lunes, 6 de abril de 2009

ALFONSIN NO ES EL PADRE DE LA DEMOCRACIA


Es uno de sus hijos


Hace mucho tiempo que los sociólogos inteligentes (Tocqueville, Pareto, Mosca) advirtieron sobre lo que en verdad es la democracia moderna, más allá de la mitología enternecedora para espíritus bienpensantes del tipo de Grondona, Botana, Fraga.

Una de las muchas cosas que advirtieron fue la paulatina degradación del personal que la democracia recluta para las tareas de gobierno.

El argumento es este: si Usted pone un brete por el que tiene que pasar obligatoriamente ese personal, luego no se asombre de que todos los que lo pasan tenga la medida de ese brete. Si Usted recluta el personal mediante una carrera dentro de un partido, lógicamente lo que salga será a la medida de esa exigencia. ¿Y qué es un partido político moderno? Un espacio de pequeñas intrigas, de zancadillas, de alianzas que se tejen y se traicionan, de maniobras al borde de lo legal, de influencias basadas en las peores condiciones humanas. ¿Parece esto una caricatura? Si, puede que un Partido no sea SOLO eso, pero todo está presente y es muy fácil demostrarlo.

¿Qué sucederá? Que de ese brete se irán excluyendo todos los magnánimos, todos los hombres de verdadero valor. En muchos casos, probarán suerte pero terminarán por irse, disgustados con las cosas y las personas con las que tienen que convivir.

No hay ningún sistema de selección tan malo ni tan bueno que no permita de vez en cuando una excepción. Por eso a veces pasa alguien un poco mejor. Pero no cambia el fondo del asunto. Un sistema malo recluta gente inferior en mayoría.

Alfonsín es, pues, un hijo de este sistema. Uno de sus “méritos” era su voz abaritonada que permitía (a los previamente convencidos) creer que decía cosas importantes. Era un típico hijo del comité, un mediocre total que jamás entendió lo que el país verdaderamente necesitaba en 1983. Ni en cuanto a lo político, ni en lo económico, ni en nada. Por eso su presidencia es una seguidilla de fracasos y frustraciones y su huída el lógico resultado de esa seguidilla, no un accidente.

Es curioso - e ilustrativo - que se exhiba como un mérito la honradez. Muy enfermo está un sistema que haya llegado a celebrar como un triunfo que sus seleccionados no roben. Y en efecto, eso es todo lo que se puede rescatar de Raúl Ricardo Alfonsín.

Aníbal D´Angelo Rodríguez

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1 comentario:

jr dijo...

Los que nos quieren hacer creer que Alfonsín el el "padre de la democracia" no se animan a decir que la "madre de la democracia" fue la Thatcher.