lunes, 5 de octubre de 2009

JUSTIFICAR


Ricardo Martín Bustamante

Si algo me resulta particularmente repugnante es el discurso justificatorio de los personeros del Poder, para volver normal y lógico lo que es evidentemente anormal y carente de toda racionalidad. Ya sabemos, justificar, creo que lo hemos dicho antes, es volver justo lo que es en esencia injusto.

Para lograr esto hay funcionando todo un aparato, una maquinaria integrada por filósofos, juristas, sociólogos, periodistas o técnicos varios. Munidos de teorías, estadísticas, y miríadas de datos macro para desmentir una realidad que grita.

Podríamos dar aquí un par de ejemplos muy conocidos por cierto que me vienen a la memoria ahora que leí la alocución del perversor number one del sentido común, el inefable Zaffaroni, hecha en la fábrica donde se forman en serie los futuros justificadores del Sistema o Régimen de Dominación: La Facultad de Ciencias Sociales, de la UBA en este caso.

El amigo Zaff se zafa diciendo sin anestesia

"la incidencia de adolescentes menores de 18 años en materia de delitos violentos, homicidios, es baja y de menores de 16 es casi nula".

"La incidencia real de niños y adolescentes en delincuencia violenta es poca. (Para la sociedad) son molestos y eso ofusca a todo el mundo: policía, vecinos, etc."

Acerca de los que piden penas mayores para menores, Zaffaroni dijo que

"no saben que dicen. Si el nene en la casa le pega un martillazo en el pie a la abuela no se llama a la policía, sino que se lo manda al psicólogo".

Acerca de los medios y la delincuencia

"La proyección de la delincuencia en los medios masivos es de central importancia política", "Se utiliza una técnica de Gobierno a través del manejo de miedos -a la enfermedad, a la delincuencia organizada, el terrorismo-, y casi residualmente, cuando no hay otra fuente temible que mostrar, se cae en la delincuencia juvenil"

Lógicamente hay que apuntalar de alguna manera el estado de caos permanente negando las evidencias que la realidad nos presenta permanentemente. La delincuencia juvenil vendría a ser algo así como travesuras infantiles: apretarle la uña encarnada al tío o tirarle una miga de pan a un hermanito. Terreno para que algún psicólogo freudiano, nos diga que no es el chico sino los padres, la maestra, la sociedad etc.

Podríamos decir que el eminente jurista no lee los diarios. Pero si los lee, y afirma que lo que dicen es mentira absoluta. Pura dictadura mediática. Viene a avalar los toscos dichos de Aníbal Fernández de que hay una sensación de inseguridad creada por los medios de comunicación que al parecer publicarían cosas inexistentes o tergiversadas. La eterna del progresismo: La realidad no existe en este caso la construyen los medios

Digamos que los dichos de Zaff tienen la misma virtualidad de los que realizaban aquellos economistas omnipresentes en los medios, en épocas de la plata dulce menemista: La pobreza no existía, estaban los datos macroeconómicos que mostraban crecimiento sostenido de la inversión, eliminación radical de la inflación, el salariazo y la revolución productiva estaba en marcha o mismo en la actualidad cuando funcionarios desvergonzados falsifican las estadísticas del INDEC. Moreno y Zaffaroni no serian diferentes tapando el sol con un dedo.

Pasa que la realidad la canta el salir a la noche en el Gran Buenos Aires o ver desde el Ferrocarril como crece día a día la Villa 31 por ejemplo.

Pero si alguien menciona la cantidad de menores que son asaltantes o criminales (rastreen casos de esta índole en los periódicos) o la muerte de niños por enfermedades curables o desnutridos que llegan a todos los hospitales del país. Te dicen que no sos ecuánime, unos te dirán que sos un fascista represor, los otros que sos un demagogo por que hablas de una “deuda social” que sus estadísticas o su ideologismo político o económico no registra.

Y claro tanto para Zaffaroni, que tendrá gruesa custodia en la puerta de su domicilio, como para los economistas o funcionarios que hoy están aquí y mañana toman sol con una atorranta en Miami, es fácil hacerse los que “ven la realidad desde fuera”. Ser ecuánimes con respecto a aquello que realmente les importa un carajo.

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