miércoles, 28 de febrero de 2018

DEMOCRACIA Y DEBATE PERMANENTE


Los gobiernos democráticos son por definición, demagógicos. Alcanzan el poder a través de la propaganda insistente y promesas (mentiras) de los candidatos que los votantes aceptan sin chistar, porque prometen no lo que van a hacer, sino aquello que la gente desea escuchar. Para saber lo que la gente desea escuchar, se sirven de las mismas técnicas que utilizan las empresas de marketing: medios de comunicación, encuestas, redes sociales, consultoras, etc.
Alcanzado el objetivo (el poder aparente), la cuestión pasa por mantenerlo, nada de gobernar; y para ello se propone mantener dividida, enfrentada y ocupada a la población, que de este modo olvida las promesas (mentiras) incumplidas y se enzarza en nuevas riñas.
Durante un tiempo, el nuevo gobierno se dedica a promocionar los reales o supuestos errores y delitos del gobierno anterior, algo muy celebrado por sus votantes, pero pasado un tiempo, cuando este recurso comienza a agotarse porque la población no percibe mejoras en la situación, la estrategia consiste en generar nuevos temas de discusión, debate y división. Mantener a la población enfrentada, repito, es muy importante.
Llegado a este punto, ante la inevitable falta de resultados, el gobierno "instala" entonces nuevos temas que durante la campaña no fueron siquiera mencionados: debate por el aborto, convenios sanitarios con países limítrofes, nuevos "derechos" para gente torcida, "gatillo fácil" o garantismo, cambio de sexo en la tercera edad, relaciones sexuales en la escuela, machismo vs feminismo, etc.; y del mismo modo que hizo en la campaña electoral, con ayuda de las mismas herramientas, distrae a la gente y gana tiempo con el objetivo de imponerse en la próxima disputa electoral, única razón de ser de la democracia. Los problemas continúan agravándose y se acumulan solo sobre la espalda del votante, pero eso no es problema para la democracia ni de su incumbencia.

Nestor Daniel Veiga Gomez

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