicos y chicas “vagan por el mundo haciendo lo mejor que pueden (que no es mucho) ante la mirada condenatoria del mundo adulto” y esos chicos y chicas “odian el estudio porque sus profesores suelen ostentar un desconcierto poderoso… tienen pocas convicciones y son una peor que la otra…”
O sea y como síntesis final “los chicos y chicas no saben para dónde disparar y los adultos afirmamos que deberían saberlo, aunque nosotros mismos no lo sepamos”.
¿Quieres una confesión más clara de desconcierto? Ni los profesores —de izquierda— ni los padres como Alabarces —de izquierda— saben “para dónde disparar”. Han perdido las convicciones de que el mundo no solo podía arreglarse sino que iba a arreglarse. Necesariamente. Eso era lo que predicaban el progresismo original y el marxismo. Sus epígonos actuales vagan perdidos en la oscuridad, aferrados a las estupideces del neoprogresismo…
— El Discípulo: ¿Qué vendría a ser ese neoprogresismo?
— El Maestro: En este momento hay dos lenguajes predominantes. El políticamente correcto, estructurado sobre la base de no discriminación, no represión. Y la versión vulgar, que adhiere superficialmente a esos principios pero elude todo pronunciamiento sobre temas serios y se alimenta de todas las cretinadas de la sociedad de consumo. El primero usado por los grupúsculos de izquierda. El segundo usado por los “emos” o “bloggers” y por los roqueros que son carne de Cromagnon. La queja de Alabarces abarca a ambos pero se trata de realidades distintas. Lo único que los identifica es su común desorientación. Ninguno sabe “para dónde disparar”. Se limitan a vivir.
— El Discípulo: ¿Qué más hay?
— El Maestro: Veamos lo que dice, en “Noticias” del 20 de septiembre de 2008, Miguel Rep, el dibujante emblemático de “Página/12”. “No me gustan los sentidos comunes y el progresismo es como un gran sentido común que no piensa por sí mismo sino que agarra frasecitas de Sabina, de Walsh, de Galeano, de Benedetti”. Éste se ha dado cuenta del abismo de lugares comunes en que cayó la izquierda y los llama “sentidos comunes”.
¿Qué le queda? Lo dice diez líneas más abajo: “En el 98 viví una crisis que me trajo aparejada la certeza del sinsentido de la vida”. Es una pena, pero lo grave es que él forma parte, con sus dibujos, de los gurúes de la izquierda. Alabarces no sabe para donde disparar, Rep aconseja no disparar para ningún lado porque igual la vida no tiene sentido. Como guías intelectuales parecen más bien peligrosos, ¿no?
NECEDADES
— El Discípulo: Sí, reconozco que es un estado de ánimo muy difundido.
— El Maestro: A ver que te parece esto: el jueves 23 de octubre el país parecía arder por los cuatro costados. Y más que el país, el mundo. El dólar daba saltitos para escaparse de la celda en que lo enterrara Lavagna y la economía argentina mostraba claros signos de que la crisis mundial la afectaría a pesar de los sabios esfuerzos de la familia Kirchner y los Fernández sobrevivientes.
Pues bien, ese preciso día eligió el senado de la Nación —la Cámara “alta”— para aprobar un proyecto de ley que veda “el lenguaje sexista” en los documentos oficiales. Dicho claramente: en adelante no se podrá hablar de lo vagos que pululan en los empleos del estado o de los ladrones que hacen otro tanto. Será obligatorio decir “los vagos y las vagas” y “los ladrones y las ladronas”. Sabia determinación de nuestra Cámara de los Lores, un cuerpo pensado para restablecer la consideración equilibrada de todos los asuntos, para contrarrestar la sangre joven —y a veces turbulenta— de los comunes.
Se comprenderá que esta cuestión no pueda abordarse de otra forma que con humor. Pero apenas terminado ese abordaje se imponga otro tono muy distinto. ¡Esta es la religión de los intelectuales de Occidente! La que fue matriz de un pensamiento crítico…
— El Discípulo: Me temo que ese palo fue para mi gallinero.
