 Por Antonio Caponnetto
Por Antonio Caponnetto
En vísperas de la Nochebuena del 2010,  exactamente el pasado 23 de diciembre,  tuvo lugar en la estación de  Constitución uno de esos tristes episodios a los que ya estamos  dolorosamente acostumbrados, y que la ignorancia o la complicidad  periodística, si es de “derechas”, suele calificar de actos de  vandalismo, mientras el resto prefiere hablar de protesta política. En  ambos casos, el verdadero rostro del caos programado, que es la guerra  social, pasa al olvido y se oculta, para que la ciudadanía continúe sin  advertir la auténtica naturaleza del mal que nos está engullendo por  culpa de este gobierno homicida.
  La breve secuencia de los  hechos es la siguiente. Una célula del Partido Obrero corta las vías  del ferrocarril a la altura de la localidad de Avellaneda. No se  necesita ser jurista para advertir que se trata de un hecho ilegal con  claras connotaciones delictivas. Los medios cubren abundantemente el  episodio, de modo que nadie puede aducir desconocimiento del mismo. La  policía no solamente no evita la demencia sino que, desarmada, como ya  es costumbre, es enviada al lugar del tumulto, más que para imponer  orden para servir de ocasión de desfogue ideológico a los delincuentes.
 Cortadas las vías,  lógicamente, los trenes no podían salir de Constitución, y al llegar la  hora pico se produjo el espantoso desbande largamente televisado.  Incendios, saqueos, robos, pedradas, corridas y hasta el intento de  tomar por la fuerza una de esas camionetas que trasladan caudales. La  nueva policía de Garré desbordada por los cuatro costados. La  Metropolitana del imbécil de Macri festejando el casamiento de dos  lesbianas. La impunidad absoluta, la lenidad vergonzosamente a la vista,  las fuerzas de seguridad dando lástima. Atadas de pies y manos, en  número y calidad de pertrechos, convertidas -como decimos- en agentes  funcionales al trágico divertimento de los activistas.
 No se nos escapa que  muchísimos de los exaltados eran simples usuarios cercenados en su  elementalísimo derecho a regresar sanos y salvos a sus casas, tras  agotadora jornada laboral. Pero las características que pronto tomó la  protesta -muy especialmente la de elegir como blanco principal de la  agresión a la policía- no encajan propiamente con las del perfil  del transeúnte habitual, por irritado que esté. Lo que sucedía era un  muestrario típico del modus operandi de las bandas del lumpen-marxismo, y  de su peculiar gimnasia revolucionaria.
 ¿Tanto costaba  desalojar a los miembros del Partido Obrero del lugar en que estaban  cortando irresponsablemente las vías? ¿Tanto se pecaba contra el  garantismo si se arrestaba a aquellos delirantes malevos? ¿Era acaso un  genocidio mandar un par de policías duchos dispuestos a erradicar a los  intrusos? Y una vez desbordado el gentío en la terminal ferroviaria,  ¿por qué se permitió la consumación prolongada de la violencia en vez de  ordenar la represión? ¿Por qué ese lumpen-marxismo cuenta con la total  aquiescencia del poder político, que le teme, lo utiliza y lo premia?  ¿Por qué, aunque estén filmados y registrados hasta la minucia sus  cabecillas, jamás dan con sus huesos en la prisión, mientras se castiga  severamente a los policías que se “exceden” en sus funciones; esto es,  que se defienden de los linchamientos?
  Sin embargo, no es esto hoy lo que queremos decir. De sobra lo sabemos.
 Sucedió que  durante las tropelías murió un obrero alcanzado por las pedradas de los  revoltosos. Un hombre simple, plomero de oficio, de 70 años de edad, que  pasaba por la zona, cargando a cuestas sus penurias cotidianas, sus  esperanzas simples, sus herramientas de labor. Las piedras de los  bárbaros le dieron en la cabeza. Los medios todos captaron la  desgarradora imagen. En coma fue llevado al Argerich y tras días de  sufrimiento murió el 4 de enero. Los diarios del día 5, en minúsculos  recuadritos, dieron cuenta de la noticia, consignando que la “identidad  del occiso no fue revelada por las fuentes”. Un N.N sin madres  plazamayistas que reclamen por su aparición con vida. Ni defensores de  los derechos humanos que tomen nota de este derecho a vivir arrancado de  pronto a un inocente.
