Por Honorio Alberto Díaz
La historia del progresismo en Argentina es de larga data. Prescindiendo de algunos precursores, puede tenerse por iniciada con la fundación del Partido Socialista en 1896.
A partir de entonces ha venido manteniendo su presencia con personajes y agrupaciones de escasos tonos diferenciales.
Seudo marxistas y filo montoneros de los setenta, coordinadores alfonsinistas y renovadores justicialistas en la década posterior, pragmáticos socialdemócratas y frepasistas oportunistas de los años noventa, aristas o kirchneristas en los comienzos del siglo no rechazarían el calificativo de progresistas.
En su conjunto, pese a los matices reconocibles, todos alimentaron el mito de una democracia en las estrecheces de
Desde parámetros eurocentristas, han sostenido un cuerpo teórico desencajado de la realidad social en que se produce, y al mismo tiempo, han desplegado una práctica política respetuosa del régimen establecido.
Todo ello, discurso y militancia, pone en evidencia la tremenda responsabilidad que los progresistas han tenido y tienen en la postración del país y el sometimiento del pueblo.
El progresismo encuentra su sustento social en la clase media que, carente de una estrategia propia y de una direccionalidad independiente, fluctúa cándidamente entre los intereses del proletariado y los de la burguesía.
Se siente despojada por la avidez de los sectores opulentos, pero no se atreve a estrechar filas con los más humildes.
Aferrada a una actitud soberbia, no renuncia a la pretensión narcisista de lograr una situación autónoma y, a la vez, hegemónica de los restantes estratos.
Sueña con una mesocracia paradisíaca, donde armónicamente, sin ningún tipo de lucha, se vayan borrando las injusticias más salientes.1
Perdida en el marco formal de los altercados, no vislumbra el fondo de las tendencias en conflicto. Esta carencia de conciencia le impide ubicarse en la vida política con una concreta defensa de sus intereses.
En la profundidad de la crisis, las necesidades objetivas de la clase media cada vez se aproximan más a los del proletariado. Sectores intermedios y bajos son hollados por la recesión y el desempleo, la inequitativa distribución de la renta y el deterioro de los salarios.
El reagrupamiento de las fuerzas afectadas conforma la base social que debe enfrentar a quienes detentan el poder, con un programa que satisfaga las apetencias comunes y los intereses nacionales.
La teoría progresista
1. Evolucionismo: para el progresismo, tanto la realidad social como las concepciones ideológicas se encuentran sometidas a un cambio constante. Más aun, la historia presenta, en sus grandes lineamientos, una orientación uniforme que termina desembocando en la sociedad moderna. No se trata de un cambio caótico e incontrolado. Lo que en verdad se produce es la concreción de un progreso general, un mejoramiento sostenido de la vida en sus diferentes aspectos materiales y espirituales. Este avance tiene una marcada similitud con la evolución de las especies biológicas, donde se consolidan aquellas que poseen una mayor aptitud para la adaptación y la supervivencia. Tanto en la naturaleza como en la sociedad progresan los más aptos según su óptica.
Así como el hombre es la superior expresión de la evolución biológica, la burguesía es la clase más evolucionada de la sociedad. Esta explicación de la sociedad como resultado de terminal de una "historia natural" percibe al capitalismo como una culminación definitiva del progreso de la humanidad.
2. Liberalismo: Para los progresistas, el progreso civilizatorio se expresa con la consolidación universal del liberalismo, tanto político como económico.
La prevalencia de los intereses individuales sobre los colectivos, de los derechos particulares sobre los nacionales, corresponde al estadio superior de la organización, basada en el respeto a la propiedad y el libremercadismo, la iniciativa empresarial y las instituciones burguesas.
En
En ambos ámbitos pueden distinguirse una "derecha" y una "izquierda". Los progresistas se ubican en el ala izquierda del campo liberal, siguiendo los grandes lineamientos de la cultura euro céntrica. 2
Pretenden comprender la realidad de la periferia con los parámetros del centro "civilizado", en lugar de convertir esa realidad periférica en la fuente central de su aprendizaje y saber..
3. Antirracionalismo: en la perspectiva teórica del progresismo, el transcurso del siglo XX ha puesto en evidencia la consolidación del internacionalismo por sobre toda forma de nacionalismo.
La agudización de la globalización económica y de la interrelación política entre los países tornaría indispensable la elaboración de una convergencia internacional para el abordaje de los problemas que son cada vez más comunes.
La sociedad informática facilitaría una política sin fronteras, con soluciones generalizadas a nivel mundial. Pero, en realidad, el orden internacional se ha fracturado aun más con el crecimiento mayúsculo del abismo que separa a las potencias de los países dominados. Contra la globalización se integran regiones y crece la resistencia nacional. Por lo tanto, el internacionalismo abstracto emite una visión ideologizada, poco convincente, tendiente a ocultar las lacras del imperialismo.
