Ernesto Damian Sanchez Ance
Luego de la marcha del Encuentro Nacional de Mujeres Tucumán 2009, y con la actual situación crispada que vive nuestra Patria, un paréntesis de reflexión nunca viene mal.
Trataré de no entrar en detalles sobre lo que fue la marcha del domingo 11 de octubre pasado ya que es conocido lo que allí sucedió. Tampoco me referiré in extenso a la andanada de rumores que se ventilan últimamente, referente a la creación de milicias armadas en base a los delincuentes seguidores del gobierno a los que se suele llamar piqueteros. La reflexión versará sobre lo que vi entre quienes custodiaban los templos tucumanos, y que en gran medida pude presenciar e intervenir. Y me referiré a lo que puede esperarse de la clase media. La reacción que podría haber en referencia a la violencia eventual de los mercenarios del kirchnerismo y a la incidencia que en ello ha tenido y tiene la predica de la Iglesia.
La violencia que pasó
En la defensa de los templos y del lado católico, se vio una notable ausencia de gente de clase baja. Para referirnos a la vida social tucumana, siempre se dice, a modo casi de muletilla, dos frases: “Tucumán es chico” y “en Tucumán todos nos conocemos”, pudiendo yo ver ese día cierta gente “de apellido”, los famosos “shushetas” que les llaman, independientemente de su situación económica actual. Predominaba gente que socialmente puede ser ubicada en los estratos medio pudiente, medio alto, medio profesional, medio empobrecido pero con roce social.
Lo que hubo en escasísimo número en la defensa de los templos fue la presencia de los estratos medio bajo y bajo. O sea… no estaba el carpintero, ni el plomero, ni el herrero, ni el albañil o el obrero o directamente el desocupado, que cada día 19 sí están infaltablemente en Corazón de María para venerar a San Expedito y que sí está año tras año cada 24 de Septiembre en la procesión de Nuestra Patrona, la Virgen de las Mercedes.
Si bien la marcha de las mujeres autoconvocadas era policlasista, también algo parecido es lo que se vivió la noche del Sábado 11, cuando, en la marcha preliminar pasaban insultando, pero sin recurrir a las poco felices actitudes del Domingo por la tarde – noche, las militantes de los grupos de Izquierda, que solamente atinaban a gritar las estúpidas consignas contra la Fe ya harto conocidas.
Dichas participantes, por su apariencia física o vestimenta, a no dudarlo, eran las niñas “bien”, o sea las hijas del doctor y del contador… estudiantes que el día de mañana serán quienes tengan cierta relevancia social, siendo en el futuro licenciadas en esto, doctoras en aquello y magíster en lo otro. Si siguen como van las cosas funcionarias publicas.
Pero el día domingo, la marcha (la marcha principal) de las autoconvocadas cambió totalmente. No solo en número, sino en heterogeneidad socio cultural. Ya no eran las niñas “bien”. Ya ese día, aparecieron las famosas “mujeres explotadas laboralmente”, las harto anunciadas piqueteras, las mujeres (muchas de ellas mestizas y criollas) que se hacen llamar indígenas, etc. Si bien, como dijo en la conferencia la Cda. Mónica, muchas de esas mujeres van por que les pagan o les dan gratuitamente el viaje, el cambio de composición social fue notable.
El día Sábado por la tarde, en horas previas a la marcha de las chicas “bien” del marxismo abortista, debido a la escasa cantidad de policías que custodiaban la Catedral, me tome la tarea de entrar,preocupado por el continuo flujo de mujeres que accedía al templo (identificadas con las remeras de distintas agrupaciones que habían venido a participar del encuentro). Pude ver que la mayoría de ellas no solo tomaba fotos a modo de recuerdo, sino que algunas rezaban y la mayoría se persignaba inclusive con genuflexión. Una gran sorpresa, de acuerdo a los antecedentes de Jujuy, Córdoba y Neuquén
Yo nunca había presenciado directamente las marchas de las autoconvocadas. Todo lo que sabía era por testimonios orales, escritos, o por los videos de Youtube. Nunca imaginé que, por lo menos un buen número de “autoconvocadas”, fuera católica, por lo que se puede de antemano suponer ,que las marxistas, feministas, abortistas y demás yerbas ofendan a Dios y a la Patria, pero no mujeres católicas que entran a un templo, que se persignan y rezan. Entonces, me pregunto…estas mujeres, que evidentemente eran católicas, ¿Qué carajo hacían en una marcha organizada por los enemigos mortales de la Fe?; aunque seguramente muchísimas de ellas no blasfemen ni insulten a la Iglesia, ¿a causa de qué marchan con quienes la odian? ¿Qué errores hubo para que estas católicas se alíen con el enemigo? ¿Quién falló para que estas católicas no hayan estado del lado de la Iglesia?
Posiblemente la respuesta sea mas simple de lo que se cree y es la tendencia que desde hace unas tres o cuatro décadas tiene la Iglesia para con los denominados “sectores mas necesitados”: hace asistencialismo filantrópico y en infinidad de casos les predican progresismo marxista liberacionista, hasta inventaron una pastoral indigenista para no quedar rezagados de las ultimas excentricidades de la izquierda. ¿Que se puede esperar entonces de gente trabajada por ese mensaje y esa actitud, que ve en los pobres a simples receptores de dádivas o carne de cañón para la lucha de clases? Que terminen aliados con ateos y degenerados como minimo.