— El Maestro: En efecto, caro discípulo, no tanto para ti como para los te engañaron, prometiéndote un sentido crítico que ejercen sólo para lo que escribimos y pensamos los que no pertenecemos a su cofradía.
Digo yo: ¿No se les caerá la cara de vergüenza cuando sostienen estas necedades? ¿No sabrán que el lenguaje es un uso y un uso sometido a reglas de sentido común? ¿Y que una de esas reglas es la síntesis? ¿Y que nadie va a decir “los tontos y las tontas que voten esta ley” sino que con decir “los tontos” todos advertirán que se abarca a…?
¡Horror! Estaba por decir hombres y mujeres, olvidándome que eso ya no existe. Pero eso demuestra que la reforma se quedó corta y que cada vez que se hable de un grupo humano, para que no queden dudas en cuanto a sus componentes, habrá que decir “los heterosexuales, los homosexuales, los bisexuales…, etc”.
— El Discípulo: Pero, Maestro ¿no es caricaturesco sostener que estas necedades son sostenidas por toda la izquierda?
— El Maestro: En absoluto. No se trata de la Resolución de la Comisión Directiva del Club Defensores de Echenagucía, sino del Senado de la Nación Argentina. Y de una resolución aprobada por unanimidad.
— El Discípulo: Pero no puede afirmarse que todo el Senado sea de izquierda.
— El Maestro: Ni remotamente. Lo que es, en cambio, cierto, es el predominio cultural de la izquierda y la adopción plena de la ideología progresista por la derecha liberal que no tiene ya —si alguna vez tuvo— ningún argumento para oponerse a la clase de imbecilidades que la izquierda propone. Tampoco hay disidencias cuando se introduce la ideología de género en la legislación. O cuando se votan leyes garantistas.
— El Discípulo: Maestro, no puedo creer que esté Usted en contra de las garantías para los imputados.
— El Maestro: No te preocupes. Estoy totalmente a favor. Pero el garantismo no es dar esas garantías sino orientar toda la legislación en torno a ellas.
— El Discípulo: Pero, Maestro, endurecer las penas no soluciona el problema de la delincuencia sino que termina reprimiendo a los pobres y desamparados que están fuera del sistema.
— El Maestro: Me has objetado con un titular típico de “Página/12”. ¿Sabes dónde está la diferencia? El propósito de los que dicen esas cosas es “solucionar el problema de la delincuencia”.
El de la legislación y el aparato judicial es mucho más modesto, aunque parezca lo contrario: es simplemente hacer justicia. Dar a cada uno lo suyo. Castigar los delitos y a los delincuentes. Con todas las imperfecciones de la justicia humana.
— El Discípulo: Pero ¿es acaso malo querer “solucionar el problema de la delincuencia”?
— El Maestro: No, es maravilloso. Sólo que nadie sabe cómo hacerlo. Y cada vez que la izquierda extrema ha conseguido tomar el poder el único resultado concreto ha sido la implantación de un Código Penal no digamos duro, sino durísimo. De modo que los reaccionarios como yo esperaremos que los revolucionarios como Ustedes arreglen el mundo y entonces gozosamente suprimiremos los Códigos y los Tribunales. ¿Te acuerdas de Cabezas?
— El Discípulo: Más o menos. Fue hace diez años.
— El Maestro: Un periodista de le editorial Perfil fue asesinado, en apariencia por una banda de criminales contratada por un empresario. Se condenó a graves penas, inclusive la reclusión perpetua, a una docena de personas. Pero —recursos garantistas mediante— hoy ya no queda casi nadie en la cárcel. Entonces la prensa protesta por este hecho, que es la consecuencia directa de la prédica de esa misma prensa.
CANALLADAS
— El Maestro: Pero hay cosas peores. Al fin y al cabo, el intento de gobernar el lenguaje es más bien patético.