4. Capitalismo: la descomposición del bloque soviético es entendida como un triunfo concluyente de la sociedad occidental capitalista. A esa realidad debe adicionarse el ocaso de los movimientos nacionales tercermundistas.
El verdadero enemigo del progresismo pasa a ser el capitalismo salvaje. El contenido anticapitalista que se podía encontrar en algunas expresiones de la socialdemocracia a fines del siglo XIX ha desaparecido por completo una centuria después.
El orden económico vigente es concebido como inalterable en el largo plazo, lo que demuestra las huellas profundas que la ortodoxia neoliberal ha dejado en las entrañas del progresismo. La distinción entre capitalismo bueno y capitalismo malo es fruto de la deformación moralista del enfoque tibiamente izquierdista, que se resiste a indagar las razones de la concentración de la riqueza, la puja por el avance de la rentabilidad y las despiadadas reglas de la competencia,
5. Mesocracia: en la operación discursiva del progresismo, la clase media es presentada como el motor de la sociedad. Por lo tanto, los niveles intermedios merecen constituirse en conductores políticos y moderadores sociales, en pos de una comunidad más armónica, y en consecuencia, menos conflictiva.
El racional atemperamiento de los antagonismos irá convirtiendo los problemas políticos en una cuestión meramente técnica que se despliega en un campo neutral donde han cesado las luchas hegemónicas.
Es inocultable cómo, en el pensamiento izquierdista liberal, la preocupación por la clase media ha desplazado la centralidad que antes ocupaba el proletariado. 3
En la aspiración mesocrática se concentra la ilusión superior de la pequeña burguesía intelectualizada4. Pero la experiencia histórica señala que la clase media es incapaz de generar una política independiente, pues termina prisionera de la burguesía mientras se resiste a integrar un frente plebeyo con los sectores más sumergidos.
6. Reformismo: Según ellos, el progreso civilizatorio se concibe como el resultado de sucesivas reformas racionales, que modernamente han favorecido el mejoramiento general de las condiciones de vida en el capitalismo maduro. Las revoluciones, en cambio, no contribuyeron a progreso alguno. Por el contrario, generaron etapas críticas en las que se propagaron injusticias y autoritarismo.
La violencia revolucionaria que procura un cambio rápido y profundo equivoca el camino, al despreciar las oportunidades paulatinas y significativas. De ese modo se repite el sórdido discurso reformista europeo que alcanzó influencia en el progresismo argentino.
7. Democratismo: en la argumentación centroizquierdista, la simple instalación y funcionamiento de las instituciones democráticas garantiza la pronta solución de los males nacionales, sectoriales e individuales.
Los partidos políticos motorizan las reformas necesarias sobre la base de consensos para el logro del bien común.
Esta convicción, también incauta, implica una negación conceptual de la realidad semicolonial que incide sobre la "democracia" y sus instituciones. En un profundo grado de dependencia no sólo se carece de autonomía económica: también se da la subordinación política y el colonialismo cultural.
8. Anticorporativismo: las críticas predilectas del progresismo se centran en las corporaciones. En especial, acaparan las más severas la militar, la eclesial y la sindical. Piensan que ellas se presentan conspirando sistemáticamente contra el eficaz funcionamiento democrático, concentrando poder en beneficio propio y perjudicando los intereses colectivos. Quedan como verdaderas desestabilizadoras de las instituciones republicanas, merecedoras de condenas superlativas.
El antimilitarismo progresista, carente de límites, El anticlericalismo, también acérrimo.
9. Derecho humanismo: en las últimas décadas, la defensa de los DDHH se ha convertido en una de las principales banderas del progresismo. Los militares acusados como sus principales violadores. En este tema se perpetra una verdadera operación mutiladora.
Por un lado, se oculta la activa participación de vastos sectores de los partidos políticos en los gobiernos provenientes de golpes de estado. Por otro lado, se descontextualiza y parcializa el problema, como si se pudiera terminar con esa criminalidad sin eliminar la rosca oligárquica y la opresión imperialista.
EEUU ha mantenido una política variable ya que, a veces, sostiene regímenes dictatoriales, y otras veces, apoya democracias formales. Pero en ambos casos procura el mismo objetivo: mantener la dominación imperial.
10. Moralismo: para los progresistas no habrá una auténtica reforma social sin una previa gesta moralizadora. Resulta indispensable asumir un pacto que implique el reconocimiento de las propias culpas y el arrepentimiento.
Con esta ética mística todos quedan responsables del achicamiento del país y el empobrecimiento de los trabajadores.
El tradicional impulso moralista de las clases medias siempre fue aprovechado por la política oligárquica para enfrentar a la pequeña burguesía con los movimientos populares..
Irigoyen y Perón fueron acusados de corrupción para justificar sus destituciones.
Ese moralismo impide la profundidad del análisis, pues se queda en el rechazo de los efectos sin atacar las causas reales. Perdido en un marco formal el adjetivo no alcanza a desvelar el núcleo sustantivo de las conductas sociales. También la cuestión queda parcializada (demandas ambientalistas, feministas, antirracistas, etc.) en críticas que no afectan nunca al conjunto oprobioso del orden capitalista.