También, me pregunto, sin entrar a analizar el tema del pacifismo en que ha caído la Iglesia, si es lógico seguir con la costumbre burguesas de dejarnos insultar, escupir, pintarrajear con aerosol mientras las enemigas de la Fe blasfeman, y no responder a las agresiones porque, como mas de un católicos ya mencionado, decía en la veredas de las escuelas donde se debatía sobre el aborto o bien en la defensa de los templos: “no les contestemos, porque hacerlo sería ponernos a la altura de ellos”, o bien… “aunque tenga una ganas enormes de meterles una patada en el culo a estas negras de mierda, no podría hacerlo porque eso sería bajar al nivel de estas ordinarias”.
Estas frases no me llegaron por terceros. Las escuché en frente a la Escuela José Mármol y en la esquina de San Martín y 25 de Mayo, del lado de la Casa de Gobierno (hacia donde se habían prolongado las vallas divisorias y en donde había también un buen número de católicos), cuando con otro católico a quien no conozco, insultábamos a una mujer que blasfemaba. Eso les preocupaba a quienes nos reprendieron por contestar a la ofensa: no bajar al nivel de las enemigas, mientras que otros se llenaban la boca con la palabra “prudencia”.
Esas actitudes no solo están relacionadas con el pacifismo que baja de la cúspide de la Iglesia. Tienen mucho más que ver no ya con la cobardía, sino con no quedar como el “groncho”, el “negro” o el “inadaptado” ante la gente de su ámbito social. Hay que dejar agredir, escupir e insultar y aguantar la blasfemia pública sin reaccionar por una cuestión de imagen social. ¿Cómo vamos a quedar si agredimos? Es la pregunta. Imaginen a los Cristeros o a los Cruzados preocupados por estas cosas.
La violencia que viene
Vayamos ahora al tema de la violencia potencial que podría desatarse en el país y cual sería la actitud de la clase media a la que en general pertenece esta gente católica que he mencionado antes, y entonces nos encontramos con similares actitudes.
He hablado con mucha gente durante las manifestaciones contra la inseguridad y las referentes al campo. Digamos que es gente que pertenece también a la clase media y clase media alta, ropa de calidad y marca, cultos en su gran mayoría, profesionales muchos, con roce social al menos.
La regla general es el pacifismo y la norma social no quedar como un violento e inadaptado. No “rebajarte” al lugar de “ellos”. El repudio a la violencia venga de donde venga como si fuera lo mismo la que ejerce un violador contra su víctima que la de un policía contra ese violador. Como si dejarse basurear fuera un símbolo de civilización o status.
La misma blandura, la misma consistencia enclenque de los razonamientos y las consignas, los mismos símbolos de la derrota sean velas o banderas blancas.
Lógicamente en estas últimas manifestaciones se escucha la insufrible fracesita de “creo en la democracia” como si la democracia en lugar de ser una forma de gobierno fuera una religión, un credo o un remedio para todos los males.
Si uno les hacia alguna reflexión al respecto enseguida esgrimían un conjunto de lugares comunes gravados a fuego por 26 años de exposición a la radiación catódica, en especial aquella pregunta sobre “por que si este sistema funciona en EEUU y los países mas adelantados aquí no puede funcionar”. Habría que ver muy bien que es “funcionar” ,pero los medios que los adoctrinan, jamás les dijeron que el sistema es para el hombre no el hombre para el sistema y que en ultima instancia la dichosa democracia poniendo entre paréntesis que es una forma impura y crapulosa de gobierno, una perversión de la República, puede ser también absolutamente incompatible con el carácter del hombre argentino, mas aun esta democracia progresista, con mentalidad pervertida o bolche y bolsillo capitalista.
Viene a cuento entonces el inquirirse que podemos esperar de esta gente ante un eventual brote de violencia armada. Indudablemente o se avivan o terminan eligiendo el suicidio colectivo como bien lo dice la nota del Cda Parga.
De poco les va a servir el manual para la “gente como uno” de Landru, van a tener que ponerse a la altura de los “gronchos” si quieren conservar el pellejo. La guerra es así hoy y siempre. Posiblemente no sea casual, que en infinidad de parroquias donde concurre gente de este estrato social la Iglesia predique liberalismo democratista y pacifismo, ayudando a gravar en el inmaginario colectivo que el único gobierno que se aviene a la catolicidad es la democracia y que el único modelo de católico es el discípulo de Ghandi.
Por que es bueno decirlo, la única verdadera paz es la paz de Cristo, la paz fruto de la justicia. Lo demás es solo ausencia de hostilidades o simple permisión para la blasfemia publica y el basureo., pero de paz no tiene nada. Es violencia pura y dura por mas que no suene un tiro y por mas que conservemos nuestra compostura “socialmente correcta” ante la injusticia, para “quedar bien” y tratar de agradar en definitiva al mundo.
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