Trágico y canallesco, en cambio, es lo que le pasa al sistema cuando llega a tropezarse con sus propios límites. La guía central de la ideología progresista es una libertad que es llevada al paroxismo. El sistema se consideraría triunfador si pudiera realizar la consigna de los años sesenta: “Prohibido prohibir”. Como eso es imposible, se satisface aproximándose todo lo posible a ese ideal. Cuando la víctima de tal idea no puede quejarse… ¡plaf!, el sistema la aplasta con el auxilio necesario de quien podría y debería prestarle su voz. Libertad para matar al hijo en su vientre —con gastos a cargo del contribuyente— y absoluta prohibición de debatir en serio la naturaleza del acto realizado.
Recientemente hemos leído un documento estremecedor. Es nada menos que el comienzo del debate sobre el aborto en una Comisión del Senado. Por supuesto, un debate al estilo stalinista: ni un solo participante anti-aborto.
Pero, como una muestra de la tolerancia ejercida por del neoprogresismo, cuando alguien menciona a los objetores de conciencia, una voz anónima sintetiza los pensamientos de los legisladores y del público presente con esta frase digna de esculpirse en el mármol: “¡Que se jodan!” y para mostrar que ese era, en verdad, el estado de ánimo predominante, la Comisión recomendó que los objetores de conciencia sean excluidos del “sistema público de salud”.
— El Discípulo: Por ahora es un simple proyecto ¡no?
— El Maestro: En la Argentina. Pero amplia y extendida realidad en buena parte del mundo. Vayamos ahora a otro caso. ¿Qué pasa cuando el sistema tropieza con una víctima de la libertad desenfrenada que no queda muerta, y que puede entonces protestar más adelante? Suprime el delito. Es el caso de la pedofilia, un duro obstáculo a la libertad sexual sin límites. Existen en el mundo —y son legales— asociaciones de boylovers, girlovers y childlovers que están librando un arduo combate para lograr que los Estados bajen la edad del consentimiento.
— El Discípulo: ¿Existe tal cosa?
— El Maestro: No tienes más que leerlo en el “Clarín” del 22 de octubre pasado, página 29. Allí figuran los argumentos de estos “lovers”: “Demandamos libertad de sexualidad individual para los niños y los boylovers. Demandamos que los estándares de sexualidad que existen actualmente sean reconsiderados. Estos estándares (los vigentes) están violando los derechos humanos porque prohíben que los niños y aquellos que los aman siquiera piensen en algún involucramiento de intimidad sexual”.
Esto sí que no puede tomarse en chiste. Aborto y pedofilia son anuncios de muerte y sufrimiento para inocentes. Nuestras sociedades delinean un futuro que nada tendrá que envidiar a la cartaginesa.
— El Discípulo: ¿No es poco apocalíptico?
— El Maestro: ¡¡¡¿Un poco?!!! Íntegra, enteramente apocalíptico. Y conste que no hemos hecho más que rozar la superficie de la sociedad progresista.
Y conste que todavía hay resistencias vivas a lo que se viene, a lo que ya está aquí. ¿Qué sucederá cuando esas resistencias amainen y desaparezcan en muchos lugares, quebradas sobre todo por la traición interior, por la flojera de centenares de Obispos frente a esto que Belloc llamó “la última herejía”?
Esto que hemos descripto es apenas el fondo de la olla infernal. Más arriba está la destrucción de la familia, la imbecilización de las masas por los medios de difusión, la quiebra de la educación…
— El Discípulo: Pero explicar las cosas así ahuyenta a mucha gente que entendería algo más moderado.
— El Maestro: Ya no hay tiempo para esas consideraciones y un mensaje así “rebajado” no serviría de nada. Mal guía intelectual sería el que lo transmitiera. Nietzsche vaticinó el advenimiento del nihilismo, pero mejor que él media docena de profecías alertan sobre los tiempos que se vienen.
— El Discípulo: ¿Y qué puede decir acerca de la crisis económica en curso?
— El Maestro: A propósito la hemos excluido. Podría objetarse que ésta es una sección cultural y no de negocios, pero eso sería escabullirse.
Estamos frente a una situación con un fuerte componente cultural. Si no la tratamos es porque no está todavía madura. Veremos el mes que viene.
ANIBAL D'ANGELO RODRIGUEZ
Extraido del Blog de la Revista Cabildo
1 comentario:
Plap plap plap!!! aplauso para el autor.... plap plap plap!!!
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