1 Son por lo general los personajes a los que Juan José Sebrelli llama clases semicultas. Los que se dedican a actividades simbólicas que no tienen relación directa con la actividad económica propiamente dicha como puede ser la producción de bienes a través de la industria, se trate de obreros o patrones y que tampoco se relacionan con la producción del campo que arraiga a la tierra a quienes de ella se ocupan. Se trata por lo general de clase media urbana cuya ocupación son en diferentes actividades como profesionales de la psicología, abogados, periodistas, artistas, sociólogos, escritores, docentes etc.
2 Describe aquí lo que nosotros llamamos dialéctica intrasistemica, pero no la describe en movimiento sino estáticamente. En ella se basa el círculo vicioso en el que estamos inmersos en la actualidad y que forma la trampa que instrumenta el Sistema o Régimen de Dominación. Hacer creer que dentro del sistema existen posibilidades diferentes.
3 Creemos que este es un enfoque incompleto, por que mas allá de que el progresismo sea una ideología de los estratos medios de la sociedad, últimamente ha tomado un sesgo marcusiano en el sentido del marginalismo: El objeto de sus análisis va siendo cada vez mas tendiente a dar importancia a lo que Marx denominaba el lumpen proletariat, que se expresa en la reivindicación de la contranatura sexual como si ello fuera normal, lógico e incluso deseable; la denominada temática de genero que ha tratado de reformar el lenguaje y el sentido común; la adhesión cuasi fanática a la cultura de la muerte con la que pretende legalizar el crimen del aborto y el control de la natalidad; la defensa acérrima de los delincuentes aun los mas vesánicos, como victimas de la sociedad o resistencia al sistema o una vez puestos entre rejas como presos sociales, es el caso de los tristemente célebres jueces garantistas y los periodistas tumberos; la tolerancia con el consumo de drogas , prueba que hemos tenido hace muy poco, cuando
4 El cuadro se complementa con el constructivismo, tomado de
Las Notas son nuestras
Foto: Alfonsin el papá del progresismo político actual de Argentina
1 comentario:
Estimado Honorio: interesante esto que Ud comenta del "progresismo".
Por algunos amigos de Francia, me he enterado que a esta gente les llaman: "les pro-droitistes de l'homme", peyorativamente, el término viene de los famosos "Droits de l'homme" (Derechos del Hombre),cuya cuna fué Francia, pero que hoy en día muchos franceses detestan esos términos, que han sido utilizados más bien para manipular y oprimir los ciudadanos de identidad francesa, que para el respeto de las individualidades y la propiedad privada. El término es equivalente a eso que nosotros llamamos "garantismo", para ellos: "les pro-droitistes del homme). Según los franceses que conozco, los responsables son la Logia Masónica del Gran Oriente al que pertenecieron y pertenecen los mandatarios de ese país, sin ocultarlo. Recordemos el Presidente de Francia (muy apreciado por el Sr Raúl Alfonsín) François Miterrand.
La influencia de esta gente ha permitido la invasión masiva de extranjeros en territorio francés (les sans-papiers, que quiere decir los sin papeles, los sin documentos), que los capitalistas deploran de la boca para afuera, pero que han utilizado eficazmente como mano de obra barata para luego abandonarlos a su suerte. Por supuesto, estos inmigrantes se han transformado en delicuentes y existen en el mismo París, las zonas de "non-droit" (no derecho) dónde no entra ni la policía ni nadie, zonas dónde todo vale, y que son el reino de los narcotraficantes y asesinos de toda laya.
Cuándo un policía es sospechoso de haber maltratado alguna de estas joyas del derecho, inmediatatamente, y como si fuera poco, los izquierdistas ponen el grito en el cielo y organizan marchas.
Lo último que han hecho es acusar y pedir la renuncia del Ministro del Interior, Brice Hortefeux, por haber dicho la semana pasada en una entrevista, mientras se le solicitaba que posara para una foto con un joven algeriano, el Ministro dijo: "Sí, con uno solo como no, el problema es cuando están todos juntos"
Por esta declaración ha sido víctima de lo que el mismo denominó"un linchamiento mediático"
Es posible acordar entonces, que esta tendencia "el progresismo", pretende la absoluta disolución de las naciones.
De más está decir, que el mejor amigo de M. Hortefeux, el Presidente Sarkozy, sin ningún escrúpulo, no lo apoyó, ya que pertenece al grupo de "hermanos" antes mencionados. Se une a esto su notable voracidad por conservar la Presidencia a toda costa, igual que los insignificantes mandatarios sudamericanos.
El "progresismo" ha reducido el mundo a una Gran República Bananera, en el nombre de una "democracia" que nos dá a elegir entre nada y nada, y que favorece los derechos de ciertos capitalistas y delincuentes (acaso los mismos).
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