 No busque la  justicia quien tiró las malditas piedras. Los asesinos son los pequeños  burgueses del Partido Obrero, la otrora terrorista Nilda Garré y la  insensata viuda de Kirchner, cada vez más próxima al retrato de Dorian  Gray, tan vistosa por fuera como repugnante por dentro. A ellos y a sus  secuaces debe caberles el calificativo de criminales.
 Hemos esperado  pacientemente hasta hoy que el Partido Obrero emitiera al respecto  alguna palabra de condolencia. Siquiera para considerar al hecho un  luctuoso “efecto colateral” de sus luchas. Pero he aquí la paradoja  funesta: muere un genuino obrero de carne y hueso y los defensores de la  “obreridad” enmudecen y se hacen los distraídos. Hemos esperado  asimismo alguna señal de luto o de dolor por parte de los funcionarios  que, por causa de su ineptitud y malicia, consintieron el  caos destructor durante interminables horas. Y hemos esperado la voz de  algún pastor que elevara públicamente algunas preces por el alma del  desconocido infortunado y su familia. Sólo llegó la indiferencia, la  simulación, el olvido, el encogimiento de hombros.
 Cuando José  Antonio les hablaba a los obreros de su patria, a quienes la propaganda  roja quería predisponer contra Falange acusándola de señoritismo, solía  él mostrarles con evidencias ilustrativas estas contradicciones  insalvables. La de unos dirigentes comunistas desentendidos de la suerte  real de los proletarios, mientras los señalados o tenidos por señoritos  caían en acto de servicio resguardando las dignidades concretas de  todos los hombres de España. “Toma, hermano obrero, mi mano” -escribía  Pemán- “y no me cierres el puño. Porque abierta, hermano obrero, te la  ofrezco, como abierto el corazón”.
También nosotros  hemos de repetir ahora este gesto. Llegue nuestra mano tendida,  enhebrada de oraciones y de piadosos rezos, hasta la desconocida familia  de este hombre de trabajo asesinado por el Régimen. Y si algún puño ha  de cerrarse que sea para caer, justiciero y tremendo, sobre las testas  infames de los homicidas.
         Cabildo, Año XI, Nº 87, marzo 2011
    
 
4 comentarios:
hay muertos con coronita
EAM
Estimados Amigos:
Qué alegría es ver una publicación del señor Caponnetto en este excelente blog. Llegué a creer que no estaban de acuerdo con él o con el blog de Cabildo, y no entendía porqué. Por favor, unámonos amigos. No sé la opinión de Cabildo para con ustedes, pero si fuera la esperada, seguramente es subsanable. Ustedes como ellos son unos grosos y si hay diferencias serán muy menores. Sé que hay grupos nacionalistas actuando en cinco o seis provincias en estos momentos bajo las consignas: 24 de Marzo día de la Venganza TERRORISTA. Apoyémoslos... quizá estén dando el puntapié inicial y puedan morir porque no reciban apoyo. Sé por uno de ellos que les está constando muchísimo salir, y que incluso ya, me comentaron, ya hubo un detenido por la valiente prédica. Unámonos todos, por favor bajo el nombre que los más entendidos dispongan. Depongamos todo por este maravilloso país del cual ustedes son dignos representantes. Mañana patrocinarán una conferencia espectacular a la que lamentablemente no podré asistir por estar a más de 1000 km de distancia. Disculpen amigos por este comentario fuera del tema del artículo.
VIVA RED PATRIÓTICA ARGENTINA
VIVA LA REVISTA CABILDO.
ARRIBA LA ARGENTINA.
Hola amigo Pampa, nosotros publicamos todo lo que sea nacionalista. Lo que hacemos es una selección de los temas que pueden tener mas llegada a la gente de a pie, y este articulo es un ejemplo de ello.
Con referencia a lo demas ya tendremos posibilidad de charlarlo fuera de este medio.
Le adelantamos desde ya que no tenemos problema alguno con Cabildo y que ya hemos subido articulos de Caponetto.Ademas estamos por la unión de todo el nacionalismo argentino, logicamente respetando matices que los hay. Un abrazo de Guillermo
Muy bien Amigo Guillermo. Cuando usted disponga y guste. Sé que usted como los que están llevando adelante la prédica de Red Patriótica propugnan la unión del nacionalismo, y por ello fue mi anterior comentario. Fuerza amigos y gracias por lo que están haciendo por todos.
En Cristo y en la Patria.
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